El gran historiador de Europa oriental Karl Schlögel escribe sobre el desaparecido universo soviético a lo largo de su siglo. Él mismo presencia la inauguración de las megaconstrucciones del comunismo y la apertura de las fosas comunes del terror estalinista. Explora la vastedad del país ferroviario y las estrecheces de la vivienda comunitaria. Su labor arqueológica nos descubre lugares cotidianos para la supervivencia, como la cocina moscovita o las colas. Tampoco faltan los espacios para la felicidad o las pequeñas libertades. Cien años después de la revolución de 1917, nos presenta la imagen panorámica de una civilización que sobrepasaba el sistema político. Imprescindible para comprender 'el tiempo posterior' que estamos viviendo.
Los símbolos ejercen un fuerte control en el siglo XXI y lo han hecho durante miles de años. Desde emblemas nacionales a logotipos corporativos y emojis, nuestra vida cotidiana está repleta de iconos que hunden sus raíces en un pasado remoto. El experto historiador del arte Matthew Wilson traza las trayectorias, a menudo sorprendentes, que han seguido los símbolos a lo largo de la historia, desde sus propósitos originales hasta sus significados modernos, identificando los temas e ideas comunes que relacionan culturas aparentemente dispares. Así, nos encontramos con el halcón como símbolo de autoridad desde los antiguos faraones egipcios hasta la aristocracia medieval; el perro como compañero incondicional desde la época clásica hasta el Renacimiento; y la mítica ave fénix como símbolo de poder femenino que conecta a una reina inglesa con una diosa china. Desde las pinturas rupestres paleolíticas hasta obras artísticas contemporáneas, Wilson nos guía hábilmente por este mundo de símbolos, mostrando su perdurable capacidad para expresar poder, esperanza, miedo y fe, y para crear y comunicar identidades, uniendo —o dividiendo— a los pueblos que los crearon.
El hombre es un ser temporal, pero participa de la eternidad y es constantemente educado por ella. Los discursos reunidos en este volumen meditan sobre algunas de las principales enseñanzas que lo eterno -o sea, el bien- imparte al hombre. Estas enseñanzas han de ser creídas, pues lo eterno no se deja atrapar en las redes del entendimiento humano. Dicho con la maravillosa imagen empleada aquí por Kierkegaard: El bien enseña al que se esfuerza, le ayuda, pero sólo como lo hace la madre amorosa cuando enseña al niño a andar solo: la madre está a una distancia tal que en realidad no puede cogerlo, pero tan pronto como este se tambalea, ella se inclina rápidamente como si lo fuera a agarrar.