Tras un misterioso cataclismo, Gran Bretaña ha quedado despoblada y se ha restituido un estilo de vida preindustrial. Hay un fulgente resurgimiento de la naturaleza y ha crecido un lago gigantesco en el centro de la isla, con una ciénaga tóxica en la antigua ubicación de Londres. En la Inglaterra salvaje posterior al cataclismo reinan la esclavitud, la violencia y la barbarie. Lejos de ser un destino bucólico al que escapar, la naturaleza es una trampa mortal. Por este paisaje distópico se mueve Felix Aquila, un joven tan misántropo como marginado, quien, incapaz de sobreponerse a la brutalidad que lo rodea, termina huyendo del nuevo mundo y tratando de reiniciar la civilización por su cuenta. Novela visionaria, considerada un ejemplo temprano de ficción postapocalíptica, Inglaterra salvaje (1885), la obra más extraña del célebre naturalista británico Richard Jefferies, ha sido reivindicada como un referente de la ciencia ficción victoriana; precursora de temas e historias contemporáneos, constituye una imaginativa y profética incursión en los resultados evolutivos de la catástrofe ecológica, donde, tras la caída de la civilización, asistimos a un viaje iniciático en el que el protagonista deberá enfrentarse a una sociedad neomedieval en el marco de una naturaleza desatada.
Aunque el cenit de la literatura polaca suele estar asociado a sus grandes autores románticos, ya en el siglo XVI Jan Kochanowski (1530-1584) había elevado al más alto nivel literario la lengua del país. Y es que, verdadero humanista y hombre del Renacimiento, Kochanowski desplegó a lo largo de toda su obra una abrumadora erudición filológica, filosófica e histórica que supo combinar perfectamente con una sutilísima expresividad artística. Entre toda su producción, los "Trenos" (1580), un delicado conjunto de elegías dedicado a su hija Úrsula, muerta con solo dos años y medio, brillan con especial intensidad, y es que no habrá en toda la literatura polaca otras voces o sensibilidades que puedan equipararse a su ingenio, calidad expresiva y maestría compositiva hasta que Adam Mickiewicz, ya en el XIX, haga su aparición.
Nueva edición del Herbario que recolectó y clasificó Emily Dickinson (entre los años 1839 y 2846), acompañado por una Antología Botánica de poemas que giran en torno a las plantas, árboles y flores, en edición bilingüe con traducción de Eva Gallud.
Toda mentalidad religiosa cree en lo sobrenatural y también en la existencia de un principio del bien y otro del mal que se hallan enfrentados en una lucha de resultado incierto. La «creencia, casi universal, en la comunicación entre los mortales y seres más poderosos que ellos» ha propiciado a lo largo de la historia, en ausencia de razonamiento científico y de pruebas empíricas, cuando no de simple sentido común, la familiaridad de los humanos con seres o criaturas que a veces son relativamente benignos como las hadas, los elfos o los duendes y a veces directamente satánicos.
La "Colección de relatos de Uji" ("Uji shui monogatari", en japonés) representa una de las más importantes recopilaciones medievales de cuentos de Japón. Sus historias, a menudo de carácter moral o edificante, aunque igualmente ricas en humor y descripciones de costumbres, representan fielmente, desde la tradición oral, la mordaz mirada crítica y el escarnio a la ambivalencia ética de diferentes figuras religiosas. Además, suponen un importante corpus para los estudios japoneses, pues reflejan la disparidad con que las distintas clases sociales interpretaron en este momento temprano las enseñanzas budistas. Este volumen, que pretende dar muestra tanto de su riqueza como de su diversidad, presenta una antología de los principales relatos de la colección, que se acompaña de un minucioso aparato crítico destinado a garantizar su comprensión y el disfrute de su lectura.
Así comienza En busca del tiempo perdido, considerada una obra maestra de la literatura universal, y una de las más influyentes en los ámbitos de las letras, el arte y la filosofía. Publicada en siete entregas, la primera de ellas, Por el camino de Swann, vio la luz en 1913. Esta nueva traducción de Mercedes López-Ballesteros, apadrinada por el escritor Javier Marías, quien llegó a leer entusiasmado la primera parte, es exacta, fiel y de gran aliento, y transmite certeramente el famoso estilo proustiano. En estas páginas deslumbran al lector las evocaciones de la infancia del narrador, sus inteligentes digresiones, los agudos diálogos y el retrato de personajes inolvidables, entre los que destaca Charles Swann. Alabado tanto por su estilo como por sus aportaciones estéticas, en este primer volumen de la saga ya se apuntan los grandes temas que preocupaban a Proust: el arte, la memoria, la naturaleza humana y, por supuesto, el Tiempo.