En este deslumbrante libro, Javier Argüello reúne siete cuentos de estirpe fantástica, deudores y renovadores de la tradición fundada por Gógol, Poe, Maupassant o Borges. Dueño de un estilo sutil y eficaz, Argüello nos cuenta historias inquietantes y turbadoras, a veces espeluznantes, hechas con la materia que se extiende tras el fi lo de la realidad.
Cerca de los cuarenta años, Rosario, una mujer que con esfuerzo ha logrado estabilidad en su vida, se enfrenta al dilema postergado de la maternidad. Tras recibir un diagnóstico que reduce sus posibilidades para fecundar, se embarca, junto a su pareja, en un proceso médico extenuante que modifica la cotidianidad y los proyectos que han construido juntos. Pero no es solo el impedimento de concebir un hijo lo que intensifica esta etapa de su vida, sino el examen de sus motivaciones personales, de sus recuerdos, y del mandato familiar y social que la compelen.
De una a siete de la tarde -mis horas oficiales o "teóricas" de
trabajo- me confieso un impostor, un chambón, un equivocado esencial. De
noche (conversando con Xul Solar, con Manuel Peyrou, con Pedro Henríquez
Ureña o con Amado Alonso) ya soy un escritor. Si el tiempo es húmedo y
caliente, me considero (con alguna razón) un canalla; si hay viento sur,
pienso que un bisabuelo mío decidió la batalla de Junín y que yo mismo
he consumado unas páginas que no son bochornosas. Me pasa lo que a
todos: soy inteligente con las personas inteligentes, nulo con las
estúpidas.
Hacia 1957 reconocí con justificada melancolía que estaba quedándome
ciego. La revelación fue piadosamente gradual. No hubo un instante
inexorable en el tiempo, un eclipse brusco. Pude repetir y sentir de
manera nueva las lacónicas palabras de Goethe sobre el atardecer de cada
día: Alles nahe werde fern (Todo lo cercano se aleja). Sin prisa pero
sin pausa -¡otra cita goetheana!- me abandonaban las formas y los
colores del querido mundo visible. Perdí para siempre el negro y el
rojo, que se convirtieron en pardo. Me vi en el centro, no de la
oscuridad que ven los ciegos, como erróneamente escribe Shakespeare,
sino de una desdibujada neblina, inciertamente luminosa que propendía al
azul, al verde o al gris. Ya no había nadie en el espejo; mis amigos no
tenían cara; en los libros que mis manos reconocían solo había párrafos
y vagos espacios en blanco pero no letras.
Con la llegada del verano, Zaira deja de lado su faceta de maestra para echar una mano en el chiringuito que su familia regenta en la playa de Benalmádena. Son los meses de más trabajo, pero también de más beneficio para sus primos, con los que mantiene una estrecha relación desde que se quedaron huérfanos.
Sin embargo, una oleada de racismo sacude a esta familia gitana cuando uno de sus miembros es acusado de un grave delito. Con el apoyo de sus parientes y amigos, Zaira tratará de dilucidar la verdad y proteger a quien más quiere de ese odio irracional y descontrolado que los amenaza sin piedad.
Polonia, 1939. Cuando el fotógrafo profesional Wilhelm Brasse es deportado a Auschwitz-Birkenau, se ve forzado a tomar «fotografías de identidad» de los prisioneros cuando llegan en tren. En una carrera mortal por la supervivencia, también deberá retratar a los guardias nazis y documentar los «experimentos» médicos inhumanos dirigidos por Josef Mengele, que lo marcarán para siempre.
Basada en la vida real de Wilhelm Brasse, El fotógrafo de Auschwitz es un crudo recordatorio en blanco y negro de los horrores del Holocausto. Esta conmovedora obra lleva a los lectores tras las alambradas del campo de concentración más temido del mundo, dando vida a Brasse, quien tuvo que hacer clic en el botón del obturador miles de veces antes de lograr unirse a la Resistencia.