Una obra autobiográfica del dios del manga.
Finales de 1944, la Segunda Guerra Mundial aún no llegaba a su fin y las fuerzas norteamericanas empezaron una serie de intensos bombardeos contra las ciudades más grandes de Japón como Osaka, donde se llegaron a contar cerca de 10 000 civiles muertos. Tezuka tenía 16 años, él junto a sus compañeros fueron movilizados a Osaka para trabajar en un arsenal del ejército japonés.
En esos años, el dios del manga era constantemente reprendido por sus superiores, pues se la pasaba dibujando cómics en lugar de hacer su trabajo y un día su castigo consistió en subir a la torre de vigilancia para avisar si veía a los bombarderos B-29 de los Estados Unidos. No obstante, cuando empezó la alarma del ataque aéreo, no tuvo tiempo de bajar quedando expuesto en una de las edificaciones más altas de la fábrica. Entonces, una bomba cayó en el techo a dos metros de él y Tezuka cayó gritando de lo alto de la torre, pero milagrosamente logró sobrevivir. El futuro mangaka describe que el suelo y las casas de los alrededores estaban en llamas y del cielo caía una lluvia de hollín. En medio del caos, el chico decidió subir a la ribera del río Yodogawa y pudo apreciar los enormes cráteres donde habían caído las bombas y los cuerpos calcinados que se podían distinguir unos encima de los otros.
«Las voces bajas es la novela de la vida. Son las voces de los niños, las mujeres que hablan solas, los emigrantes, los muertos, los animales... Las voces de los que no quieren dominar y se alimentan de palabras y cuentos.»
Desde la primera página late algo singular en Las voces bajas. Escrita al modo de una autobiografía, todo parece verdad y todo, imaginación. Es el efecto de una novela de la memoria encendida. El libro arranca en una geografía real donde la mirada de la infancia va descubriendo, con una mezcla de miedo, estupor y maravilla, lo que de extraordinario hay en la existencia de la gente corriente.
«No sabemos bien lo que la literatura es, pero sí detectamos la boca de la literatura. Tiene la forma de un rumor. De un murmullo. Puede ser escandalosa, incontinente, enigmática, malhablada, balbuciente. Yo conocí muy pronto esa boca. En aquel momento era, ni más ni menos, la boca de mi madre hablando sola.
La segunda parte de las famosas antologías de Hitchcock.
Con relatos de Shirley Jackson, Roald Dahl, Patricia Highsmith, Muriel Spark y muchos más.
Confío en que hayas estado debidamente ocupado desde la última vez que nos vimos. Mi tío Albert, desempleado de profesión, solía decirme que las manos ociosas conducen a la travesura. Así pues, por mi parte, he dedicado este ínterin a preparar una nueva colección con la que deleitar a los lectores. [...] Por tanto, si así lo deseas, asegúrate de haber cerrado bien la puerta, dale otra vuelta a la llave por si acaso y pasa la página para empezar a leer.