Tetsuyuki Iryo es un joven universitario que vive acuciado por las deudas y los acreedores de su difunto padre y que intenta resolver su existencia abandonando la casa materna. Comienza a trabajar como botones en un hotel de Osaka. Una vez instalado en su nuevo piso, comienza la convivencia con un compañero inesperado, afincado en una columna del apartamento: el lagarto Kin. El cuerpo de Kin está atravesado por un clavo debido a una acción no intencionada cuando le cortan la luz en el destartalado apartamento, y se resiste insistentemente a morir, sirviendo de hilo a su amigo humano cada noche en sus pensamientos sobre la vida y el amor.
ÉL VIVÍA EN EL CAOS.
ELLA BUSCABA EL ORDEN.
JUNTOS ERAN PASIÓN Y SORTILEGIO, SUEÑO Y REALIDAD.
Ella quería el cuento de hadas, no la locura. Pero ¿y si la locura fuese el verdadero cuento de hadas?
Recién llegada a Nueva York para tratar de recomponer la relación con su padre, Selene va a parar a una mansión de sueño con él, su nueva compañera y los hijos de esta. El mayor es Neil, un chico fascinante y enigmático en lucha permanente contra un pasado oscuro que no le da tregua. Como una palomilla atraída por la luz, Selene se siente cautivada por Neil. En un crescendo de eros y pasión, la chica demuestra estar dispuesta a todo con tal de entrar en la prisión de cristal donde él se ha encerrado para protegerse del mundo. Pero Neil no está dispuesto a abrirse a nadie, ni siquiera a Selene. Por más que se sienta atraído por ella, no quiere comprometerse. Sobre todo cuando en su vida irrumpe Player 2511, un desequilibrado en busca de venganza que la tiene tomada con él y su familia. Con sus enigmas, sus amenazas y sus ataques, el despiadado desconocido arrastra a Neil en un juego perverso y peligroso que tratará de ganar a toda costa, desatando una lucha sin cuartel. A merced de Player 2511, ¿logrará Neil no perderlo todo, incluso a Selene?
El esquema de esta novela es de genial simplicidad. Se configura como una sucesión de escenas dialogadas entre dos presos recluidos en una misma celda de una prisión bonaerense. Así, Molina, un homosexual de gran imaginación, irá relatando viejos melodramas cinematográficos a Valentín, activista político e idealista, para aliviarle de los efectos de las sesiones de tortura a que lo somete la policía política de la dictadura.
A través de esta larga conversación, Puig lleva a sus últimas consecuencias uno de sus más originales procedimientos narrativos: el empleo de elementos de la cultura pop como correlato objetivo de las vivencias de los protagonistas. La confrontación entre los dos hombres los llevará a una profunda transformación interior que desembocará finalmente en un sacrificio con el que llegarán a ser ellos mismos.
En 1992, la ya anciana Chiyo Uno publicó la historia de Kazúe, una muchacha que, tras protagonizar una indiscreción amorosa, acaba escapando de su hogar. La narradora la sigue hasta Tokio, describe su vida hasta pasados los treinta y cinco años y se pregunta, en una suerte de hipnótico vaivén, las razones por las que Kazúe obró, decidió y sintió. El efecto es de una fuerza sorprendente y las frases cortas, sincopadas y estrictas parecen intentos de respuesta, siempre provisionales, a esa incesante inquisición.
¿Es la tristeza, la devastación íntima, lo que nos da la medida de nuestro amor cuando perdemos al ser amado? ¿O será tal vez la intimidad de la convalecencia una extraña forma de ternura, el último asidero de la felicidad compartida?
Un año y tres meses reúne los poemas escritos por Luis García Montero a raíz de la pérdida de su mujer, Almudena Grandes. Son poemas que evocan con delicadeza y emoción contenida a veces, desatada otras, la enfermedad y la convalecencia de ella, la vivencia y la emoción de lo vivido.
Cuando nos salimos del camino marcado, las distancias con quienes nos rodean a veces son insuperables.
En abril de 1967, la autora y protagonista, por entonces joven aspirante a profesora de secundaria, supera el examen de capacitación en un liceo de Lyon para orgullo (y recelo) de su padre, antiguo obrero que, procedente del medio rural y tras trabajar duramente, ha acabado convertido en propietario de un pequeño comercio en las provincias. Para ese padre, todo eso significa otro paso adelante en su difícil ascenso social; sin embargo, poco le dura esta satisfacción, ya que fallece dos meses después. Padre e hija han traspasado sus respectivos «lugares» dentro de la sociedad. Pero se han mirado entre sí con suspicacia, y la distancia entre ambos ha ido tornándose cada vez más dolorosa. El lugar se centra, pues, no sólo en los complejos y prejuicios, los usos y las normas de comportamiento de un segmento social de límites difusos, cuyo espejo es la culta y educada burguesía urbana, sino también en la dificultad de habitar en un espacio propio dentro de la sociedad.