Partiendo de su amplia experiencia como mediadora, Teresa Arsuaga nos guía a través de un análisis profundo y accesible sobre los modos en que afrontamos los desacuerdos y las estrategias que podemos adoptar para convertirlos en oportunidades de progreso personal y social.
Dividido en tres partes, este libro nos invita primero a reflexionar sobre las actitudes y reacciones más habituales con las que nos enfrentamos a los conflictos, muchas veces marcadas por la delegación de decisiones, la competitividad y la búsqueda de culpables. En la segunda parte, Arsuaga comparte herramientas clave para desarrollar una gestión más eficaz basada en un mayor control sobre la comunicación, las emociones y las percepciones. Finalmente, nos plantea un cambio cultural y de paradigma que nos permita ver el conflicto desde una óptica más colaborativa y menos reactiva.
Una propuesta innovadora y práctica, con ejemplos de la vida real, referencias literarias y ensayísticas que enriquecen la exposición. Esta obra no solo es una guía para quienes buscan mejorar sus relaciones personales y profesionales, sino también una llamada a la reflexión sobre nuestra forma de interactuar con el mundo.
David Hilbert fue un adelantado a su tiempo capaz de reconocer el valor de Emmy Noether, madre del álgebra abstracta, hacerlo valer frente a sus condescendientes compañeros universitarios y desempeñar un papel fundamental en el desarrollo de la ciencia moderna. En su persona convergen casi todos los proyectos de investigación que, de la mano de figuras como Einstein, Bohr, Heisenberg, Gödel y Turing, darían inicio a una nueva era. En este fascinante ensayo, Georg von Wallwitz rescata del olvido al matemático más prestigioso de la primera mitad del siglo xx, que abrió el camino a los grandes científicos de nuestro tiempo, y nos muestra que en el mundo de las ideas también hay vida, y rebasar los límites que nos impone la realidad objetiva puede ser una experiencia fabulosa.
Paul Cézanne y Émile Zola iniciaron en la infancia una amistad que enlazaría sus destinos de por vida: no sólo compartían origen geográfico, medio social y educativo, e intereses intelectuales, sino también una profunda complicidad. Pese a la distinta suerte artística de cada uno―Zola alcanzó pronto reconocimiento y éxito, mientras que Cézanne, aislado, apenas expuso su obra hasta el final de su vida, gracias a Ambroise Vollard―, mantuvieron un fructífero diálogo durante treinta años, incluso después de la publicación de La obra en 1886 en la que supuestamente Zola retrataba a su amigo pintor de un modo poco favorable. Estas cartas muestran bajo una nueva luz la riqueza de una amistad tan compleja como genuina, y la singular sensibilidad de dos artistas que tuvieron el privilegio de conocerse y lo celebraron sincerándose sobre sus preocupaciones más íntimas, artísticas y personales, a menudo indistinguibles para ambos.