«Esta es la historia de una mujer sensata que, cuando se dio cuenta de que todo lo que le habían contado era mentira, fue al juzgado, denunció los hechos y lo puso todo patas arriba».
Hace casi veinticinco años, Nevenka Fernández, concejal de Hacienda de Ponferrada, dimitió y acusó al alcalde, Ismael Álvarez, de acoso sexual. Sin embargo, el valor para contar públicamente lo que estaba sufriendo en silencio no tuvo un efecto lógico: la justicia falló a su favor y el acusado se vio obligado a renunciar su cargo, sí, pero ella fue sometida a un juicio público y mediático paralelo que acabó forzándola a abandonar el país.
A partir de entrevistas con la protagonista y del seguimiento del proceso judicial, Juan José Millás narra en Hay algo que no es como me dicen la crónica de este caso real —hoy todavía vigente— de lucha contra el machismo, e investiga los mecanismos por los que alguien se convierte en víctima y sin embargo logra hacerse con los recursos internos para salir de esa situación.
En medio de un indeterminado paisaje mediterráneo, un soldado exhausto y cubierto de suciedad huye de la violencia de la guerra, pero su plan de cruzar la frontera se tuerce cuando se encuentra con una mujer que también intenta escapar de la barbarie.
El 11 de septiembre de 2001, a bordo de un barco fluvial en las afueras de Berlín, el atentado contra las torres del World Trade Center interrumpe unas jornadas para rendir homenaje a Paul Heudeber, un brillante matemático de la RDA que, a pesar del fracaso de la utopía comunista, permaneció fiel al lado oriental del muro hasta su muerte. Casi veinte años después, y con la guerra de Ucrania de trasfondo, la hija de Heudeber evoca ese día y la trágica vida de Paul y de su madre, una figura ausente y contradictoria.
Hace seis meses que la abuela Carmen se abrió las venas en la bañera, y nadie ha sabido aún por qué. Ahora, sus cuatro nietas vuelven a la casa del pueblo en la que murió y que han heredado.
Lis se está recuperando de una crisis que sufrió allí mismo y solo quiere vender la casa y pasar página. Su hermana Erica sueña con organizar retiros espirituales y paseos botánicos. Olivia, prima de Erica y Lis y la mayor de las nietas, es cardióloga y busca en cada cajón alguna pista que ayude a explicar el final de la abuela. Por su parte, Nora, la hermana desastre, se plantea dejar que su camello utilice la casa como almacén para su mercancía.
Cuatro mujeres jóvenes y un legado común por descifrar: ¿una casa o una maldición que corre en los genes?