Con las cámaras de los teléfonos convertidas en apéndices humanos generamos muchas más imágenes de las que podemos consumir, imágenes que nos someten y ante las que, a veces, no queda más que sublevarse. Imágenes que nos degluten y a las que de vez en cuando conviene deglutir. Imágenes que, bajo la alfombra inabarcable de las millones de reproducciones, casi siempre nos ocultan los imaginarios de esta era, que empezó con la nueva derecha poniendo a volar la cabeza sin cuerpo de Lenin sobre el cielo de Berlín y se alarga hasta un presente en el que la nueva izquierda ha echado a cabalgar el cuerpo sin cabeza de Franco en el suelo de Barcelona.
Una brújula para la era del pensamiento único, las teorías conspirativas y la acritud política en un mundo polarizado.
La retórica, como análisis crítico y constructivo del discurso social, es un aprendizaje imprescindible para el respeto, la convivencia y la neutralización de los conflictos en nuestra sociedad, donde campan fake news y haters, con discursos parciales e irreflexivos. David Pujante reivindica y actualiza esta disciplina milenaria, mostrando el proceso de su desatención y las razones de su actual auge en nuestra sociedad mediática. Asimismo, nos enseña el uso político-social del lenguaje, sus efectos persuasivos y sus importantes consecuencias para la vida humana.
Este libro presenta una historia en profundidad de internet, desde sus orígenes, quizás muy alejados de los que sospeche el lector (y tan antiguos, de hecho, como las ideas de Leibniz o el telar de Jacquard), hasta el momento actual. Además, a lo largo de sus páginas Justin E. H. Smith ofrece un esclarecedor examen del impacto y la recepción sociológicos de esta tecnología, deteniéndose en cómo la red ha pasado de augurar escenarios utópicos a constituir el centro de probables distopías en la medida en que ha sido colonizada y transformada por agentes privados e intereses comerciales. "Internet no es lo que crees que es", por tanto, supone una historia y una advertencia ante lo que el mundo del presente podría llegar a ser en un contexto en el que internet y los incontables dispositivos que se sirven de ello no estén sometidos al debido examen ético y legal.
Ha habido muchos ladrones de arte a lo largo de la historia, pero ninguno como Stéphane Breitwieser. Él nunca robó por dinero, sino que sustraía solo aquellas piezas cuya belleza lo embelesaba, y exponía esos tesoros en un par de habitaciones secretas de su casa, donde podía admirarlos a su antojo. Nuestro ladrón tenía, además de una gran sensibilidad artística, una habilidad innata para burlar casi cualquier sistema de seguridad, y consiguió perpetrar un número asombroso de robos a plena luz del día, sin armas ni amenazas, mientras su novia distraía a los guardias de seguridad. Pero ese talento iba unido a un creciente desprecio por el riesgo y una necesidad adictiva de fijarse nuevos retos, ignorando las súplicas de su novia para que dejara de hacerlo, hasta que un último acto de arrogancia acabó con todo.
A lo largo de casi ocho años, Breitwieser recorrió museos y catedrales de toda Europa, donde robó más de trescientos objetos —entre ellos cuadros de Pieter Brueghel el Joven, Antoine Watteau o François Boucher— y llegó a acumular más de 1.400 millones de dólares en piezas de coleccionismo de primer nivel. En El ladrón de arte, un auténtico rompecabezas con giros que resultan casi increíbles, Michael Finkel explora con brillantez la emoción de los golpes que llevó a Breitwieser a seguir adelante y narra de manera genial la historia de este ávido coleccionista para quien los museos no eran más que prisiones donde el arte se encontraba recluido.
En estas páginas nos embarcaremos en un viaje inquietante a través de ocho crímenes, cada cual más terrible, con los que os mostraré y reflexionaré sobre la maldad y cómo puede infiltrarse en los sitios menos esperados.
Indagaré dentro de las mentes enfermas de asesinos, psicópatas, ególatras y monstruos, revelando, desde una perspectiva psicológica y científica, cuáles fueron sus motivaciones y más oscuros secretos que los llevaron a cometer estos crímenes imperdonables.
Y nos haremos preguntas incómodas y no siempre fáciles de responder:
¿Cómo es posible que personas con vidas aparentemente normales puedan infligir tanto dolor, incluso a sus seres queridos?
¿El mal existe realmente o es un intento de darle nombre a las sombras más oscuras de nuestras almas?
¿Podríamos llegar a cometer los actos más viles si nuestra vida hubiera sido diferente?
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Y TEN CUIDADO DE QUE NO TE DEVUELVAN LA MIRADA.
Dos años después de la invasión rusa de Ucrania, Sofi Oksanen, reconocida como una de las narradoras escandinavas más brillantes gracias a novelas tan aclamadas como Purga, se adentra por primera vez en el campo de la no ficción con una crónica tan urgente como necesaria, tan implacable como estremecedora, sobre los crímenes sexuales de las tropas rusas en territorio ucraniano. Y lo hace tomando como hilo conductor dos dramas separados por ocho décadas: el de su tía abuela estonia que, tras una noche de vejaciones por parte del ejército soviético en 1944, enmudeció para siempre, y el de muchas personas que hoy siguen padeciendo un destino similar a manos de los soldados rusos.
A partir de estos casos, Sofi Oksanen nos muestra cómo, aunque nadie se bañe dos veces en el mismo río, la historia del imperialismo ruso no deja de repetirse. Así, la hoja de ruta de Putin recuerda a la de la emperatriz Catalina la Grande en Crimea en 1783 y a la de la Unión Soviética de Stalin, y las tres comparten el mismo modus operandi: negar la cultura e incluso la humanidad del supuesto enemigo, echando mano de una incesante propaganda y repitiendo el mito de la invencibilidad rusa, deportar o asesinar a poblaciones enteras y usar la violencia sexual como un arma más en el contexto de la guerra.
Lleno de lucidez, rabia y esperanza, Dos veces en el mismo río es una indagación de primer orden sobre la historia de la misoginia en Rusia y una valiosa reflexión acerca de las tropelías de los ejércitos, que da voz a las víctimas de unas prácticas que podríamos creer superadas, pero que nunca han llegado a desaparecer