«Además, hay que desconfiar constantemente de la memoria. Al final los recuerdos siempre tienen algo de invento. ¿O no?»
¿Cómo se registran las huellas que deja otra persona a lo largo de una vida? ¿Qué se convierte en recuerdo y qué se desecha? Aquí aparecen veinticuatro momentos, fotos que congelan por un instante la relación entre Vera y Cecilia, que arranca en una plaza de barrio cuando solo tienen tres años. Enmarcadas por los hechos que agitan al país durante varias décadas -la sombra de Malvinas y la dictadura, las crisis económicas, los cambios culturales-, estas escenas hablan de los claroscuros de la amistad. Desde los juegos de la infancia, las complicidades y los celos a las primeras experiencias amorosas, las parejas, los hijos, las pérdidas, las peleas y los reencuentros. Hay un secreto familiar que se persigue. Una madre que silencia. A través de esos instantes detenidos, la autora logra que el lector pueda ver, literalmente, a estas dos mujeres que comparten la vida durante cincuenta años.
Tilda ama las matemáticas y la natación, pero por encima de todo a su hermana, la pequeña y fantasiosa Ida. Su madre es alcohólica, su padre las abandonó hace tiempo y la vida de Tilda fluctúa entre sus estudios en la universidad, el trabajo de cajera en un supermercado, las labores domésticas y obligaciones familiares y los 22 largos que nada todos los días en la piscina.
Cuando un profesor le ofrece la posibilidad de realizar un doctorado en Berlín, empieza a vislumbrar por fin la libertad; pero antes de dar ese paso debe ayudar a Ida a valerse por sí misma. La tarea resulta ardua, porque la situación familiar está a punto de estallar, pero en ese momento aparece Viktor en la vida de Tilda, un chico solitario que, como ella, oculta una herida y nada 22 largos todos los días. Su presencia provocará un vuelco en la historia de los tres.
Edición especial del clásico distópico más vigente de nuestro tiempo
En el mundo de 1984, los autócratas sin escrúpulos se aferran al poder por el poder mismo, la historia se inventa a diario y las masas perviven en la ignorancia de los hechos más elementales. No solo se falta sistemáticamente a la verdad, sino que el lenguaje público se reduce a su mínima expresión, una avalancha de consignas breves e inanes, orientadas a fabricar consenso o crear enemigos.
¿Y si la clave para entender el presente fuera una novela escrita hace 70 años?
Año 1984. Londres es una ciudad lúgubre en la que la Policía del Pensamiento controla la vida de los ciudadanos. Winston Smith es un peón de este engranaje perverso y su cometido es reescribir la historia para adaptarla a lo que el Partido considera la versión oficial de los hechos. Todo cambia cuando decide replantearse la verdad del sistema que los gobierna.
En el año 1984 Londres es una ciudad lúgubre en la que la Policía del Pensamiento controla de forma asfixiante la vida de los ciudadanos. Winston Smith, un peón de ese engranaje perverso, trabaja reescribiendo la historia a fin de adaptarla a lo que el Partido considera la versión oficial de los hechos. Hasta que decide poner en tela de juicio el sistema que los gobierna y somete. A poco de publicar la novela, Orwell escribió: «No creo que la sociedad que he descrito en 1984 necesariamente llegue a ser una realidad, pero sí creo que puede llegar a existir algo parecido». Corría el año 1948, y desde entonces la historia se ha encargado de convertir esa obra -entonces de ciencia ficción- en una advertencia más vigente que nunca.
En el año 1984 Londres es una ciudad lúgubre en la que la Policía del Pensamiento controla de forma asfixiante la vida de los ciudadanos. Winston Smith es un peón de este engranaje perverso, su cometido es reescribir la historia para adaptarla a lo que el Partido considera la versión oficial de los hechos... hasta que decide replantearse la verdad del sistema que los gobierna y somete.