Se llamaba Sheindla-Sura Leibova Salomoshak-Bluwstein, aunque la historia la recuerda por su apodo: «Soñka, manos de oro». Había nacido en Varsovia en 1846, y a finales del siglo xix se convirtió en una leyenda por sus ingeniosas maneras de estafar. Ocupó las portadas de los diarios más leídos de la época: la llamaban «Diablo con falda», «La versión femenina de Robin Hood» o «La zarina del crimen». Engañaba y robaba a los hombres ricos en los hoteles de Odesa, Moscú y San Petersburgo, en las joyerías y en los trenes. La atraparon en 1888, y cumplió condena en la isla de Sajalín. Se decía que quien entraba allí jamás regresaba: así ocurriría con Soñka, que murió en prisión en 1902.
Pero antes hubo un juicio. Un juicio polémico y popularísimo en su tiempo, cuando Soñka —manos de oro— evocó la historia de su vida: una memoria bien diferente a aquella que la prensa había divulgado sobre ella.
Basado en cientos de entrevistas con los propios directores, pero también con productores, estrellas, agentes, guionistas, ejecutivos de los estudios, esposas y ex esposas, el libro de Peter Biskind narra día a día la epopeya de los jóvenes lobos de Hollywood, la génesis de sus películas y sus luchas contra el establishment.
Moteros tranquilos, toros salvajes es la espléndida crónica de ese viaje alucinante que fue Hollywood en los años setenta, la historia apasionante y verídica de la última gran edad de oro del cine americano, una exaltada celebración de la creatividad y la experimentación, pero también del sexo, las drogas y el rock and roll.
Holly Golightly, la protagonista de Desayuno en Tiffany’s, es quizás el más seductor personaje creado por ese maestro de seducción que fue Truman Capote. Atractiva sin ser guapa, tras rechazar una carrera de actriz en Hollywood Holly se convierte en una estrella del Nueva York más sofisticado; bebiendo cócteles y rompiendo corazones, parece ganarse la vida pidiendo suelto para sus expediciones al tocador en los restaurantes y clubs de moda, y vive rodeada de tipos disparatados, desde un mafioso que cumple condena en Sing Sing al que visita semanalmente hasta un millonario caprichoso de afinidades nazis, pasando por un viejo barman secretamente enamorado de ella. Mezcla de picardía e inocencia, de astucia y autenticidad, Holly vive en la provisionalidad permanente, sin pasado, sin querer pertenecer a nada ni a nadie, sintiéndose desterrada en todas partes pese al glamour que la rodea y soñando siempre con ese paraíso que para ella es Tiffany’s, la famosa joyería neoyorquina.