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LA IMPORTANCIA DE SER PACIENTE

El objetivo principal en este ensayo es hablarle de algunos temas cotidianos, desde cómo sobrevivir a las adversidades de todos los días hasta darnos cuenta de la impermanencia de nuestro ser. Aquí invitamos a cada lector a mantener una capacidad firme de cómo manejar las situaciones y aprender a soportar algo sin alteración. Aquí es donde realmente enumero un sin número de cualidades que ayudarán a solucionar algunos problemas que van apareciendo en el transcurso de la vida. Aquí es donde revelo mi fe en los planes, la omnipotencia y el amor de Dios; también aquí es donde aprenderás a reflexionar sobre cada acción, pensamientos y emociones. Aquí es donde encontrarás el momento necesario para pensar en la consecuencia de cada acción y elegir respuesta más adecuada; todo esto te ayudará a contribuir y a tomar mejores decisiones para obtener un mejor camino. Este contenido está realmente ligado con la paz, la calma, la tolerancia y la perseverancia; aquí es donde todos tenemos que ser optimistas.
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HAGASE LA LUZ

Hágase la luz es prueba de que las mejores historias nunca mueren. En esta atrevida reescritura del Génesis, Dios es una mujer, no es perfecta y, como suele ocurrir, a veces duda de sí misma. También se siente sola. ¿Qué significa ser humano?, ¿cuál es nuestro propósito?, ¿cómo debemos tratarnos los unos a los otros? Las grandes preguntas de la Torá y del Antiguo Testamento aún son las nuestras
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UNA IDEA DE FELICIDAD

Los momentos fulgurantes pueden anidar en cualquier parte, a cualquier hora y bajo cualquier circunstancia. Cuando se manifiestan, la alegría y el placer emergen de manera imprevista, y la realidad, por muy oscura que sea, resplandece durante un instante. La música, en sus polifacéticas formas, también es capaz de desencadenar episodios memorables y actuar como catalizador de sentimientos profundos. Puede elevar nuestro estado de ánimo, proporcionarnos una vía para expresar y procesar las emociones, hacer que fortalezcamos nuestras relaciones de pertenencia con el mundo que nos rodea y, entre otras muchas cosas, ofrecer experiencias que nos permitan establecer una conexión genuina con nuestro propio ser. Wanda Landowska vive uno de esos momentos fulgurantes interpretando a Scarlatti al clave, en medio de un estruendo de cañonazos antiaéreos. Erik Satie protagoniza otro trabajando en la composición de su nueva obra en un café cerca del cementerio de Montparnasse, mientras alterna cantidades industriales de cerveza con tragos de aguardiente. Albert Einstein, en su casa, cada una de las veces que come lentejas con salchichas o interpreta al violín música de su adorado Mozart. Marian Anderson, poniendo el cuerpo y la voz en cada una de sus actuaciones para transformar lo que Martin Luther King Jr. llama el último bastión del elitismo: la música clásica. Winnareta de Polignac, charlando sobre los Cuartetos de cuerda de Beethoven con Virginia Woolf en el salón que la escritora tiene en Londres, en el distrito de Bloomsbury. Imogen Holst, al darse cuenta de que, a través de la música, los habitantes de un pequeño pueblo del suroeste de Inglaterra dan rienda suelta a la necesidad innata de conectarse y expresarse emocionalmente con los demás. Glenn Gould, haciendo todo lo contrario, aislándose del mundo con su piano y su silla enclenque en una sala repleta de micrófonos. Y es que el pianista aseguraba: «mi idea de felicidad es pasar doscientos cincuenta días al año en un estudio de grabación».
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