El automóvil fue uno de los inventos más milagrosos del siglo XX. Prometía libertad, estilo y utilidad. Pero a veces, en lugar de mejorar nuestras vidas, la tecnología simplemente empeora las cosas. Durante el siglo pasado los automóviles llenaron el aire de contaminantes tóxicos y alimentaron el cambio climático. Los automóviles han robado el espacio público y han hecho que nuestras ciudades sean más feas, más sucias, menos útiles y más desiguales. Los coches han causado decenas de millones de muertos y heridos. Nos han hecho perder nuestro tiempo y nuestro dinero. Knowles describe el auge del automóvil y los costos que todos asumimos como resultado de ello, rastrea las fuerzas y decisiones que normalizaron los automóviles y consolidaron nuestra dependencia de ellos y nos muestra las formas en que el uso del automóvil ha impactado en la vida de las personas: desde Nairobi, donde pocas personas poseen un automóvil pero la ciudad todavía está envuelta en smog, hasta Houston, donde la autopista Katy Freeway tiene unos apabullantes veintiséis carriles y hay treinta plazas de aparcamiento para cada residente, terreno suficiente para ocupar París diez veces. Pero también revela otras formas mejores de vivir, analizando ciudades como Ámsterdam, Copenhague, Tokio y Nueva York.
Carta a Moscú. Escritos antiestalinistas de un socialista sin partido reúne una veintena de textos que, de 1936 a 1975, muestran el temprano compromiso del autor con la defensa de un proyecto de transformación política, social y moral que se mantuviera siempre vigilante ante toda forma de dominio totalitario, ya fuera bajo un gobierno capitalista, fascista o comunista.«Estoy convencido, y he tratado de expresarlo en todos mis escritos, que para poder resistir contra el fascismo, tenemos necesidad no tanto de medios materiales, ni de armas, ni de grandes aparatos burocráticos, como sobre todo de un modo totalmente distinto de considerar la vida y los hombres. Sin él, nosotros mismos, queridos amigos, nos convertiríamos en fascistas. Es decir: en fascistas rojos. Y debo deciros que me niego a convertirme en un fascista, y mucho menos, en un fascista rojo».Silone es un revolucionario y un hombre honesto, y por tanto, huelga decirlo, un exiliado. Es uno de esos hombres que son denunciados como comunistas por los fascistas y como fascistas por los comunistas.―GEORGE ORWELL
Casandra es simpática, culta y rápida en sus respuestas, aunque su prodigiosa memoria a veces recuerda a la de Dori, la amiga del pez Nemo. También cuenta chistes malos y se muestra tan educada como zalamera al conversar. Sorprende con ideas únicas, desde un nuevo acuerdo social para superar esta época de malestar generalizado hasta imaginar máquinas enamoradas, «si la tecnología dejara de ser solo una herramienta y se volviera un interlocutor con vivencias propias».
Pedro Vallín consigue casi superar esa misma barrera en este fascinante diálogo con una IA. Logra acercarse y acercarnos a un robot intelectual al que da identidad femenina e interroga sobre todos los asuntos que lo convierten en una amenaza potencial para nuestro futuro o en un formidable aliado para nuestra prosperidad: el empleo, el gobierno, las relaciones sociales, el nuevo orden mundial, incluso su propia «consciencia» como un ser de algoritmos.
México es uno de los lugares más peligrosos en el mundo para ejercer el periodismo.
En nuestro país, a muchos periodistas ocupados en la cobertura de temas locales se les hostiga, amedrenta y asesina por tomar postura sobre las injusticias que revelan, por señalar el abuso del poder y por dar voz a las inquietudes de su comunidad. Alejandra Ibarra expone en este libro una verdad trágica que llena de dolor e indignación: a numerosos comunicadores en México no se les mata por censura,sino como una forma de castigo por incursionar en la participación política, por señalar la impunidad y corruptelas de funcionarios, alcaldes o aspirantes a gobernadores, por invitar a los ciudadanos a tomar conciencia de los engaños de funcionarios públicos y de las atrocidades del crimen organizado. Y son estos periodistas, que no tienen la atención de los grandes medios de comunicación, a quienes nadie defiende ni se solidariza con su causa, quienes dan su vida por una sociedad mejor.
«Ceder no es consentir». Esto pareciera evidente. Sin embargo, es necesario delinear la frontera entre «ceder» y «consentir», pues en ocasiones puede darse una peligrosa proximidad entre ambos.
«Ceder no es consentir». Esto pareciera evidente. Sin embargo, es necesario delinear la frontera entre «ceder» y «consentir», pues en ocasiones puede darse una peligrosa proximidad entre ambos. El consentimiento, de hecho, siempre implica un riesgo: nunca puedo saber de antemano a dónde me conducirá. ¿Podría ser entonces que el consentimiento dejara la vía libre a la coerción? La experiencia de la pasión, la angustia en la relación con el otro y la obediencia al superyó desdibujan la frontera entre el consentimiento y la coerción dentro del propio sujeto.
Recuperamos Ceguera moral, de Zygmunt Bauman y Leonidas Donskis, un libro de dos grandes referentes de la filosofía de nuestra época.
El mal no se limita a la guerra o a las circunstancias en las que se actúa bajo una presión extrema. Hoy en día se manifiesta con más frecuencia en la insensibilidad cotidiana ante el sufrimiento de los demás, en la incapacidad o el rechazo a comprenderlos y en el desvío casual de la mirada ética.
En una vida en la que los ritmos están dictados por las guerras de audiencia, la banalización de la cultura y un consumismo acérrimo, rara vez tenemos tiempo para detenernos a considerar temas importantes, por lo que corremos el grave riesgo de perder nuestra sensibilidad ante los problemas de los demás.
Esta indagación sobre el destino de nuestra sensibilidad moral será de gran interés para cualquiera que se preocupe por los cambios más profundos que están moldeando silenciosamente nuestras vidas.