Pocos países estaban preparados para un choque sanitario que aceleró transformaciones de largo plazo como la robotización de las manufacturas, la automatización de los servicios y la deslocalización de las cadenas de suministro. En estos escritos la diplomacia se conjuga en la tensión entre eficiencia y resiliencia; la supervivencia a corto plazo y la aceleración de transformaciones de largo plazo; la continuidad de la gobernabilidad en momentos de cambio político; la dignidad de la política exterior frente a la crisis de la globalización y los requerimientos de mayor conectividad en momentos en que la competitividad y la competencia se encuentran amenazadas. Quizás desde la gran depresión no se vivieran momentos como los actuales en los que—sin importar los niveles de desarrollo o la localización geográfica de los países—todos confrontan los mismos desafíos, ofreciendo la posibilidad de respuestas comunes que les permitan superar las rivalidades norte-sur, para lo cual cuentan con un punto de partida cada vez más relevante: los ODS de la Agenda 2030 adoptada por consenso en la Asamblea General de la ONU en el 2015, en la cual la resiliencia es uno de sus principios rectores.
Vamos por partes, si hay una obra contemporánea
dominicana que hace tiempo merece ser recogida y
presentada es la narrativa de Franz García.
Me piden que describa esta antología, así que le llamaré
discreta y estruendosa. Difícil conseguir que ambas cosas
convivan, y sin embargo en la literatura de Franz
encontramos exactamente eso: una geometría que
sostiene y atraviesa —con el pulso de los que saben—
todos sus relatos, que nos lleva con precisión hasta el
párrafo, hasta el personaje, hasta la línea en la que espera
el sentimiento que finalmente nos desencaja y nos deja
preguntando ¿por qué no había leído a este tipo antes?
Sumar los reconocimientos y premios que han
acumulado estos cuentos —que han sido muchos— sería
redundar, y no tenemos tiempo para redundancias. Le
propongo que abra la primera página y me permita
presentarle a uno de nuestros narradores más originales,
un conocido que merece ser reconocido, y una obra que
seguramente le será difícil de olvidar.
Turbulencia es el tercer libro de relatos del reconocido autor dominicano Miguel Yarull. Un viaje tumultuoso, difícil de olvidar, que desembarca en Las Américas con remeneo, aplausos y ron.
Un hombre termina arrodillado frente a un mueble de Ikea, una mujer arrodillada frente a un helicóptero que promete salvarla en medio de la pandemia, una millennial le da la oportunidad al papá de su mejor amiga, un piano cobra vida y consigue vengar a su dueña. Como en toda la literatura de Yarull, Turbulencia está poblado de personajes que no paran de buscar, y en el mejor de los casos, de defender, su lugar en el mundo.
La obra da un giro novedoso en la interpretación de la identidad dominicana tanto por su metodología como por las tesis centrales que desarrolla. Situada en los denominados «estudios de frontera» (border studies).
Asimismo, muestra cómo la política y la cultura norteamericanas han reforzado la representación racial que los dominicanos tienen de sí mismos, uniéndose a las narrativas elitistas locales que hacen imaginar a la nación dominicana como netamente hispánica.
No se conforma con la denuncia y la lamentación. Frente a las narrativas oficiales de la dominicanidad, la autora rastrea expresiones culturales diversas que se resisten a los discursos racializadores dominantes hasta el presente, destacando especialmente el papel jugado por diversas mujeres populares e intelectuales. Al mismo tiempo, el libro, como otros escritos de académicos de la diáspora, reivindica un lugar especial para el caso dominicano en el campo de los denominados «Latinx Studies» de la academia anglosajona.
En el cruce del kilómetro 29, un conductor se agacha a buscar el estuche de CDs que se le ha caído, y salta la aguja en el disco de su vida. Un fetichista apenas puede controlar sus urgencias en una reunión de trabajo. Un hijo y su padre muerto se combinan para quebrar una banca de apuestas. Un surfer entrado en años rememora sus días de juventud mientras escucha a Pink Floyd y conversa, ¿con quién exactamente? Estas son algunas de las historias contenidas en este maravilloso volumen de Miguel Yarull que incluye "Montás", el cuento que posteriormente se convierte en el hito del cine dominicano y caribeño La Gunguna.
Desde el primer cuento de esta selección, se advierte que Amarilis Cueto tiene historias que contar. Para los que no lo saben, la autora de este libro ha resultado ganadora en varias categorías en el Concurso de Arte y Literatura Bancentral (sobre todo en cuento y fotografía), y en cada oportunidad ha mostrado diversidad de temas y una vocación en ascenso que sigue su curso sin intermitencias.
Ahora reúne aquí un conjunto de textos que giran con frecuencia en torno a la familia, la gente mayor con sus prácticas y hábitos inveterados, que Amarilis rescata del olvido para dejarlos plasmados en blanco y negro. Con un lenguaje dinámico y accesible, propio de quienes no se desvían de su objetivo ni un segundo, se van sucediendo las ficciones sobre hombres y mujeres cuyas vivencias y sentimientos ella sabe recrear.
Desde hace mucho tiempo, se ha entendido que para que una persona mínimamente logre sentirse realizada, debe haber concretado tres hechos relativamente importantes en su vida; que sin importar el orden cronológico son: “sembrar un árbol, tener un hijo y escribir un libro”.
Una historia –como una vida– cuando se evalúa, puede considerarse buena, regular o mala y además casi siempre refleja, en una que otra medida, un retrato y retablo de variadas estampas de la época en que se desarrolla. Todo ello puede servir también para describir el entorno de la localidad o las localidades geográficas, ámbitos y realidades transcurridas, que pueden haber cambiado con el transcurso del tiempo. Mi historia y mi vida no tienen categoría excepcional, mis dones y mis pecados son potables a los demás, pero, en fin, caramba, es mi historia y eso basta, y como tal, al igual que las de los lectores, pude servir de referente para vivir y contar otras historias en desarrollo, y por eso también vale la pena contarla. Naturalmente, para hacerlo y para que el relato sirva para algo, hay que narrar todo con sinceridad y honestidad y así lo hago, sin amarrar detalles en el palo mayor de los egos y domando los demonios de esa vanidad que tenemos todos en alguna medida, pero que debe ser también sensata y comedida.