La palabra mágica de hoy es empleabilidad, pero ¿qué significa esto dentro de 5 o 10 años? Inteligencia artificial, machine learning, robots, big data, internet de las cosas…Son los términos que parece que marcarán nuestra vida muy pronto, y es evidente que todo esto impactará en la manera en la que trabajaremos y en nuestras carreras profesionales. ¿Cómo nos preparamos para la evolución del mercado laboral? Sin importar la edad que tengamos, todos somos trabajadores en transición, obligados a la reinvención continua, a la adaptación y al aprendizaje constante, así como a mantener una actitud optimista para que estos nuevos retos nos permitan crecer profesional y personalmente.El autor de El futuro del trabajo explica en esta obra todo lo que hay que saber sobre:•las habilidades profesionales más valoradas,•los sectores con más futuro,•los mitos más frecuentes sobre el mundo laboral,•las 50 profesiones sobre las que habrá más demanda y las que deberán reinventarse, y•cómo prepararse para afrontar estos cambios y sobrevivir al nuevo escenario.
Tras la caída formal de la Unión Soviética en 1992, muchos sectores del mundo libre descansaron en ese triunfalismo que brindaba la sensación de que la utopía colectivista había perdido para siempre. Pero pocos años después, abrazando nuevas banderas y reinventando su discurso, el hoy llamado neocomunismo (o progresismo cultural) no sólo pasó a dominar la agenda política sino, en gran medida, la mentalidad occidental. Los viejos principios socialistas de lucha de clases, materialismo dialéctico, revolución proletaria o violencia guerrillera, ahora fueron reemplazados por una rara ingesta intelectual promotora del "indigenismo ecológico", el "derecho-humanismo" selectivo, el "garantismo jurídico" y por sobre todas las cosas, por aquello que se denomina como "ideología de género", suerte de pornomarxismo de tinte pansexual, impulsor del feminismo radical, el homosexualismo ideológico, la pedofilia como "alternativa", el aborto como "libre disposición del cuerpo" y todo tipo de hábitos auto destructivos como forma de rebelión ante "la tradición hetero-capitalista" de Occidente. El libro Negro de la Nueva izquierda. Ideología de género o subversión cultural, escrito por dos autores tan audaces como Nicolás Márquez y Agustín Laje, constituye el primer libro publicado en Argentina que ataca y cuestiona todos y cada uno de los "dogmas" de un progresismo revolucionario que arrasa buscando destruir la cultura vigente para, sobre sus escombros, reproducir aquel "paraíso" que por error o subestimación muchos dieron por muerto y hoy representa una grave amenaza.
Uno de los libros más famosos de la segunda mitad del siglo XX, el más difundido, el más veces traducido y editado, no tiene lectores ni se encuentra fácilmente hoy en día. No es un fenómeno literario; es un fenómeno sociológico y político. Que no se engañe el curioso lector, este es un manual para la lucha, otra forma de l lamar a la guerra. Un instrumento eficaz como lo fueron para Mao, en la Larga Marcha, la linterna o los mapas. El joven revolucionario ha de llevarlo consigo siempre, consultarlo, aprenderlo de memoria, dormir con él y guardarlo en un bolsillo de la camisa. Es la guerra del pueblo contra sus enemigos, capitalismo e imperialismo. Estos son tan poderosos que el único modo de ganarla es multiplicar los soldados de la joven guardia roja. Del libro se han publicado hasta hoy más de novecientos millones de ejemplares, lo que lo convierte, tras la Biblia y el Corán, en el título más veces publicado de la historia.
En este libro, traducido a doce idiomas y convertido en un clásico, el profesor Moses I. Finley, reconocido mundialmente como uno de los grandes renovadores de la historia antigua, estudia las formas de gobierno de las ciudades-estado de Grecia y de la Roma republicana, sociedades ambas que, con diferentes instituciones y distinta historia, tenían sin embargo en común una base económica agraria, un sistema social jerarquizado y la admisión de las clases inferiores en el marco institucional. El profesor Finley hace aquí un análisis magistral de la lucha por el poder en el seno de esas sociedades, del papel desempeñado en esa lucha por guerras y conquistas, del sutil juego de las ideologías, de la frágil estabilidad de las alianzas: en una palabra, de la «invención» de la política.
Colombia, en los años noventa, era un país sumido en el caos con un gobierno débil que combatía a la guerrilla y a los narcotraficantes inmersos en una guerra liderada por Pablo Escobar y sus eternos rivales: los hermanos Rodríguez Orejuela, del cartel de Cali. Jorge Salcedo, ingeniero, oficial de la reserva del ejército, un hombre de negocios respetado, padre de familia, que despreciaba a Escobar, entró a formar parte del cartel de Cali para convertirse en el jefe de seguridad de uno de los capos. Salcedo pretendía ignorar la corrupción, la violencia y la brutalidad que lo rodeaba, y luchó por preservar su integridad con grandes dificultades, hasta que un día recibió una orden directa del padrino que no podía cumplir pero tampoco desobedecer. Salcedo comprendió entonces que su única salida era traicionar al sindicato del crimen más rico y poderoso de todos los tiempos, arriesgarlo todo e intentar derrotar a los de Cali en un juego a vida o muerte en el que eran muy pocas las posibilidades de ganar.
La percepción generalizada de que la vida va más deprisa que antes ha arraigado en nuestra cultura, y solemos culpar de ello a los smartphones y a Internet. Pero ¿acaso no es el único propósito del smartphone proporcionarnos un acceso tan rápido a las personas y a la información que nos libere para hacer otras cosas? ¿No se supone que la tecnología debía facilitarnos la vida? En Esclavos del tiempo, Judy Wajeman explica por qué a partir de nuestras experiencias con la tecnología digital deducimos de forma inmediata que esta acelera inexorablemente la vida cotidiana. La autora argumenta que no somos menos rehenes de los dispositivos de comunicación, y que la sensación de andar siempre apurados es el resultado de las prioridades y parámetros que nosotros mismos establecemos. De hecho, estar siempre ocupados y llevar una vida ajetreada ha pasado a tener un valor positivo en nuestra cultura basada en la productividad.