Más que como Pólemos, padre del Grito de Guerra, quisiera pensar en Manuel García Cartagena como Critilo. En «El criticón» de Baltasar Gracián, el personaje de Critilo reúne la agudeza, el ingenio y la crítica mordaz, frente a los diversos fenómenos culturales que analiza. Obvio juego verbal por parte de Gracián, Critilo (juicio, razón) es el crítico «par excellence». La palabra «crítica» proviene del latin «crisis», tomado del griego «Krísis» decisión, derivado de «kríno» «yo decido, separo, juzgo». Ejercer la crítica significa, entonces, la capacidad de discernir y analizar los discursos políticos y culturales sin ningún tipo de coerción, y es la función que asume García Cartagena en el libro que tienen en sus manos.
Carmen lleva a cabo esa búsqueda constante y apasionada de la libertad a través de la poesía; un medio que, por excelencia, le dispone las herramientas para labrar su propio mundo y sus libertades. A través de la lírica intenta comprender su propia incomprensión del mundo; sanar de una vez y por todas las viejas heridas; aprender mientras desaprende; reencontrarse consigo misma a la vez que descubre que al buscarse en otros no ha hecho más que perderse, entendiendo que nadie más que ella puede salvarse. Mi pequeño infinito es, por tanto, la infinita lucha, la infinita búsqueda, el infinito descubrimiento.
Este transparente poemario se divide en cuatro capítulos; tal vez cuatro etapas en la vida de la autora, o cuatro versiones de ella misma que se intercambian frecuentemente o forman interesantes híbridos. Aun cuando parece escribir para alguien más, no deja de escribir con énfasis para sí misma. El lector, entonces, disfrutará tanto de aquellos versos que le aluden directamente como de aquel diálogo que empieza con las «Palabras introductorias» y concluye con el poema «Humanos».
Un buen número de plumas femeninas que han trabajado sobre el tema se encuentra ya citado por Rosa Silverio, aquí y en los libros anteriores. El ángel de la casa se coloca en esta línea, proponiendo una secuencia magistral de imágenes perturbadoras y originales en las que se concreta el sufrimiento de un sujeto poético mujer que ha perdido el amor que en otras obras de Rosa Silverio la salvaba de la locura.
La gran historia de nuestra vida se compone de innumerables pequeñas historias. ¡Cuántos acontecimientos memorables habrán permanecido, y expirado, únicamente en la memoria de sus protagonistas o de unos pocos testigos! Por suerte, aun cuando no nos atrevemos a compartir estas riquezas por diferentes motivos, personas atentas y sensibles, como lo es Cristina, se dan a la tarea de inmortalizarnos.
Le pasó a mi amiga es la compilación de relatos amenos e impactantes, dignos de ser contados, de lo que les ha tocado vivir a quienes en algún momento han tenido un vínculo de amistad con la autora, a quien podemos llamar guardiana de las buenas historias. Con el seudónimo de mi amiga protege la identidad de las verdaderas protagonistas, pero nos permite construirlas con cierta fidelidad a través de la descripción de sus acciones.
Los sabedores del tema ya no escriben, parecen perdidos en una densa niebla formada por “Banco de datos, “Antivirus”, “Gigas”, “Terabytes” y otros elementos propios de la inteligencia artificial.
Pero ha surgido Heddel, con este importante aporte, al rescate de la información olvidada y de los documentos perdidos, a narrarnos la parte de la historia aún no contada. Sin lugar a duda un documento de consulta muy útil para las nuevas generaciones.
En esta entrega, Heddel nos devuelve el placer que produce el contacto físico con la palabra impresa, única oportunidad donde se puede percibir la mágica sensación que produce el “olor del dato”. En este caso, el infalible pero insensible Míster Google, sufre una derrota.
Un caso millonario es una novela basada en un hecho real que conmocionó a todo un país: el caso de Francina Hungría. Por lo que esta historia es, también, un valioso aporte hecho por su autor, sobre cómo se manejan los casos penales desde la perspectiva de cada sujeto procesal. Sepúlveda retrata la vida en los tribunales y cómo los medios de comunicación contribuyen al populismo y, para de este modo, ejercer la “justicia por mano propia”.
El completo estudio que abordan Manuel García Arévalo y Francis Pou de García sobre las crisis dominicana de 1930 en base a los informes del cónsul de España me invita a efectuar esta reflexión que tiene como propósito contextualizar esta deriva hacia el autoritarismo en República Dominicana en un contexto geográfico, cronológico y político más vasto. Podría decirse que la dictadura trujillista, cuyos prolegómenos nos describen los despachos de Francisco Javier Meruénano, es el fruto conjugado de dos circunstancia conyunturales de la política latinoamericana de inicios dl siglo xx, y síntomas de problemas más profundos: una fue la campaña antirreelecionista contra el presidente Horacio Vásquez como muestra del desclive de la política caudillista tradicional, y la otra fue la asonada revolucionaria del 23 de febrero del 1930 como exponente de una nueva fuerza emergente: el moderno pretorianismo.