El autor de estas páginas, nació el 1 de septiembre de 1906, en Navarrete, entonces una aldea situada a 22 Kms. de la ciudad de Santiago. Sobre la fecha de 1906 han existido siempre contradicciones en la familia, Lidia, mi hermana mayor, quien llevaba un libro de notas de los acontecimientos familiares importantes sitúa el nacimiento en 1907.
Ha ya más de tres décadas que un distinguido hombre de letras afirmó que con La sangre quedaba «creado el molde de la verdadera novela dominicana», observando atinadamente que «este libro de Cestero y el Enriquillo de Galván se estiman los mejores exponentes de la literatura dominicana hasta el presente». Pedro Henríquez Ureña, Historia de la Cultura en la América Hispana.
Las Memorias de Johnny Abbes García esperaron casi medio siglo para ser publicadas. No era necesario que se esperara tanto tiempo para conocer su punto de vista. La historia se reconstruye confrontando distintas fuentes, y la opinión de Johnny Abbes García es demasiada importante como para dejarla pasar inadvertida. Como es de esperarse, estas Memorias son una especie de mea culpa de su autor, y lo que es peor, en la misma se calla sobre muchos acontecimientos que otras fuentes lo incriminan. De todas maneras, estas Memorias deben ser conocidas, y que cada quien se forme su propio juicio.
Poco antes de la medianoche entre el sábado 3 y el domingo 4 de julio, 1982, un abrumado hombre de 71 años de edad está sentado en un antiguo sillón de barbero forrando en piel, instalado en el baño de su oficina. Repasa minuciosamente los detalles de sus últimas conversaciones con su yerno, que lo espera afuera sin sospechar que no saldrá de allí por su propio pie...
El Diccionario de dominicanismos de Orlando Inoa (Letra Gráfica, 2010) es la más completa compilación de los vocablos que los dominicanos usan cotidianamente para comunicarse. Por su contenido este diccionario viene a ser como un 'estado de la cuestión' de los dominicanismos de hoy día en la República Dominicana, además de rescatar muchos que ya están en desuso. Sumado a los aportes que hace este diccionario, se compendian las palabras que han sido recopiladas por sus antecesores. Su visión no solo se circunscribe al área dominicana, sino que rastrea en el Caribe hispano la presencia de estos vocablos, confirmando si mantienen su misma acepción o han adquirido otras nuevas. Es importante el respaldo bibliográfico que acompaña esta obra, así como la dilucidación de muchos términos tanto en su aspecto filológico como en su concepción antropológica y cultural. Este diccionario es imprescindible para saber cómo habla el dominicano. Es una obra que no debe faltar en la bibliografía de los que escriben sobre la República Dominicana.
Este no es un libro de análisis. Es una obra de amor, y si de algo me culpo es de no haber acertado a escribirlo con toda la pasión de que es susceptible la naturaleza humana.
Desde las primeras líneas de esta novela ambientada en Santo Domingo en el lapso de la revolución de abril de 1965, Juan Carlos Mieses nos arrastra hacia el mundo de ayer que sobrevive en la memoria y en el corazón del narrador: un hombre, que al final de un largo exilio, regresa a su ciudad natal "como un triste viajero del tiempo, sin sospechar que sólo en el recuerdo las cosas no cambiaban, que únicamente en la añoranza era inmutable la continuidad del pasado." En esta estremecedora y sorprendente narración —en la cual la ternura convive con la impiedad— ese hombre que había "venido a recuperar su memoria y había tropezado con una ilusión, con un juego de luces y de sombras", recrea con la inevitable y entusiasta complicidad del lector los momentos más dramáticos de su vida; aquellos que definieron para siempre su destino.
Abril apareció de pronto en cada una de nuestras manos, invitándono a tomar el fragmento de luz que el día nos entregaba. No renegamos del pacto de amor firmado con la sangre, porque en el corazón del llanto se batían los sueños que habíamos cobijado a través de laberintos de una historia repetida. Te tomaré las manos y las asiré a mi pecho, descubriré zonas que fui creando al salir de tu vientre para proteger las huellas de amor que me entregaste. Las demás madres que construyen este ejército de amor contigo, edifican también nuevos caminos. La muerte cruza veloz por estos pinares que nos conducen a estaciones confundidas entre sí. Preñadas de nuevas criaturas que nacen desde el agua enarbolando banderas que prolongan la identidad del sueño. Porque soñar en una guerra es despertar; porque soñar en una guerra es un sueño difícil más cerca de la muerte que el insomnio.
Estamos ante un libro alucinante en el que la sociedad se refleja como si estuviera ante un espejo hecho de nocturnidades y del que podemos extraer, en su brevedad, lecciones importantes. Manuel Rueda