En algún lugar del Cáucaso un grupo de rebeldes asalta unas instalaciones militares y de forma accidental libera una enfermedad que se propaga sin freno por todo el planeta. Los infectados por el virus mueren, pero sólo en apariencia, ya que a las pocas horas vuelven a la vida y se abalanzan contra las personas libres de contagio movidos por una agresividad desconocida y sin límites. El protagonista, un joven abogado que vive en una pequeña ciudad, observa estupefacto el goteo de noticias hasta que esa misteriosa plaga llega a su puerta. A partir de ese momento su único objetivo será tratar de sobrevivir, cruzando el territorio que antes conocía como Galicia, pero que ahora se ha transformado en el infierno en la Tierra.
¿Sabía usted que el emperador Carlos V le hizo una hija a su abuelastra? ¿Y que Franco tenía la lágrima fácil incluso cuando no le mataban al almirante Carrero?
En este libro no he pretendido escribir la historia que escribiría el pueblo, ya que el pueblo es ágrafo por naturaleza, sino, más bien, una Historia de España contada para escépticos que no creen en la historia de España.
No pretendo que sea veraz, justa y desapasionada, porque ninguna historia lo es, pero por lo menos intentaré que no mienta ni tergiverse a sabiendas, que ya es un propósito sobradamente ambicioso en los tiempos que corren. Además, procuraré que sea amena y documentada, y si el lector aprende algo de ella me daré por bien pagado.
No se escribe esta historia para halagar a nadie. El autor no aspira siquiera a merecer la aprobación indulgente de los críticos, ni a probar tesis alguna. A lo mejor por eso se deja llevar por su curiosidad e indaga en las vidas de los poderosos. No por gusto, ciertamente, sino porque está convencido de que una de las miserias determinantes de nuestra historia, la causa principal del errático y, a menudo, patético rumbo que ha seguido España lo han determinado, y, ¡ay!, lo determinan, gobernantes incompetentes y tarados.