Hay amores que hieren, patean y traicionan.
El capitán Bratt Lewis está de nuevo en el comando, con una nueva vida planeada y queriendo retomar el tiempo perdido. Pero las personas que dejó no son las mismas: Rachel James falló, el coronel ha jugado sucio y una nueva ficha ha entrado en el tablero.
Antoni Mascherano quien no es solo un bioquímico, sino también el líder de la mafia, ha puesto los ojos en la teniente James y su objetivo es tomarla como suya. El panorama se complica en esta segunda entrega donde los rencores empiezan a surgir, las relaciones, a agrietarse y los miedos, a avivarse.
Bien dicen que las verdades siempre salen a la luz, y el saber que tan cierto es se comprobará en esta nueva parte donde las pasiones no pueden ocultarse ni los sentimientos disimularse.
EN CUESTIONES DE PASIÓN NO HAY AMIGOS NI ALIANZAS... NI COMPROMISOS.
Tras las vacaciones, Rachel James debe volver a su puesto como teniente en el ejército de la FEMF y se encuentra con que la central de Londres no es la misma, ya que los cimientos de su vida perfecta tiemblan con la llegada de un nuevo coronel, soberbio y con una belleza inhumana, que ha tomado el comando.
Christopher Morgan está al mando y cree tenerlo todo claro, pero las tentaciones desencadenarán un torbellino de pasiones soltando el tipo de llama que hace arder a aquellos que se hacen llamar amantes.
Este complicado juego empieza con Lascivia, una historia +21 ambientada en el mundo de la milicia y la mafia, cargada de traiciones, infidelidades, engaños y amores letalmente tóxicos.
Marlo Morgan no tenía edad ni talante de aventura, pero la realidad se le impuso con la fuerza y el poder que suelen trasmitirnos las grandes experiencias. Así fue como vivió una odisea fascinante: un viaje a pie por el desierto australiano en compañía de una tribu de aborígenes cuyas leyes de convivencia nada tienen en común con las nuestras.
El aprendizaje fue duro, pues a lo largo de esa extraña peregrinación tuvo que desprenderse de sus antiguos hábitos y aprender distintas formas de comer, de caminar y de comunicarse para poder gozar, al fin, de una auténtica comunión con la naturaleza y con esa parte de su cuerpo y su mente que ella misma desconocía.