Escritos ocho años antes que Ulises, los quince relatos que componen "Dublineses" son el primer gran acercamiento de James Joyce a su ciudad, Dublín, a la que describe, con realismo irónico y burlón, detenida en el pasado y sojuzgada por el Imperio británico y la Iglesia católica. Esta aproximación a los dublineses de clase ímedia y baja, que contiene muchos detalles autobiográficos, conforma una curiosa unidad de la que surgen personajes que aparecerán en obras posteriores del mismo autor. Ochenta años despues de la muerte de Joyce, otro realista, Javier García Iglesias, interpreta en imágenes, con asombroso detallismo, al gran autor irlandes, en una nueva traducción de Susana Carral que se ajusta con mayor precisión al ritmo y el estilo del texto original ingles.
Noelle Meyer y Evan Sinclair son secuestrados durante las vacaciones de primavera de su último año de instituto. No saben por qué los han elegido a ellos, solo que comparten un trágico pasado: el padre de Evan se libró de la cárcel por el asesinato de la madre de Noelle, provocando que la familia de ella se arruinara cuando se dictaminó que la muerte había sido accidental.
A pesar de que ese pasado común debería haberlos convertido en enemigos, los adolescentes se unen para enfrentarse a otro denominador común: sus captores. Noelle y Evan sobreviven a una experiencia sádica tras otra hasta que consiguen escapar agónicamente. Pero todo final feliz tiene un precio…
Unos años más tarde, Evan, investigador privado, vuelve a la escena del crimen cuando se entera de que sus secuestradores tal vez sigan en activo. Le pide ayuda a Noelle, con quien descubre que alguien llamado el Coleccionista tiene las respuestas. Para cerrar su propio caso y resolver los que le sucedieron, Noelle y Evan deben desenmascarar a este espectador misterioso: el único hombre que conoce los secretos que podrían acabar con sus raptores.
«La televisión, desde la superficie hacia sus profundidades, trata del deseo. Y el deseo es a la narrativa lo que el azúcar es a la comida humana».
En un momento en que la cultura audiovisual está más presente que nunca gracias a las plataformas de streaming y el consumo (masivo y doméstico) de series y películas, este ensayo de David Foster Wallace, uno de los más influyentes del autor, se vuelve una lectura imprescindible y atemporal.
Este libro pone el foco en el impacto que el imaginario de las series de televisión norteamericanas tiene en la literatura. Frente a la incapacidad de escapar de su influencia, el uso de la ironía se ha convertido en la única defensa posible. Gracias a este análisis, Foster Wallace perfila al individuo del siglo XXI: un ser anclado a una pantalla y atravesado por la cultura popular.