Fuki-no-tô, la granja de Atsuko, de Aki Shimazaki, es la esperada cuarta parte de La sombra del cardo, uno de los grandes éxitos de la literatura japonesa.
Atsuko es feliz en la pequeña granja con la que siempre ha soñado. Su negocio va bien y pronto necesitará contratar ayuda. Cuando su marido aceptó dejar la ciudad para compartir con su familia esta vida en el campo que no es propia de él, ella supo reconocer los sacrificios que le costó. Pero una amiga del pasado reaparece en la vida de Atsuko, quien tendrá que ordenar su existencia y sus deseos, tan enredados como un bosque de bambú abandonado.
En Fuki-no-tô, la granja de Atsuko, Aki Shimazaki sigue desplegando su biombo narrativo y ahora nos muestra la vida de la esposa de Mitsuo, el protagonista de Azami, el club de Mitsuko.
En esta obra recogemos tres relatos inéditos y un poema (que sirve de introducción al cuento que da el título al libro) que representan el lado más profundo y familiar en la producción de Rudyard Kipling, autor de obras inmortales como Kim, El hombre que pudo ser rey o El libro de la selva. Tres historias que encarnan sendas facetas en la existencia del autor británico: el compañerismo durante la Primera Guerra Mundial, conflicto en el que perdió la vida el hijo del escritor; su pertenencia a la masonería; y, finalmente, su pasión por Jane Austen, cuyos libros solía leerles a su mujer y a su hija. Los tres temas se entrelazan sutilmente en estos textos, nunca publicados hasta ahora en español. Como dice la traductora Paloma Díaz Espejo en el postfacio que acompaña al volumen: «La producción quizá más personal de Kipling es la que se presenta aquí, pues recoge alguno de los intereses más íntimos que marcaron su vida».
Ganadora del Fence Modern Prize y del Believer Book Award, la despiadada novela de debut de la autora del fenómeno Mi año de descanso y relajación: «Todo un viaje» (The Times)
**LIBRO DE LA SEMANA POR ABRIL**
UNO DE LOS LIBROS MÁS ESPERADOS DE 2024 POR LA VANGUARDIA
«Posiblemente la autora estadounidense más interesante de su época». -The New York Times
Salem, Massachusetts, 1851: McGlue, marinero rudo, tramposo y canalla, nos habla desde la bodega mugrienta del barco en la que está retenido, en un estado de embriaguez intermitente que vuelve la realidad ambigua. Divaga entre recuerdos borrosos y teje una fina línea entre la niebla del alcohol y las trampas de la memoria. Es posible que haya matado a un hombre, y que ese hombre fuera su mejor amigo. Ahora, solo quiere un trago para acallar las aterradoras sombras que acompañan a su indeseada sobriedad.
A medio camino entre un cuento de piratas y un western, la primera novela que escribió Ottessa Moshfegh huele a vómito, sangre, pólvora, whisky, sal, sudor y madera vieja, y demuestra que desde el principio supo ser nihilista y superlativa.
Venecia, 1725. Mientras una epidemia de viruela siembra de víctimas la ciudad, el cuerpo sin vida de una mujer perteneciente a una de las familias más ilustres aparece en las aguas del Rio dei Mendicanti. El pintor Canaletto es convocado en la sede de los inquisidores del Estado. Uno de sus cuadros más recientes representa una escena en el lugar exacto en el que ha aparecido el cadáver de la mujer, y hay quien sospecha de la implicación del artista en el crimen. El dux en persona le encarga la misión secreta de investigar el homicidio y la presencia de cierto noble en la escena del crimen. En sus pesquisas, Canaletto descubrirá una ciudad desconocida.
¿Qué secretos se ocultan en los palacios venecianos?
¿Qué verdades deberían permanecer sepultadas?
Con la llegada del verano, Zaira deja de lado su faceta de maestra para echar una mano en el chiringuito que su familia regenta en la playa de Benalmádena. Son los meses de más trabajo, pero también de más beneficio para sus primos, con los que mantiene una estrecha relación desde que se quedaron huérfanos.
Sin embargo, una oleada de racismo sacude a esta familia gitana cuando uno de sus miembros es acusado de un grave delito. Con el apoyo de sus parientes y amigos, Zaira tratará de dilucidar la verdad y proteger a quien más quiere de ese odio irracional y descontrolado que los amenaza sin piedad.
El 16 de julio de 1990, Liliana Rivera Garza, mi hermana, fue víctima de un feminicidio. Era una muchacha de 20 años, estudiante de arquitectura. Tenía años tratando de terminar su relación con un novio de la preparatoria que insistía en no dejarla ir. Unas cuantas semanas antes de la tragedia, Liliana por fin tomó una decisión definitiva: en lo más crudo del invierto había descubierto que en ella, como bien lo había dicho Albert Camus, había un invencible verano. Lo dejaría atrás. Empezaría una nueva vida. Haría una maestría y después un doctorado; viajaría a Londres. La decisión de él fue que ella no tendría una vida sin él.
Hace apenas un año decidí abrir las cajas donde depositamos las pertenencias de mi hermana. Su voz atravesó el tiempo y, como la de tantas mujeres desaparecidas y ultrajadas en México, demandó justicia.
El invencible verano de Liliana es una excavación en la vida de una mujer brillante y audaz que careció, como nosotros mismos, como todos los demás, del lenguaje necesario para identificar, denunciar y luchar contra la violencia sexista y el terrorismo de pareja que caracteriza a tantas relaciones patriarcales.