A principios del siglo XX, en Turín, el abogado Edmondo Ferro trabaja con desgana en el prestigioso bufete de su familia, aunque a lo que le gustaría dedicarse en realidad es a la lectura de novelas. Mientras tanto, en los salones de la alta burguesía de la ciudad, que se ve obligado a frecuentar, la nueva moda son unas médiums a las que se trata como a divas, y que a menudo van acompañadas de fotógrafos que afirman ser capaces de inmortalizar a los espíritus del más allá.
Al mismo tiempo, en los campos de los alrededores, muchas personas deciden emigrar; es el caso de Pia, una humilde chica a la que un fotógrafo convence, con la promesa de que así podrá ayudar a su familia, de que se embarque rumbo a Argentina, junto con otras jóvenes campesinas, con la ilusión de reunirse allí con un prometido al que nunca ha visto y al que nunca verá.
Ella lo eligió a él. Él prefirió la venganza. Pero algunas elecciones tienen consecuencias mortales.
Cuando Elise accedió a romper la salvaje maldición que sufría el hombre que amaba, nunca se imaginó que él era en realidad un príncipe feérico perdido. Valen la abandona para vengar el asesinato de su familia y Elise se une a otros seres feéricos renegados en la rebelión contra su hermana, aunque lo único que busca es olvidar al príncipe que le ha robado el corazón.
Pero el destino tiene otros planes.
Tras reencontrarse para salvar a un amigo mutuo, Elise y Valen se ven obligados a decidir de qué lado están en la lucha por la corona. Y cuando resurge su pasión, con ella también reaparecen peligros que amenazan con separarlos para siempre: una extraña plaga mágica que infecta la tierra, la traición de uno de los suyos y un horrible secreto que ni el príncipe feérico se esperaba.
El peligroso juego por hacerse con el trono ha comenzado. ¿Pero quién salvará a Elise y a Valen de la magia oscura que tiene el poder de destruir su amor para siempre?
El miedo a la magia pulula por el reino de Anwyvn, en el que la guerra ha hecho estragos. A los medianos como Rhya Fleetwood se los ejecuta al instante. Sin embargo, la ejecución de Rhya se ve interrumpida gracias a un salvador inesperado, aunque mucho más aterrador que sus supuestos ejecutores: el comandante Scythe, un misterioso mercenario. En las garras de este nuevo enemigo, Rhya se encontrará luchando por su vida en los extremos yermos de las Tierras Septentrionales. Y, sin embargo, cuanto más se aleja de casa, más comprende que nada es lo que parece: ni su temible captor ni los restos moribundos de su reino. Ni siquiera ella misma.
Pues Rhya no es ninguna mediana común y corriente. La extraña marca de nacimiento que tiene en el pecho y su capacidad para invocar al viento la señalan como un Vestigio, una de las cuatro almas repartidas por todo Anwyvn y destinadas a restablecer el equilibrio en la magia... o a morir en el intento.
Sin embargo, dominar el poder que alberga en su interior es solo el principio. El deseo que Rhya siente por el comandante, un hombre en quien no puede confiar y que tiene sus propios planes, arde con la misma intensidad que las tempestades que luchan por liberarse desde el interior de su pecho. Rhya habrá de tomar una decisión: sofocar las llamas... o bien dejar que la consuman.