Eric R. Wolf reconsidera la historia en cuanto ha sido decidida no sólo por los grandes acontecimientos, los movimientos religiosos y políticos y las inclinaciones o necesidades económicas, sino también por esos testigos y víctimas involuntarios de los grandes cambios o evoluciones del acontecimiento humano.
Olivette Otele nos descubre una historia jamás contada: la de la profunda huella de los africanos en Europa, que reconstruye a través de semblanzas tanto de figuras prominentes ―Septimio Severo, san Mauricio, Jacobus Capitein, Juan Latino, Manga Bell, Paulette y Jane Nardal…― como de la gente corriente. Esta deslumbrante herencia, ignorada durante siglos, nos revela antiguos y diversos vínculos entre ambos continentes y arroja luz sobre cuestiones vigentes hoy en día, como el racismo, la identidad, la ciudadanía, el poder y la resiliencia. Olivette Otele es investigadora y docente en la SOAS University de Londres. Es experta en historia colonial europea y sus aportaciones en este campo son reconocidas internacionalmente. Fue vicepresidenta de la Royal Society of History y colabora regularmente con medios como The Guardian y la BBC.
Imagina una ciudad romana, de esas que salen en el cine o en una serie: las tiendas, las calles… ¿Cuántas mujeres piensas que trabajarían como médicas o en una fragua? ¿Cuántas han financiado o participado activamente en la construcción y decoración de sus monumentos? Si dudas ante la respuesta, la siguiente pregunta es clara: ¿cuánto sabes de las mujeres del mundo antiguo, de su papel en Grecia y Roma? Este libro no solo busca visibilizar el protagonismo que tuvieron nuestras antepasadas en la Antigüedad, sino algo aún más importante: por qué, hasta hace poco, no éramos conscientes de ello. No es un simple libro de historia, sino de cómo se hace la historia. Una historia que no está escrita en piedra, que debe someterse a continua revisión.
Según se avanza en su lectura, se va abriendo un panorama inimaginable no hace muchos años y que apenas esboza lo que aún está por llegar. Y una cosa queda clara: la mujer no es precisamente ese ser dócil, sumiso, pasivo, al que nos han tenido acostumbrados.
Uno de los más sugestivos capítulos de la historia de España, por sus fines y logros, es el de las expediciones científicas españolas en el siglo XVIII, tanto en América, de Tierra del Fuego a California y Alaska, como en las vastas y poco conocidas aguas del Pacífico.
Desde la expedición del Meridiano de los jóvenes marinos Jorge Juan y Antonio de Ulloa, que fijó con claridad la forma y las dimensiones de nuestro planeta y dio origen al Sistema Métrico Decimal, hasta viajes a territorios desconocidos o poco explorados, para descubrir su fauna, su flora y la forma de vida, costumbres y creencias de sus habitantes.
Tal fue la importancia de los informes que aportaron esas expediciones, que se desarrollaron y ampliaron en años sucesivos con otros protagonistas; figuras como Celestino Mutis, Malaspina, Félix de Azara y tantos otros, hasta llegar a la primera experiencia de vacunación mundial que ha conocido la Historia, realizada por Francisco Javier Balmis, abierta incluso a naciones por entonces enemigas. Conquistas esenciales para el mundo que se iniciaron con el Descubrimiento de América y que hoy continúan con las expediciones organizadas por la Armada en la lejana Antártida.
La Edad Media se considera una época sanguinaria poblada por vikingos, caballeros, monjes y reyes: una sociedad patriarcal que oprimía y excluía a las mujeres. Pero, si nos fijamos un poco más, comprobamos que aquellos siglos fueron todo menos «oscuros». Janina Ramirez, historiadora de Oxford especialista en la Edad Media, ha descubierto en los registros históricos una gran cantidad de nombres de mujeres tachados con la anotación fémina junto a ellos. Nuestra visión de la historia, pues, no está completa: nos faltan ellas. Solo ahora, gracias a un minucioso examen de los objetos, escritos y posesiones que dejaron tras de sí, emergen las influyentes y polifacéticas vidas de las mujeres de aquel tiempo. Fémina va más allá de la historia oficial para descubrir el verdadero impacto de mujeres como Jadwiga, la única mujer que gobernó como «rey» en Europa; Hildegarda de Bingen, la mayor sabia y polímata del Medievo, o la guerrera vikinga de Birka, cuyo esqueleto, originalmente atribuido a un varón, contradice la creencia de que las mujeres medievales no se dedicaban a la guerra. En un vibrante viaje que recorre toda Europa, las voces que emergen en este volumen nos ofrecen una mirada a una nueva Edad Media profundamente original y emocionante.
Si en Los años de fuego (Renacimiento, 2020) Fernando Castillo levantaba un retablo de episodios y personajes europeos desde 1914 hasta 1991, en fervor del acero las fechas de los cinco ensayos que contiene se sitúan entre los comienzos de las dos guerras mundiales. En una introducción «sinfónica» se nos ofrece una completa lección sobre el hecho universal de la guerra, deteniéndose en las del siglo xx desde varios puntos de vista: ideológicos, históricos, militares y literarios. De Jünger y de Mussolini se exponen sus vivencias durante la Gran Guerra a través de sus obras Tempestades de acero y Mi diario de guerra, ejemplos de lo que significaron las trincheras y las nuevas armas bélicas y del profundo cambio en el orden mundial que supuso. Les siguen dos figuras menos conocidas, soldados en contiendas posteriores. Con von Salomon y Los proscritos nos acercamos a los Freikorps y a los cuerpos paramilitares tras la derrota de Alemania en 1918. García Serrano coincide con von Salomon en su aversión al liberalismo y en la exaltación de la violencia. Su novela La fiel infantería nos permite asomarnos a la Guerra Civil Española y su trayectoria da cuenta de la evolución de la Falange hasta su apropiación por el franquismo. Como es habitual en sus escritos, ya sean históricos, viajeros o artísticos, Fernando Castillo aúna su gran conocimiento de la historia, en sus facetas más recónditas, y una especial maestría en el dibujo de personajes, hechos y situaciones, y lo hace con rigor y voluntad literaria, incitándonos a la lectura de las obras comentadas. Juan Lamillar