El pináculo de la gloria corresponde a aquellos hombres excepcionales que, aun teniendo la principalía en hechos trascendentales, les adorna la virtud de la modestia y nunca reclaman el supremo sitial que se merecen. Este es el lugar que corresponde a todos esos oficiales de las Fuerzas Armadas que el 18 de enero de 1962 detuvieron las aspiraciones autoritarias del general Rodríguez Echavarría y colocaron en el Palacio Nacional al gobierno legítimo que tenía el encargo de conducir el destino de la nación por la senda democrática. Ninguno de estos oficiales demandó ser reconocido como héroe ni principalía en la
acción que realizaron. Esa actitud la confirmaron cuando, en conjunto, y sin mencionar nombres, prepararon un comunicado a la opinión pública donde declaraban que su acción había sido producto de una labor unificada de todas las Fuerzas Armadas dominicanas.
“Señalamos que todos participamos en el mismo grado en este acto heroico y que, por eso mismo, no queremos héroes. Teníamos conocimiento de que los miembros del Consejo de Estado estaban detenidos en el Club Cine de la Base Aérea y un grupo de oficiales de la Aviación Militar, secundados por otros del Ejército, la Marina y la Policía, se acercaron al presidente Bonnelly y le dijeron que les precisara su estado y el de los demás miembros.
A las generaciones que vinieron al mundo durante las últimas dos décadas del régimen de Rafael L. Trujillo, les correspondió presenciar una amplia gama de acontecimientos importantes para la historia dominicana.
Estas generaciones pudieron vivir los años de más esplendor de la dictadura; la etapa cuando se cometieron los crimenes más horrendos; los acontecimientos que precedieron al ocaso del régimen; el impacto de la muerte de Trujillo y los
traumatizantes hechos que siguieron al primer lustro de la desaparición del dictador..
Quienes comenzamos a tomar conciencia política en esta etapa de grandes acontecimientos también pudimos comprobar cómo se extendió en el tiempo y lo profundo que caló en la sociedad dominicana el trujillismo como forma de conducir el Estado y en el comportamiento de su liderazgo militar y político.
Después de la dictadura, muchos generales se convirtieron en pequeños caudillos, al parecer, con la oculta intención de calzar las botas del Generalísimo Trujillo, al cual, trataban de imitar y nunca dejó de ser admirado por ellos. La politización militar y la vocación para la represión y el autoritarismo fueron por un largo tiempo, sus principales expresiones trujillistas. La clase política, expresaba su trujillismo en claras o sutiles actitudes y comportamientos autoritarios en las funciones públicas, tales como maniobras electorales fraudulentas, prepotencia ante la población, corrupción administrativa, elaboración de leyes para el propio beneficio, acreditarse más poderes como legisladores o miembros del Poder Ejecutivo, etc.
Con los argumentos sintetizados en esta obra se expone cómo el trujillismo siguió siendo un comportamiento político y militar que se extendió más allá de la Era de Trujillo.
Un clásico de lectura obligatoria para todo líder que esté buscando el éxito.
En estas páginas, James Hunter nos explicará los principios universales del liderazgo que nos permiten colaborar con los demás, ya sea en el trabajo o en el ámbito familiar, y cómo podemos mejorar la relación que tenemos con nuestros subordinados partiendo de estas bases:
No hay autoridad sin respeto.
El respeto no se funda en el miedo, sino en la integridad, la sinceridad y la empatía con el prójimo.
No podemos cambiar a nadie, solo podemos cambiar nosotros.
El trabajo lo hacen las personas, y no puede hacerse un buen trabajo sin cuidar las relaciones humanas.
Este libro nos enseñará que dirigir consiste, paradójicamente, en servir a los demás, porque un buen líder debe está pendiente de sus subordinados para atender sus legítimas necesidades, ayudarles a cumplir sus aspiraciones y aprovechar sus capacidades al máximo.
Este libro narra la historia de una mujer cuyo nacimiento se produjo el mismo día de la independencia dominicana. De ahí su nombre: Patria, convertida al término de su vida en una heroína. A Patria Mirabal le tocó vivir su niñez, adolescencia y adultez durante una de las más horrendas dictaduras de América Latina. Se formó escuchando informaciones sobre las permanentes atrocidades que cometía la tiranía; pero esos constantes excesos, menos que amilanarla, le fueron forjando una conciencia crítica desde muy temprana edad. Lo mismo ocurrió con Minerva y luego con María Teresa. Aun en el ambiente totalmente controlado por los partidarios del dictador a Patria no le pudieron tronchar ni su alegría particular ni sus acciones solidarias hacia los demás. Cuando se casó, su firmeza y su compromiso no mermaron, lo que implicó, junto al apoyo de su esposo, exponerlo todo, incluso sus propios hijos. El dictador no pasó por alto tanto decoro en aquel hogar y, dentro de los cientos de encarcelamientos indiscriminados que cometía a nivel nacional, incluyó al esposo de Patria y a su hijo mayor. Luego ordenó la aniquilación de las tres hermanas, ejecutada el 25 de noviembre de 1960. No conforme, la dictadura destruyó la casa y transfirió en pública subasta el patrimonio obtenido por Patria y su esposo Pedrito. Esas acciones solo lograron que en el seno del pueblo creciera más el valor que irradiaba esta mujer excepcional y sus hermanas. En 1999, en honor a Patria, a Minerva y a María Teresa Mirabal, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) declaró el 25 de noviembre como el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. Ambientada en esa cadena de hechos, Mercedes Alonso Romero construyó la biografía titulada Su nombre es Patria.
Son pocas las obras que existen donde se muestren con tanta objetividad los hechos ocurridos durante las expediciones de Cayo Confite, 1947, y Luperón, 1949. La primera, posiblemente, concitó el mayor número de dominicanos y extranjeros dispuestos a entregar su vida por la libertad del pueblo dominicano. Formaban parte de sus preparativos figuras que, con el devenir del tiempo, jugaron papeles estelares en la historia del Caribe como lo fueron Juan Bosch, Fidel Castro y Pedro Mir, entre muchos otros. La experiencia del desenlace de la primera hizo que la segunda fuera aún más selectiva con la selección de los que formarían parte de la misma para que sus detalles logísticos se manejaran con mucho mayor rigor de forma tal que sus aprestos no fueran descubiertos. Por eso llegó más lejos, aunque esta vez el azar se interpuso entre dos de los tres aviones que debieron tocar el suelo dominicano. Todos esos tipos de detalles son expuestos en este libro, Cayo Confite y Luperón, memorias de un expedicionario, escrito por don Tulio H. Arvelo, uno de los protagonistas de primera línea de ambas expediciones y sobreviviente de ambas. Es un libro donde se percibe el tipo de dictadura que imperaba en la República Dominicana y los niveles de sacrificio por los que pasaron muchos, una parte de los cuales ofrendó sus vidas luchando a favor de la democracia, la justicia y la libertad. En el 2024 la Expedición de Luperón de 1949 cumple su 75 aniversario y, para conmemorarlo, el Museo Memorial de la Resistencia Dominicana reedita este libro.