Una historia mundial de la costura, el bordado y las personas que han utilizado aguja e hilo para hacer oír su voz. En la Argentina de la década de 1970, las madres marchaban con pañuelos en la cabeza bordados con los nombres de sus hijos «desaparecidos». En la Inglaterra de los Tudor, cuando María, reina de Escocia, estaba bajo arresto domiciliario, sus bordados llevaban mensajes al mundo exterior. Desde la propaganda política del tapiz de Bayeux, los soldados de la Primera Guerra Mundial lidiando con el trastorno de estrés postraumático y los mapas cosidos por colegialas en el Nuevo Mundo, hasta la colcha sobre el sida, las historias tejidas de los hmong y los sombreros rosas con orejas de gata de las marchas feministas, mujeres y hombres han utilizado el lenguaje de la costura para hacer oír su voz, incluso en las circunstancias más desesperadas. Hilos de vida es una crónica de identidad, protesta, memoria, poder y política contada a través de la costura. Hunter teje su propia narrativa mientras nos lleva a lo largo de siglos y a través de continentes (desde la Francia medieval hasta el México y los Estados Unidos contemporáneos, y desde un campo de prisioneros de guerra en Singapur hasta un ático familiar en Escocia) para celebrar la belleza y el poder milenario, universal y poco explorado de la costura. Un libro evocador y conmovedor sobre la necesidad que tenemos de contar nuestra historia.
Hay tres aspectos del poemario que me fascinan. El primero es la transparencia poética. Ese decir poesía sin procurar artificios de la imagen, ni artificios del verbo. Y, las figuras literarias a las que tanto nosotros apelamos, pues están aquí, no ausentes sino transfiguradas en una transparencia que es como si de repente la poesía saliera a primera convocatoria.
Luego me gustó mucho el juego, que también encontramos en los dos primeros poemarios de Marivell: “Mujer ante el espejo” e “Hija de la tormenta”, que es ese estilo de poema que juega un poco con la narrativa del quiebre, del torcer la tuerca, de darle otro sentido a la palabra, para traer también esos otros sentidos a la configuración del poema, lo que me sigue pareciendo innovador en este poemario.
Y, lo tercero, es el coqueteo con la rima que se identifica al finalizar con un rap... Ese coqueteo, de ya te tengo, ya voy... ya te tengo... Que por primera vez lo veo en la poesía de Marivell, como ya dijimos de la transparencia, es ese cierto desenfado que se traduce no solo en la experimentación con otros géneros de la poesía, sino atreverse a decir lo que hay que decir, como si la expresión de un sentido tan auténtico en la vida de la poeta, como que haya también dado al traste con una postura estilística; y una valentía y sostenerla... “Ya lo voy a decir de esta forma" y mantenerla durante todo el poemario.
Durante siglos los modernos construyeron su mundo y sus ciencias separando tajantemente naturaleza y cultura. El mundo y el hombre como dos realidades separadas. Objetos que eran apenas tocados, o ni siquiera, por sujetos que conocen, transforman y rompen. Morton acuñó el término «hiper-objeto» para referirse a las cosas que se distribuyen masivamente en tiempo y espacio en relación con los humanos. Son directamente responsables de lo que Morton llama «El fin del mundo», volviendo obsoletas tanto la mirada apocalíptica sobre la crisis ambiental, como su negación. Los hiper objetos ya han inaugurado una nueva fase humana de hipocresía, debilidad e inconsistencia.