La 23.ª edición del Diccionario de la lengua española, disponible desde hoy en las librerías, registra 93 111 artículos, unos 5000 más que los incluidos en la anterior (2001) y más del doble de los aparecidos en el primer diccionario de uso de la RAE, publicado en 1780. Las enmiendas introducidas en esta vigesimotercera edición suman unas 140 000, que afectan a un total de 49 000 artículos. Las supresiones de artículos serán aproximadamente 1350. La aparición, entre 2009 y 2011, de un importante grupo de obras académicas (la Nueva gramática de la lengua española, la Ortografía de la lengua española y el Diccionario de americanismos) ha hecho necesario el desarrollo de trabajos de armonización entre los contenidos de estas obras y el Diccionario. Con ello, se consolida la doctrina lingüística común que subyace a toda la producción académica. En esta línea, cabe destacar la regularización en el DRAE del tratamiento de las marcas geográficas americanas, así como la revisión de los extranjerismos.
Ya puedes ser superprofesional en inglés o aprender chino que, si no dominas el lenguaje del Boletín Oficial del Estado, pringas. Este diccionario ilustrado traduce, de forma directa y clara, sin rimbombancias jurídicas, los conceptos que necesitas entender porque, quieras o no, lo que se publica en el BOE te afecta. Y el libro lo explica con retranca ―habrá que reírse al menos― y con una retahíla de ejemplos de abusos perpetrados por quienes sí entienden, y bien, el lenguaje de la burocracia.
¿Por qué cada vez que un titular reza «el Gobierno aprueba tal ley» está mintiendo? ¿Qué pasa si bajamos el lenguaje administrativo a lo cotidiano y usamos una cosa que se llama «disposición derogatoria» para tumbar todo lo feo que hemos dicho hasta ese momento, así de golpe? ¿Qué es un decreto ley, cómo se ha usado y por qué en realidad es un poco como hacer trampas? ¿Por qué quienes nos gobiernan tienen esa manía de mezclar el tocino con la velocidad en un mismo texto legal? Todo está conectado, y las normas son una maraña más enrevesada que la pizarra de un detective investigando a un asesino en serie. Pero si las entiendes, ni te pierdes ni te engañan.
Estás ante un libro raro, sí, que combina la capacidad de Eva Belmonte de entender y traducir a los humanos el lenguaje del BOE con la visión aguda y sarcástica de las viñetas de Mauro Entrialgo.
El Libro de estilo de El País no es una gramática ni un diccionario al uso. Se trata simplemente de una pequeña Constitución, de un contrato con los lectores, un código interno que dota al periódico de personalidad propia y facilita la tarea a quienes se informan con el; lo que no obsta para que sirva además como referencia a todas las personas que aspiran a una escritura esmerada. La obra incluye por un lado los pilares eticos del diario y la manera en que deben comportarse profesionalmente sus periodistas; y por otro, un diccionario de palabras que emana de esos principios, entre los cuales figura la aspiración de conseguir una comunicación clara. En esta edición, que aborda tanto la vertiente impresa como digital de El País, se han incorporado y actualizado diversas normas sobre el tratamiento informativo de la violencia machista y sobre el sexismo en el lenguaje. En ella encontrarás tambien todos los elementos que llevan haciendo de este manual durante decadas un instrumento imprescindible para profesionales de la comunicación, editores y escritores.
Escribir bien nunca fue tan fácil
Nos enfrentamos sin descanso a las dudas ortográficas más comunes. Las erratas están a la orden del día, y a menudo se nos olvida hablar con propiedad. Desafiando el aburrimiento y el tedio asociados al aprendizaje de la norma académica, este pequeño manual se va a convertir en tu herramienta de confianza: un botiquín de primeros auxilios para todo aquel que quiera superar los apuros más recurrentes y aprender a escribir sin faltas. ¡Se acabó perder una discusión por culpa de que alguien aproveche tu desconocimiento lingüístico para tumbarte un argumento demoledor!
Se han producido en nuestro tiempo cinco notables acontecimientos que están reclamando adaptaciones del lenguaje oficial de un modo mucho más intenso de lo que cualquier otro fenómeno técnico o social haya llegado a afectarlo a lo largo de la historia.
El primero de ellos es el reconocimiento del derecho a comprender como un derecho subjetivo y exigible de los ciudadanos. El segundo está inmediatamente vinculado al anterior e impone a los poderes públicos y entidades que prestan servicios de interés general la adopción de un lenguaje claro cuando se dirigen a los ciudadanos. […] El quinto de los acontecimientos que me parece reseñable desde el punto de vista de los impactos contemporáneos en la cultura del lenguaje claro es la aceleración que está cobrando la inteligencia artificial. En este caso, asistimos a un fenómeno único en la historia como es el de las máquinas parlantes, herramientas dotadas de inteligencia artificial que pueden utilizar el lenguaje natural como los humanos… o mejor incluso que los humanos. Estas máquinas son programadas por sus fabricantes y atienden a reglas algorítmicas que no necesariamente asumen los cánones de la normativa de la lengua. Separarse de la normativa general puede afectar a la claridad de los mensajes, y propiciar la emergencia de variantes lingüísticas, dialectos digitales o jergas nuevas que introduzcan confusión en los usos de una lengua, como la española, hasta ahora regido por una normativa universal y única.
(De la «Introducción»)