El sabor y el saber tienen el mismo origen: del verbo latino sapere se derivan sapor, "sabor característico de una cosa", y sapiens, "inteligente, sabio". Nuestro autor le aplica sabor y saber a este gozoso viaje por los orígenes de la gastronomía y la evolución de nuestras pasiones y costumbres culinarias. Para ello cataloga las clases de restaurantes o los tipos de cocineros, y reflexiona sobre el gusto o la glotonería & x02013;"desde la noche de los tiempos, la humanidad ha oscilado entre la voracidad y la hambruna"& x02013;, entre otras muchas cosas. Todo a traves de una escritura descarada y veloz, llena de juegos de palabras y humor que hacen de este Breve tratado cocinado a fuego lento un libro desenfadado, pero tambien erudito, con infinidad de referencias que enlazan la antropología, la filología, el amor por la cocina y el arte de una manera muy ocurrente. Un sabroso menú apto para todo tipo de lectores, desde los más tragones hasta los más sibaritas.
Bach fue un compositor prolífico cuyas piezas, que se esmeró en clasificar en diversas colecciones, forman un grandioso cosmos en el que todas sus inagotables ideas musicales encuentran su lugar. En este ensayo fundamental, Wolff ahonda en el análisis de su rica colección musical, que transciende las fronteras habituales entre épocas, géneros e instrumentos. Partiendo de una notable selección de piezas desde la temprana colección de las Seis tocatas para clave hasta obras tardías como El arte de la fuga y la Misa en si menor analiza en detalle el método compositivo de Bach atendiendo a la gran variedad de géneros instrumentales y vocales que abarca, ilustrativa de la profundidad y riqueza de su obra. Al rastrear la evolución del compositor, Wolff saca a la luz las aspiraciones y el legado de este gigante de la música de un modo innovador, desvelando la esencia de su arte a neófitos y expertos por igual.
UNA EXTRAORDINARIA CONTRIBUCIÓN A UN MEJOR CONOCIMIENTO DE NUESTROS LÍMITES Y A UNA ALFABETIZACIÓN COGNITIVA.
Vivimos en un mundo donde la información nos abruma, donde las redes sociales, los medios y la inmediatez nos exigen respuestas rápidas y categóricas. Pero ¿hasta qué punto nuestras ideas son realmente propias? ¿Por qué razón creemos lo que creemos y tomamos las decisiones que tomamos?
Por qué pensamos lo que pensamos es un recorrido fascinante por los factores biológicos, psicológicos y culturales que determinan nuestro pensamiento sin que lo notemos. A través de ejemplos cotidianos, referencias científicas y filosóficas, los autores muestran cómo nuestra mente recurre a atajos y simplificaciones para afrontar la complejidad del mundo, generando errores sistemáticos, prejuicios y vulnerabilidades que pueden ser explotadas por la manipulación y la desinformación. Conocer estos mecanismos no solo nos ayuda a comprender mejor nuestras propias limitaciones, sino que también nos da herramientas para ejercer un pensamiento más crítico y libre.
Para los Aliados occidentales, el 11 de noviembre de 1918 siempre ha sido una fecha solemne: el fin de los combates que habían masacrado a una generación, y también la reivindicación de un tremendo sacrificio, con el desmoronamiento total de sus principales enemigos, el Imperio alemán, Austria-Hungría y el Imperio otomano. Sin embargo, para gran parte del resto de Europa se trataba de una fecha carente de significado, ya que una interminable serie de terribles conflictos fue afectando a un país tras otro. En este libro, sumamente original y absorbente, Robert Gerwarth nos pide que volvamos a reflexionar sobre el verdadero legado de la Primera Guerra Mundial. En gran medida, lo que acabó siendo un factor tan desastroso para el futuro de Europa no fueron los combates en el Frente Occidental, sino las devastadoras secuelas de la Gran Guerra, a medida que los países de ambos bandos del conflicto original sufrían el azote de las revoluciones, de los pogromos, de las expulsiones masivas y de nuevos conflictos a gran escala.
En 1932, la música, como las demás disciplinas artísticas, fue reducida a una única doctrina: la del realismo socialista. La finalidad del arte era servir al Estado. Los músicos tuvieron que someterse a la línea ideológica del partido. Algunos la sortearon como pudieron; otros, sin embargo, no se doblegaron, y sus obras fueron prohibidas, sus conciertos cancelados y ellos relegados al olvido. Eso sucedía en el mejor de los casos, porque en el peor se los destinaba a campos de trabajo en Siberia o simplemente eran ejecutados. Músicos de la altura de Dmitri Shostakóvich y Serguéi Prokófiev e intérpretes de fama internacional como Mstislav Rostropóvich, Sviatoslav Richter, David Oistrakh, Leonid Kogan y Mariya Yúdina fueron capaces de crear melodías sublimes en las circunstancias más hostiles y oscuras. Pero esa política represora no sólo se circunscribió a la música clásica. La Asociación Rusa de Músicos Proletarios (RAPM) se ocupó también de la música ligera. Era conocida la afición de Stalin por ese tipo de música, así que, en consecuencia, la represión fue menor que en la música y la literatura clásicas. Pero, con todo y con eso, los intérpretes no podían bajar la guardia.
Fue en un apartamento lúgubre de Vanves, durante su exilio francés, donde Tsvietáie-va escribió el presente texto, que relata el encuentro de la pequeña Marina con el dia-blo en la habitación de su hermana, don¬ de se refugiaba para leer libros prohibidos. Con una prosa burlona, ora exaltada, ora gélida, pero siempre hechizante, la poeta relata el despertar de su fascinación por las palabras, encarnadas en la figura del dia-blo, que su implacable mirada transforma en una criatura tan temible como seduc-tora. Una extraordinaria evocación lírica de la infancia y de la gestación de un genio literario irrepetible.