Se dice a menudo que las lenguas están para entenderse, al igual que se ha vuelto un cliché afirmar que la diversidad lingüística es un bien que nos enriquece a todos. Sin embargo, las lenguas suscitan enconadas querellas y son fuente de enfrentamientos políticos cuando se convierten en potentes marcadores identitarios, como vemos en el caso de los movimientos nacionalistas. Existe además una preocupación creciente por su desaparición en todo el mundo, lo que se denomina «la muerte de las lenguas», sobre la que vienen alertando activistas y expertos y de la que se hacen eco instituciones internacionales como la Unesco o el Consejo de Europa. Hay, en definitiva, demasiadas cosas que se dan por supuestas en las discusiones sobre las lenguas y la diversidad lingüística que están plagadas de metáforas, falacias, clichés y excesos retóricos. En este lúcido ensayo, Manuel Toscano plantea la necesidad de desbrozar el terreno para una reflexión ecuánime sobre el uso de los idiomas como medio de comunicación, patrimonio cultural y seña de identidad. Con datos y argumentos contrastados, repasa la situación a escala global, expone en qué consiste el valor comunicativo de una lengua y los mecanismos que operan en el surgimiento de una lengua franca, sopesa el papel de la lealtad de los hablantes así como las tesis del nacionalismo lingüístico o la noción de lengua propia, y analiza, por último, el complicado asunto de los derechos lingüísticos.
Al escribir sobre el poder y la Iglesia hay que pensar no sólo en el que ejerce esta en la sociedad, cada vez más menguante, sino en las fuerzas de poder dentro de la propia Iglesia, teniendo en cuenta que va más allá del poder institucional. Este libro aborda las dinámicas de poder de la historia reciente de la Iglesia en España y en qué medida han influido en la marcha de su historia y de la sociedad, especialmente desde la Transición hasta nuestros días. En esta narración hay un protagonista destacado: las interesantes y desconocidas 'redes de amistad' o 'cordadas episcopales'.
Serrano Oceja nos descubre los diversos centros de los que han emanado la toma de decisiones y qué consecuencias ha generado para la Iglesia y el conjunto de la sociedad española.
Transcurridos más de cincuenta años de la clausura del Concilio Vaticano II, es hora de realizar una interpretación serena, alejada de las batallas políticas o religiosas, de ese acontecimiento determinante para la vida de la Iglesia y para su presencia en la sociedad, poniendo sobre la mesa cuáles han sido los protagonistas principales, las tendencias que se enfrentaron dentro de la Iglesia así como las incógnitas sin resolver.
A Gilles de Rais, barón, terrateniente y mariscal de Francia, pocas figuras le hacían sombra en cuanto a poder feudal, prestigio y posesiones. Heredero de un gran patrimonio, se cuenta que su fortuna superaba a la del mismísimo rey. Alcanzó la gloria militar en el contexto de la Guerra de los Cien Años como compañero de armas, protector y admirador de Juana de Arco, santa y heroína de Francia. Pero en lo que verdaderamente no tuvo rival en su época fue como criminal demente y aterrador, violador y homicida. A él se le considera el primer asesino múltiple de la historia. Su momento mayor excitación sexual se producía cuando veía a los niños morir, ya fuesen estrangulados hasta la asfixia o degollados y chorreando sangre.
La falta de límites propia de la nobleza feudal explica en parte por qué Gilles de Rais se convirtió en el monstruo desalmado que fue. Pero tan interesante como analizar su contexto histórico, lo es profundizar en las casuísticas personales que forjaron su comportamiento destructivo y delirante.