Aquí no hay capas ni escudos indestructibles: solo un sillón ortopédico,
una carpeta Montblanc y la convicción de que el poder
sirve, ante todo, para servirse.
El Procurador es una novela breve que se lee como un expediente
de la realidad de un país cualquiera en El Caribe: ministros todopoderosos,
presidentes bizcos de ambición, jueces usados como
chas de ajedrez y una sociedad atrapada entre la indignación y el
morbo de las redes sociales.
En el centro del escenario, un hombre convencido de ser intocable
planea su gran venganza contra La Jueza, símbolo de integridad y
de esos raros personajes que todavía creen en la justicia. Lo que
empieza como un montaje político se convierte en un espectáculo
nacional de manipulación, descrédito y circo mediático.