Debió de haber sido un hermoso momento entre un hombre y su perra, pero Philip Womack hizo una broma acerca de Cerbero, el sabueso tricéfalo del infierno, y a Una, su querida lurcher, todo eso le sonó a chino… o a griego. Acto seguido se lanzó a perseguir una ardilla y y Womack se quedó preguntándose qué más desconocía Una sobre las grandes civilizaciones del pasado.
Los griegos y los romanos suponen los cimientos de gran parte de lo que leemos, escuchamos y vemos en la actualidad, desde los pasteles horneados de Juego de Tronos hasta los lotófagos del reality show Love Island (La Isla del Amor). En esta singular introducción del mundo clásico, Womack nos guía, junto con Una, por una rauda odisea: aprenderás a distinguir a Odiseo de Edipo, a Políxena de Polidoro… y luego podrás enseñárselo a tu perro, aunque quizá la historia de los perros de caza que despedazaron a su amo es preferible dejarla para otro día.
Incluso el más ordinario de los objetos puede contar una historia espectacular.
Un cuchillo adornado con una esvástica y la cabeza de un águila. Cuando era niño, Joseph Pearson estaba aterrorizado por el arma que colgaba de un gancho en el sótano de su abuelo, un trofeo arrebatado al enemigo en la batalla.
Cuando más tarde heredó el cuchillo, descubrió una historia mucho más inquietante de lo que jamás podría haber imaginado. Para entonces Joseph Pearson –que vivía en Berlín, convertido en escritor e historiador cultural- se sintió atraído por otros objetos de la era nazi: un diario de bolsillo, un libro de recetas, un instrumento de cuerda y una bolsita de algodón. Cada uno perteneció a un veinteañero durante la segunda guerra mundial –un chico del campo, un joven melancólico, una cocinera, un músico herido en el frente y un superviviente– y se embarcó en un viaje para iluminar sus historias antes de que desaparecieran de la memoria viva.
Una historia de detectives y un relato apasionante de la búsqueda de respuestas de un historiador, El cuchillo de mi abuelo es a la vez una conmovedora meditación sobre la memoria y una aportación única a nuestra comprensión de la Alemania nazi. A través de una investigación rigurosa y una hermosa prosa, Joseph Pearson ilumina la historia a menudo oscura del siglo XX al dar vida a lo que esconden objetos cotidianos en manos de gente común.
En los años setenta del siglo II d.C. nace en Emesa, pequeña ciudad de Siria, una niña que protagonizaría durante más de veinte años la historia del Imperio romano. Su nombre: Julia Domna. El ambicioso padre,gran sacerdote del dios Sol, la entregó como esposa aún en plena adolescencia a un hombre mucho mayorque ella, Septimio Severo, llamado a ser Emperador de Roma. Julia Domna abandonó patria, parientes yamigos y marchó al encuentro de su nueva vida, que le reservaba grandes honores pero también dolores, alos que se enfrentó siempre con fuerza y determinación de carácter. Supo moverse entre intrigas depalacio, conjuras, venganzas y represalias, y vencer siempre a la adversidad, refugiándose en sus amadosestudios o jugando la carta de una centralidad pública que nadie pudo cuestionar: la niña crecida entre losfastos de una floreciente ciudad de Oriente Próximo se había convertido en cabeza de una dinastía que,con diversa fortuna, mantendría el poder supremo durante más de cincuenta años.A través de unas pacientes revisión y exégesis de las fuentes literarias, epigráficas y monumentales, estevolumen cuenta su historia, hasta el trágico epílogo.
Okrent cuenta con sagacidad la historia de la Ley Seca y explica su relación con el auge del movimiento de las sufragistas, con el miedo de los protestantes a los inmigrantes, con el sentimiento antigermánico derivado de la Primera Guerra Mundial y con muchos otros factores, a cual más sorprendente, como el nacimiento del automóvil y la creación del impuesto sobre la renta. Des#lan por estas páginas personajes fascinantes, como el contrabandista Sam Bronfman y la increíble agente del FBI Mabel Walkder, la mujer más poderosa del país en esa época. Un viaje desde los speakeasy de Manhattan hasta los viñedos de California, sin olvidar los pasillos del Congreso, poblados de políticos bebedores.
Una obra maestra sobre la primera gran guerra para recuperar Tierra Santa. En noviembre del 1095, el papa Urbano II pronunció un trascendental discurso que encendió la llama del fervor cristiano en Occidente. Los cristianos de Oriente eran víctimas de una violencia terrible, Jerusalén llevaba siglos en manos del enemigo musulmán y era imperativo recuperarla. Miles de hombres, desde caballeros a desposeídos, respondieron a la llamada a las armas de Urbano con la mayor movilización militar desde la caída del Imperio romano: había nacido la Primera Cruzada. En este libro, Thomas Asbridge, uno de los historiadores medievales más destacados del panorama internacional, nos ofrece el apasionante relato de la titánica empresa que llevó a los cristianos de Occidente a cruzar el mundo conocido impulsados por la devoción y la ambición. Acompañaremos a la hueste en Constantinopla, una ciudad exótica y opulenta que los cautivó, en el asedio de Nicea, en los duros veranos e inviernos en el desierto y en la decisiva batalla de Antioquía, hasta llegar al inesperado desenlace de la cruzada en la Ciudad Santa. Basándose en sus profundos conocimientos de las fuentes primarias y de Oriente Próximo y combinando el pulso narrativo de un novelista con su erudición de historiador, Asbridge nos brinda una aventura repleta de victorias milagrosas, príncipes codiciosos, pasiones desenfrenadas y barbarie a gran escala que cambió las relaciones de Oriente y Occidente para siempre.
La Revolución francesa no solo hizo tambalear la política europea de su tiempo; en la ciudad alemana de Jena, una generación de jóvenes poetas, filósofos y escritores decidió, hacia 1800, repensar de nuevo el mundo. Los hermanos Schlegel junto con sus esposas, filósofos como Schelling, Fichte o Hegel, y poetas como Novalis o Tieck se congregaron en la pequeña ciudad universitaria para edificar una "república de espíritus libres". Además de cuestionar las tradiciones y la sociedad, contribuyeron a transformar nuestra comprensión de la naturaleza, la libertad y la entera realidad humana. Peter Neumann relata la portentosa existencia de esta comunidad de hombres y mujeres libres que sentaron las bases para la irrupción de la modernidad.