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TERRA INCOGNITA. UNA HIST. DE LA IGNORA

Durante miles de años, los seres humanos ignoraron gran parte de los territorios, paisajes y pobladores del planeta, y en los mapas las regiones desconocidas recibían el nombre de Terra incognita. Todavía en el año 1840, el fondo marino era un completo misterio, treinta años después los científicos seguían defendiendo que el mar cubría los polos y en 1900 nadie había logrado alcanzar aún la estratosfera. Y, sin embargo, todas estas lagunas se convirtieron en el estímulo que nuestros antepasados necesitaban para desentrañar los secretos de la Tierra que los maravillaban y aterrorizaban a partes iguales. En pos del conocimiento cometieron innumerables errores, a veces brillantes, a menudo extraños, pero siempre fascinantes. En este magnífico ensayo, Alan Corbin nos ofrece una reveladora historia de la ignorancia como motor de la curiosidad humana que despierta nuestra sed de conocimiento y transforma nuestra visión del mundo.
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TERRITORIOS IMPROBABLES

Nunca sé si Pedro Torrijos está loco o es un genio. Supongo que es una mezcla. Lo que si sé es que me encanta leer lo que escribe»,Juan Tallón Lo que hacemos los seres humanos es construir. Desde ese instante eléctrico en el que ponemos un pie en el suelo por primera vez pero luego resulta que debajo del pie hay una pieza de Lego que habíamos tirado antes desde la cuna, y entonces la cogemos y la encajamos con otra. Sí, construimos. Construimos una vida, construimos un amor, construimos familias, casas, carreteras, ciudades, aeropuertos y naves espaciales. Transformamos lugares en lugares nuevos. A veces son cambios mundanos. A veces son asombrosos. Y los hechos asombrosos se convierten en historias.
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TODA LA BELLEZA DEL MUNDO

Millones de personas suben cada año la gran escalinata de mármol para visitar el Museo Metropolitano de Arte, pero solo una privilegiada minoría tiene acceso ilimitado a todos sus rincones y recovecos: son los vigilantes, que deambulan discretamente en trajes azul marino, con un ojo atento al tesoro de 185.000 metros cuadrados. Absorto en el inicio de su glamorosa carrera en The New Yorker, Patrick Bringley nunca imaginó que acabaría siendo uno de ellos. Todo cambió cuando a su hermano mayor le diagnosticaron un cáncer terminal, momento en el cual sintió la imperiosa necesidad de alejarse del bullicio cotidiano. Así, dejó el semanal y buscó consuelo en el lugar más bello que conocía. Para su sorpresa, y para deleite del lector, este refugio se convirtió en su segundo hogar durante una década. Lo seguimos mientras custodia delicados tesoros desde Egipto hasta Roma, pasea por los laberintos bajo las galerías, desgasta nueve pares de zapatos y se maravilla ante las bellas obras bajo su cuidado. Bringley entra en el museo cual fantasma, silencioso y casi invisible, pero pronto encuentra su voz y su tribu: las obras de arte y sus creadores, y la vívida subcultura de los vigilantes del museo —un magnífico mosaico de artistas, músicos, operarios incondicionales, inmigrantes, bromistas y soñadores —. Conforme se fortalecen sus vínculos con sus colegas y con el arte, llega a comprender lo afortunado que es al vivir entre las paredes de ese pequeño universo que tanto se asemeja a las mejores facetas de nuestro mundo, al que regresa con gratitud de manera gradual. Toda la belleza del mundo es un retrato sorprendente e inspirador de un magnífico museo, sus tesoros ocultos y las personas que lo mantienen en funcionamiento, escrito por uno de sus más íntimos observadores.
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TODO ERA PARA SIEMPRE HASTA

¿Qué impacto personal tuvo para los soviéticos la caída del socialismo, qué reacciones suscitó en la gente de a pie lo que parecía indestructible? ¿De qué manera se reflejó ese desplome en el arte, en el humor y en el día a día de una población que vivía atrapada en el sueño comunista? Yurchak expone las profundas trasformaciones que la Unión Soviética sufrió durante los estertores de la perestroika y, mediante un pormenorizado análisis de chistes, sátiras, espectáculos y costumbres populares propias de ese momento decisivo, da cuenta de la particular manera en que los soviéticos afrontaron los traumáticos cambios: suspendiendo la fe inquebrantable que tenían en la eternidad del socialismo y abriendo horizontes nuevos que aún no comprendían.
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TRAIDORES EN LA HISTORIA DE ESPAÑA

Traidores para unos, y héroes para otros, que cambiaron para siempre el rumbo de nuestra historia. Desde Bartolomé de las Casas a Adolfo Suárez, conocemos la infidelidad a una particular idea de España a través de distintos personajes y épocas. Pedro Sánchez es considerado por muchos un traidor a España, pero otros lo ven como un héroe de nuestro tiempo frente a la derecha y la «ultraderecha». No es la primera vez en la historia de nuestro país. Ocurre con Bartolomé de las Casas, que para unos desveló el «genocidio» y otros lo tienen por un mentiroso sobre el que se forjó la Leyenda Negra. También ha pasado con nacionalistas como Sabino Arana, un racista infumable que es el «padre de la Patria» para el PNV, un partido que traicionó a todos, a franquistas y republicanos. Lo mismo se puede decir de Macià, militar que juró la bandera española, y de Companys, del que desconfió incluso Azaña. El socialista Julián Besteiro y el anarquista Cipriano Mera han sido calificados por los comunistas como grandes traidores por el Golpe de Casado, en 1939, que puso fin a la Guerra Civil. El franquismo fue especialista en señalar supuestos traidores a España, entre ellos, a los del «contubernio de Múnich». Incluso Adolfo Suárez fue tratado como un traidor por el búnker franquista. ¿Y qué decir de los héroes de la independencia de la América española? Allí son héroes y aquí traidores. Lo mismo cabe decir de Rizal y Aguinaldo en Filipinas, o de Abd el-Krim, que vivió de España hasta que decidió matar españoles. Ahí están también los afrancesados, los «famosos traidores» para los absolutistas, o Roque Barcia, que quiso que Cartagena estuviera protegida por Estados Unidos frente al Gobierno de la República. En esta obra divulgativa y de entretenimiento se trata de la traición como una infidelidad a una particular idea de España, siendo consciente de que ha habido muchas ideas de cómo debía ser este país; las diversas «españas». Dicha traición pudo ser a la unidad de la nación o a su confederación, a la monarquía o a la república, a Franco o a la democracia, al imperio o al Estado liberal, pero siempre a una idea de España.
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