Los antiguos dictadores como Hitler, Stalin o Mao gobernaron mediante la violencia, el terror y la dominación ideológica. Pero en las últimas décadas se ha consolidado una nueva generación de hombres fuertes que, sirviéndose de los medios de comunicación y las redes sociales, ha rediseñado el gobierno autoritario para un mundo más sofisticado y globalmente conectado.
En lugar de una represión abierta y masiva, gobernantes como Vladimir Putin, Recep Tayyip Erdogan y Viktor Orbán controlan a sus ciudadanos distorsionando la información y simulando procedimientos democráticos. Al igual que los propagandistas y voceros en las democracias, estos nuevos dictadores retuercen las noticias para granjearse el apoyo social, cultivar una imagen de competencia y ocultar la censura. Y utilizan las instituciones democráticas para socavar la democracia misma, al mismo tiempo que aumentan el compromiso internacional para obtener beneficios financieros y reputacionales.
La Guerra Fría forzó a que la destruida Europa se convirtiese en una región industrializada y próspera, dotada de un Estado del bienestar que alejara a los trabajadores de toda inclinación hacia el comunismo.
Pero el Mayo del 68, la juventud que más se había beneficiado de toda aquella bonanza se alzaba contra el sistema desde posiciones claramente procomunistas, y la crisis del petróleo de 1973 puso en jaque lo que muchos consideraban el milagro económico de los «treinta años gloriosos».
Entonces, la Escuela de Chicago tuvo la oportunidad de hacer hegemónica su ideología, y el Neoliberalismo acabó por imponerse en países altamente desarrollados, como Gran Bretaña con Margaret Thatcher o con Ronald Reagan en los Estados Unidos.
Por otro lado, la caída del Muro de Berlín fue la ocasión propicia para implantar el liberalismo globalista, provocando un cambio de modelo que daba pie a la élite dominante para apropiarse de los inmensos recursos destinados para el Estado del bienestar.
El mundo contuvo la respiración por unos instantes cuando Yevgueni Prigozhin hizo marchar las tropas de Wagner hacia Moscú en junio de 2023. ¿Qué estaba planeando? ¿Quería tomar el mando militar en el Kremlin, deshacerse de Vladímir Putin? Desde que en 2014 el propio Prigozhin fundara el grupo Wagner, esta empresa militar privada ha sido utilizada por Rusia como su brazo armado en la invasión de Crimea, en Siria para mantener en el poder a Bashar al-Assad, en Libia, la República Centroafricana, Malí, Sudán y, a partir de 2022, en la guerra ruso-ucraniana. Tras una década de brutales intervenciones en el campo de batalla a las órdenes de Putin, su repentina sublevación sorprendió a propios y extraños. ¿Cuál es la verdadera historia del grupo Wagner, y por qué se ha convertido en una de las más temibles y decisivas organizaciones armadas del planeta? En este libro, los investigadores Lou Osborn y Dimitri Zufferey, miembros del colectivo All Eyes on Wagner, desvelan todos los entresijos del funcionamiento de este ejército mercenario y de su relación con el presidente ruso, así como la fascinante y a la vez aterradora historia de su controvertido jefe.
Una extraordinaria lección de historia sobre cómo y por qué naufragan las democracias.
Desde su nacimiento en la Atenas del siglo v a.C., la democracia ha mostrado su fragilidad y ha corrido múltiples peligros. Desde ese momento histórico, han sido pocas las ocasiones en que los ciudadanos europeos (y no todos) han gozado de plena libertad política. ¿Cómo surgen las dictaduras?, ¿cómo se mantienen en el poder?, ¿cómo consiguen manipular el pasado y la información? Este libro explora la historia de los golpes de Estado, desde la antigüedad grecolatina hasta la Marcha sobre Roma de 1922 o la España de 1936. Tras describir la forma en que los sistemas totalitarios arruinan la vida de los ciudadanos, aborda el infame papel de los verdugos y genocidas voluntarios, desde Auschwitz hasta los Balcanes, pero también el valor suicida de tantos resistentes a la tiranía. Apoyándose en lecturas, viajes y en sus experiencias personales como corresponsal de guerra, el autor recorre los paisajes europeos donde dictaduras de todo signo han dejado su impronta y recrea episodios (como la Revolución de los Claveles, la Transición española o la caída del Muro de Berlín) en que, contra todo pronóstico, la democracia consiguió finalmente echar raíces.
Este libro lo explica a partir del colapso de la izquierda. Aquella que creyó que la caída del ecosistema soviético en 1991 iba a devenir en una democracia liberal planetaria que, con sus más y sus menos, garantizaría un progreso apacible de la humanidad.
Sin embargo, a lo largo de las tres últimas décadas, los poderes realmente existentes han gangrenado la libertad y la democracia. Han empequeñecido el reparto de la riqueza y, para conseguirlo, ha resultado imprescindible la colaboración de amplios sectores de las élites políticas e intelectuales progresistas, que han transformado sus esperanzas frustradas en un profundo resentimiento contra todo lo que las hubo alimentado.
Para esa izquierda, la clase obrera conforma un populacho superado por la modernidad y la tecnología, incapaz de desprenderse de privilegios arcaicos y cuya nostalgia la asimila a la extrema derecha identitaria y racista. Al mismo tiempo, es la izquierda que defiende un Estado de seguridad que supuestamente protege a la población de las amenazas acechantes pero que, por el contrario, no para de reforzar el miedo, el odio y la persecución de chivos expiatorios. En definitiva, la izquierda que ha arrinconado la lucha de clases y que apuesta por un Estado de seguridad, va a amalgamarse con el racismo distinguido de los hombres poderosos y con el racismo vulgar de las clases subalternas alienadas.
Entonces, ante esta contrarrevolución en marcha, ¿qué hacer? Rancière tiene unas cuantas propuestas.
En 1970, ante la incierta resaca dejada por el ciclo de protestas que había sacudido Occidente en 1968, Richard Sennett rastreó los orígenes de este malestar hasta las ciudades modernas en que moraban quienes lo padecían. Sería así como daría con el que sería uno de los principios rectores de todo su trabajo posterior: frente al afán regulador que había caracterizado toda la historia del urbanismo, la auténtica riqueza de las ciudades residía precisamente en el carácter caótico e incierto de su naturaleza desordenada, y solo las formas urbanas que fomentasen esta espontaneidad serían capaces de generar una comunidad política abierta, libre y vibrante. Cincuenta años después de su publicación, "Los usos del desorden" sigue siendo un texto fundamental para comprender la influencia que los espacios que habitamos ejercen sobre nuestro desarrollo personal y social, pero sobre todo para encontrar las vías por las que escapar de sus peligros reivindicando los efectos positivos que ciertas formas virtuosas de desorden pueden tener en nuestras vidas. Prólogo de Pablo Sendra