Lo que aquí se cuenta constituye una de las grandes epopeyas del pasado siglo. En pocos años, Arthur Koestler (1905-1983) pasó de vender limonada en un bazar de Palestina a convertirse en uno de los intelectuales más controvertidos de su época. En el ínterin, bailó sobre el alambre, vivió romances breves y estrepitosos, vagabundeó, vio caer Málaga y París, sorteó embestidas y tempestades, espió y conspiró, sufrió detenciones y persecuciones, se jugó el pellejo en misiones secretas para la Internacional Comunista y fue uno de los primeros en documentar la intervención nazi en la guerra civil española. Siempre en conflicto, incómodo en sus zapatos, trató de dar con el Absoluto a través de la utopía, pero salió escaldado de todas las causas en que militó, y siguió caminando con paso firme por el filo de la navaja hasta que Franco lo condenó a muerte. Fue entonces cuando, después de años moviéndose en círculos, asistió al momento más trascendental de su existencia. En una oscura celda de Sevilla, a la espera de ser ejecutado, una experiencia mística lo atravesó de lleno, trastocándolo de raíz.
Schopenhauer es sin duda uno de los pensadores más leídos de la modernidad. Consciente desde muy temprana edad de su genio y convencido de que la vida «es una cosa miserable», dedicó la suya a preguntarse por el sentido de la existencia y a pensar en el mejor modo de evitar el sufrimiento. A los treinta años expuso su sistema metafísico en un libro extraordinario, El mundo como voluntad y representación, pese a lo cual el medio académico y el público culto de su época lo ignoraron durante décadas, mientras Fichte, Hegel o Schelling se consagraban. La obra magna del filósofo pesimista tardó mucho tiempo en ser reconocida, pero cuando lo fue, al final de su vida, cosechó un éxito imperecedero. Contemporáneo de Goethe y Napoleón, Schopenhauer viajó por Europa, se sintió cosmopolita desde joven y aprendió a pensar desde la experiencia. Moreno Claros, con profundo conocimiento y comprensión de la vida y la obra del filósofo, nos ofrece una semblanza instructiva y amena de las complejidades de un pensador que ha fascinado a autores tan diversos como Nietzsche, Tolstói, Proust, Mann, Zweig, Wittgenstein o Borges.
A Arturo Barea se le ve a menudo como un escritor espontáneo, apasionado contra la injusticia. En realidad, trabajaba sus escritos con cuidado y tenía un claro objetivo dual, tanto personal como político. Escribía la historia de su propia vida para intentar entender su crisis nerviosa en 1937 durante el sitio de Madrid y a la vez para mostrar las causas subyacentes de la Guerra Civil. Con percepción aguda, este chico autodidacta de Lavapiés, un barrio obrero de Madrid, que dejó la escuela con trece años, plasmó «lo que había olido, visto, palpado y sentido» en los tres tomos de su novela autobiográfica, La forja de un rebelde. Y al hacerlo retrató la sociedad española de las cuatro primeras décadas del siglo XX. Exiliado en Inglaterra durante los últimos 18 años de su vida, Barea publicó varios libros más. De hecho, el exilio le hizo escritor. Destacan sus ensayos de crítica literaria, Unamuno y el excelente Lorca, el poeta y su pueblo. Además, a diferencia del mundo de los sentidos que recrea en la trilogía, analizó las raíces de la ideología de Franco en Lucha por el alma española.
Maja Pflug despliega los momentos desconocidos de esa vida: los hombres a los que quiso, la relación compleja con sus padres, la manera en que educó a sus hijos, su compromiso político en épocas en que su condición judía era una condena certera. Sus largos años en la mítica editorial Einaudi, donde leía manuscritos y redactaba informes, corregía y traducía.
Se sabe que Gertrude Stein era una mujer atrevida en sus opiniones y con un sentido del humor peculiar; pues bien, el título mismo de este libro demuestra su talento y la voluntad de ir más allá de lo establecido en cuanto a géneros literarios: aparentemente estamos leyendo un texto autobiográfico y quien lo firma es Alice B. Toklas, la secretaria y compañera sentimental de la gran autora, pero quien está detrás de estas páginas es la misma Gertrude Stein.
Así, al hilo de la voz de Alice, entramos en la casa que las dos mujeres compartieron en París entre 1903 y 1933, y por donde desfilaban las figuras que definieron lo que sería la cultura de principios del siglo XX. Comiendo con Picasso, cenando con Hemingway o hablando de sombreros con Marcelle Braque, se fue hilando una tradición intelectual que hoy ya es clásica y a Gertrude Stein debemos el gran favor de haber abierto las puertas de este salón donde las anécdotas, divertidas o trágicas, acabaron convirtiéndose en Historia con mayúsculas.
Aunque los libros de un escritor suelen despertar mayor interés que su vida, la obra de Azorín no se entiende, en toda su complejidad, si no conocemos las coordenadas en las que se forjó su personalidad y se desarrolló su vida y su obra. José Martínez Ruiz, Azorín, nació en 1873 y murió en 1967. Fue, por tanto, actor y espectador privilegiado de la sociedad y la cultura españolas durante el último tercio del siglo XIX y los tres primeros del XX. Como integrante -quizá el más representativo- de la Generación del 98, personificó el intento de regenerar España en una de las horas más graves de su historia. La biografía que el lector tiene en sus manos (la más exhaustiva y documentada de las que existen sobre su figura) reconstruye la trayectoria vital y profesional de unos de los creadores más originales de la literatura española contemporánea, un escritor clásico y modernos a parte iguales.