Pasta, guita, plata, parné, duros. Da igual cómo lo llamemos, pero lo cierto es que el dinero importa ahora más que nunca. En El triunfo del dinero Niall Ferguson demuestra que la historia de las finanzas es el trasfondo de toda la Historia.
¿Cuándo pasó el dinero de metal a papel? ¿Por qué los tipos de interés suben y bajan como un yoyó? ¿Por qué la gente nunca aprende que las burbujas bursátiles siempre acaban estallando? ¿Por qué los seguros ya no son la mejor manera de protegerse contra el riesgo? ¿Por qué sobrevaloramos las ventajas de invertir en el sector inmobiliario? La mejor manera de entender las finanzas es conocer los orígenes de los distintos instrumentos, lo que además nos da una visión distinta de la historia del mundo desde la aparición del dinero en la antigua Babilonia hasta la crisis actual.
En el peor momento de las finanzas globales desde la Gran Depresión de los años treinta, nunca ha habido una ocasión más adecuada para entender el triunfo (y los ocasionales fracasos) del dinero.
Ponto, 47 a.C. La guerra civil no ha terminado para Julio César. El dictador ha logrado aniquilar la amenaza de Farnaces, el rey del Ponto, y evitar la sedición en sus filas haciendo gala de su capacidad de oratoria, pero sabe que tiene que enfrentarse a sus enemigos. Así pues, da marcha a la campaña africana. Desgastado por años de guerra y luchas, a sus cincuenta y tres años teme su declive y no haber logrado la victoria definitiva. César se encomienda a Venus y gracias a la ayuda de sus lugartenientes regresa a Roma triunfante. Sin embargo, todavía sobreviven algunos adversarios… Y es en Hispania donde se desarrollará la última y dramática batalla en la que los destinos de Julio César, Tito y Quinto Labieno, Pompeo, Ortwin y Veleda quedarán escritos para siempre.
El triunfo de Julio César cierra la fascinante trilogía Dictator de uno de los mayores expertos en historia clásica del mundo, Andrea Frediani, quien recorre la vida y las gestas del mayor líder de la antigua Roma con una impecable recreación histórica.
Esta edición reúne los cuatro libros que, con excepción de "La mujer y el vampiro", recogen la producción poetica de Luis Alberto de Cuenca entre 1996 y 2012: "Sin miedo ni esperanza" (2002), "La vida en llamas" (2006), "El reino blanco" (2010) y "Cuaderno de vacaciones" (2012). A lo largo de los mismos se constata no solo la maduración de su estilo de "línea clara", sino tambien la consolidación de un talento especial para contemplar la vida y trasladarla al poema de esa manera cómplice, emotiva y formalmente impecable que ha hecho de la poesía de este autor una de las más reconocibles y apreciadas del momento actual.
El tigre y la guitarra es la historia de Yoichiro Yamada, un japonés que vino a España para ser guitarrista flamenco y jamás regresó a su país. Terminó abducido por dos mundos idílicos y en principio opuestos: el del flamenco que amaba y el de los samuráis de los que era descendiente. En su deriva no supo encontrar la salida a su propio laberinto. «¡Vuelve a casa!», le pedían sus amigos. Pero se negaba: no podía regresar porque no se había convertido en el guitarrista que soñó. El tigre y la guitarra nos habla del choque de universos paralelos, de pasiones y de obsesiones, pero también de hasta dónde nos arrastran nuestros pensamientos, del fracaso y de cómo los sueños que perseguimos pueden acabar persiguiéndonos.
El tiempo que nos hizo nos deshace se integra en la colección Poesía Portátil como una selección de los versos más representativos de Octavio Paz. Premio Nobel mexicano Poesía Portátil acoge, esta vez, la voz de uno de los pensadores más importantes del siglo XX: Octavio Paz. Crítico literario, intelectual y filósofo, pero, ante todo, uno de los poetas hispanoamericanos más destacados de todos los tiempos. La reflexión poética de Paz se extiende a toda su creación y sus versos son una parte fundamental de su legado. Esta selección, a cargo del escritor Jordi Soler, nos permite explorar el mundo lírico del autor de El laberinto de la soledad. «mi corazón a obscuras es un puño que golpea no un muro ni un espejo: a sí mismo, monótono...»