Diego Rivera (1886-1957) es una figura de peso en el escenario histórico del arte. Con firmes principios políticos y una turbulenta historia de amor, fue al mismo tiempo esposo y paladín de Frida Kahlo, defensor y enemigo de la Unión Soviética de Stalin, y libertador y traidor de León Trotsky.
Las pinturas de Rivera, de vivos colores, gráficas y a menudo monumentales, tienen la misma carga apasionada y política que la biografía personal del autor. Fusionando influencias europeas, como el cubismo, con una ideología socialista y una exaltación del legado popular e indígena de México, creó una nueva iconografía para la historia del arte y para su país. Se convirtió en una de las figuras más importantes del movimiento mural mexicano y se ganó el reconocimiento internacional por sus pinturas murales en edificios públicos en las que presentaba una visión utópica, aunque accesible, de un México posrevolucionario. En 1931, Rivera fue el protagonista de la segunda exposición monográfica de la historia del MoMA.
Este libro estudia la combinación única de influencias e ideologías que convierte a Rivera en un pintor único y universal, ligado a la historia especialmente turbulenta del México de principios del siglo XX, y preocupado, a su vez, por temas como la revolución y la desigualdad de clases, que siguen siendo candentes en la actualidad.
Sobre el autor
Andrea Kettenmann (nacida en 1959) estudió historia del arte en Giessen, Gotinga y Hamburgo, y más tarde se incorporó al departamento de historia del arte de la Universidad de Hamburgo. En 1986 visitó México con una beca, donde ahora vive y trabaja como historiadora del arte autónoma. Ha participado en un sinnúmero de exposiciones y catálogos.
Sobre la serie
Cada libro de la serie menor arte de TASCHEN incluye:
un detallado sumario cronológico de la vida y obra del artista en el que se aborda su importancia histórica y cultural;
una concisa biografía;
aproximadamente 100 ilustraciones en color con comentarios explicativos.
Rodin supo transmitir su pasión por la observación de la naturaleza y captar la vida y la verdad de las formas con una fuerza incomparable. Precisamente en el descubrimiento o el redescubrimiento de este legado de valor incalculable radica el éxito del libro de Francois Blanchetiére.
Este libro esencial sobre la figura de Toulouse-Lautrec recorre un universo de cantantes, bailarinas, músicos y prostitutas para descubrir a un artísta dotado de un gran empatía, una habilidad figurativa sorprendente y una sensibilidad única para captar la energía y las historias propias de una ciudad.
Uno de los manuales más importantes y exitosos de los últimos tiempos, El arte cinematográfico es también un espléndido resumen de todo lo que el estudioso y el aficionado deben saber sobre el cine antes de empezar a profundizar de verdad en la materia. Desde una descripción de los elementos primordiales de la producción cinematográfica hasta una sucinta historia formal del cine, pasando por un visión extremadamente fenoménica del estilo -a partir de la puesta en escena, el montaje, la fotografía y el sonido- y ejemplos de análisis críticos de filmes, el libro no sólo intenta erigirse en un completísimo mosaico sobre todas y cada una de las cuestiones que pueda suscitar el cine entendido como un arte autónomo, sino que además lo hace con un objetivo muy claro: como en El significado del filme, La narración en el cine de ficción y EL cine clásico de Hollywood, los otros tres textos de Bordwell -este último junto con Kristin Thompson y Janet Staiger- también editados por Paidós, lo que debe importar no es tanto lo que dicen las películas como el modo en que lo dicen, o, en otras palabras, lo que Bordwell y Thompson llaman la forma cinematográfica, absolutamente distinta de la literaria o de la pictórica. Pues bien: es el dominio de ese alfabeto lo que conseguirán todos aquellos que se adentren en las páginas de esta obra excepcional.
No other artist, apart from J. M. W. Turner, tried as hard as Claude Monet (1840–1926) to capture light itself on canvas. Of all the Impressionists, it was the man Cézanne called “only an eye, but my God what an eye!” who stayed true to the principle of absolute fidelity to the visual sensation, painting directly from the object.
It could be said that Monet reinvented the possibilities of color. Whether it was through his early interest in Japanese prints, his time as a conscript in the dazzling light of Algeria, or his personal acquaintance with the major painters of the late 19th century, the work Monet produced throughout his long life would change forever the way we perceive both the natural world and its attendant phenomena. The high point of his explorations was the late series of water lilies, painted in his own garden at Giverny, which, in their approach toward almost total formlessness, are really the origin of abstract art.
This biography does full justice to this most remarkable and profoundly influential artist, and offers numerous reproductions and archive photos alongside a detailed and insightful commentary.