En este manual se describe un protocolo de intervención para familias denominado El bosque de la parentalidad. El protocolo se ha desarrollado y validado, en contextos comunitarios, a través de diferentes estudios científicos que lo avalan como un tratamiento basado en la evidencia. Este programa de intervención en familias, para fomentar las habilidades y competencias de regulación emocional y la flexibilidad psicológica, se asienta en estrategias propias de las terapias contextuales, especialmente la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT). En la primera parte del manual se desarrolla una breve fundamentación teórica del protocolo con una descripción de la metodología y aspectos claves para la implementación del programa. En la segunda parte, se detalla el contenido de las ocho sesiones de intervención e incluye, entre los ejercicios propuestos, material de trabajo y contenido audiovisual que necesitará el profesional en la implementación del programa. Se ha demostrado que el protocolo es muy útil para ayudar a las familias a reducir su estrés en relación con la parentalidad, a una mejor regulación emocional en situaciones de crianza y/o educación que son difíciles de manejar y a lograr un estilo de respuesta flexible ante el malestar emocional a través de la aceptación y el estar presente en las interacciones con sus hijos e hijas. La intervención preventiva y temprana en las familias, como la que se describe en este manual, tendrá efectos positivos y de protección a lo largo de la infancia y la adolescencia.
Mientras se encuentra inmersa en la escritura del prólogo para una antología de artículos sobre Marcel Proust, Laure Murat topa con una escena de Downton Abbey en la que un mayordomo pone la mesa midiendo la distancia entre cubiertos con ayuda de una regla. Esta diminuta ceremonia, ejecutada con solemnidad sacramental, evoca en Murat, desde lo más recóndito de su memoria, una figura arcaica: las puras «formas vacías» que rigen el entorno aristocrático; el principio sobre el que se equilibra toda una casta, su casta. Porque lo que Murat reconoce en esa atención a las cosas inútiles es, a su pesar, una parte de sí misma, descendiente al mismo tiempo de los Luynes y de los Murat, dos célebres y centenarias dinastías francesas.
A raíz de esta pequeña epifanía, y guiada por la fascinación que despertó en su juventud la lectura de En busca del tiempo perdido, acabará emprendiendo una revisión de su propio y muy proustiano pasado que la llevará, a su vez, a explorar la vida y obra de Proust a través de una historia y un París que no le son nada ajenos: dos universos vinculados sin solución de continuidad, pues «el mundo pasado en el que crecí seguía siendo el de Proust, que había conocido a mis bisabuelos, cuyos nombres aparecen en su novela».
El objetivo de una psicología integral es honrar y abarcar todos los aspectos legítimos de la conciencia humana bajo un mismo techo. Basándose en cientos de fuentes, orientales y occidentales, antiguas y modernas, Ken Wilber crea un modelo psicológico que sigue el curso de cada uno empezando por el subconsciente, el autoconsciente, hasta llegar al superconsciente, e incluye corrientes de desarrollo y estados de conciencia y del "yo".
Me llamo Rachel Price, y hace dos meses me alejé del hombre perfecto. Dulce, divertido... y tan sexy que deberían detenerlo. Pasamos una noche inolvidable, sin nombres ni ataduras.
Pensé que jamás volvería a verlo.
Me equivocaba.
Él es el jugador estrella del nuevo equipo de hockey en el que realizaré mi beca como fisioterapeuta. Su mejor amigo, el jefe de equipo más borde del mundo, no deja de estar encima de mí. Y el portero se cree capaz de ocultarme su lesión.
Todo cambia tras una inesperada noche y un secreto que sale a la luz. Los tres miembros del equipo están dispuestos a poner a prueba todos mis límites. No puedo enamorarme de un jugador... y mucho menos de tres.
Cuando la presencia del Espíritu Santo te alcanza, no te empuja...Te abraza. No te invade... Te habita. No te quiebra... Te restaura. Es una llama que arde, pero no se consume, una voz que guía, pero no grita, una compañía que consuela sin condiciones. Y cuando esa presencia entra, todo se ve desde una óptica distinta.