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209 RUE SAINT-MAUR, PARIS

Ante nosotros, una fachada en apariencia anodina: el número 209 de la rue Saint-Maur, en París. Sin embargo, desde la década de 1850 hasta nuestros días, entre sus paredes se han gestado amores, amistades y tragedias; se han sucedido generaciones de niños, artesanos y trabajadores, inmigrantes del este o del sur de Europa. Allí, lo ordinario de la vida cotidiana se ha codeado con lo extraordinario y lo más violento de la Historia del siglo xx, desde las barricadas de la Revolución de 1848 y los enfrentamientos de la Comuna de París hasta las peores horas de la redada del Vélodrome d’Hiver, en 1942, que se saldó con la deportación de cincuenta y dos de sus habitantes. Con perseverancia, exactitud, humildad, delicadeza y rigor, como resultado de incursiones en todo tipo de archivos, Zylberman rescata no sólo documentos y datos, sino también fotografías, tanto históricas como personales. De igual modo, gracias a multitud de conversaciones, recupera testimonios fundamentales. El resultado es conmovedor, turbador, apasionante: las historias y las imágenes se entrelazan como en una novela, como las piezas de un rompecabezas. Ahora bien, en el caso de Zylberman esta autobiografía de un edificio es también una forma de escritura de sí: su contagiosa empatía hace vibrar el libro, hace resonar en el patio, en los apartamentos y en los pasillos todas las voces vivas o extintas que lo han frecuentado. Recorre la vida pasada y presente de sus habitantes y nos of rece una palpitante reflexión sobre las huellas del pasado, los lugares donde reside la memoria y el vínculo invisible entre los vivos y los muertos; en definitiva, una narración soberbia que nos invita a convertirnos en un vecino más. Al mismo tiempo erudita y sentimental, esta investigación fascinante y sublime recuerda tanto a la obra de Svetlana Alexiévich como a la Patrick Modiano, al «Hotel del Norte», de Eugène Dabit, a «La vida instrucciones de uso», de Georges Perec.
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LA FLOR ROJA

En enero de 1907, cuando solo tenía veintiún años, Natacha Klimova fue condenada a muerte por participar, junto a otros miembros del movimiento maximalista, en un atentado contra el ministro del Interior del régimen zarista. La pena fue conmutada por cadena perpetua, pero antes, mientras esperaba la sentencia, Klimova había escrito a su familia una extensa carta que acabó publicada en la prensa y que conmovió a buena parte de la sociedad rusa. La historia de Natacha Klimova no había hecho más que empezar. Pero ¿quién fue Natacha Klimova? ¿Cómo llegó una joven de la nobleza de Riazán a colaborar en el mayor atentado terrorista de la Rusia prerrevolucionaria? ¿Cómo consiguió escapar de prisión y qué fue de ella durante su vida como fugitiva? Maud Mabillard decidió seguir la pista de Klimova y reconstruir su historia a través de cartas, documentos policiales y testimonios de quienes la conocieron. El resultado es esta Flor roja que, además de llenar los vacíos biográficos de Natacha Klimova, ayuda también a componer el complejo puzle político y social de la Rusia de comienzos del siglo xx. Un texto en el que habitan ideólogos, espías, campesinos o literatos —Tolstói y Mayakovski, entre otros, transitan por estas páginas— y que, sin perder el rigor del documento histórico, adquiere por momentos la tensión de una trama policial.
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CELESTE. BIEN SUR MONSIEUR PROUST

Marcel Proust no habría llegado tan lejos en la escritura de su obra maestra sin la ayuda de una persona en la sombra: Céleste Albaret. Ella lo atendió con mimo y devoción durante nueve años hasta el mismo día de su muerte. Ingenua, pero a la vez inteligente y refinada, y dotada de una infinita paciencia e intuición, Céleste hizo las veces de secretaria, mensajera, sirvienta, madre y fuente de inspiración. Pronto Marcel y Céleste se hicieron indispensables el uno para el otro: una relación que no estuvo exenta de asperezas y que derivó en una amistad profunda y muy fructífera. Chloé Cruchaudet traza el retrato íntimo y apasionado de una mujer única y capta de manera inigualable la magnética atmósfera de un tiempo perdido.
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