Un ensayo agudo y cuestionador, que revela los intereses tras el término «cultura de la cancelación» y revisa los criterios con los que evaluamos el arte hoy.
¿Existe de verdad una «cultura de la cancelación» censora y puritana, que limite la libertad de los artistas? O, más bien, «¿por qué la llaman “cancelación” cuando quieren decir crítica?». Eso se pregunta Gonzalo Torné en un artículo que recibirá una respuesta inesperada: la de Clara Montsalvatges, uno de los personajes de sus novelas. Entre los dos, dibujan aquí el retrato de un escenario en el que las «audiencias emancipadas» plantean nuevas exigencias a los creadores, y se preguntan por las responsabilidades de una representación artística comprometida con la captura de la complejidad.
La dispersión de las semillas recoge cuatro proyectos de libro —inéditos en castellano— en los que trabajaba Thoreau antes de morir. «La dispersión de las semillas» es el principal: un texto que, en un momento en el que la generación espontánea o la permanencia de las especies eran lugares comunes, cuando no dogmas de fe, trata de demostrar de qué manera el viento, el agua y los animales participan en la creación y regeneración de los bosques.
Completan el volumen, preparado por Bradley P. Dean, tres escritos de la misma época y que complementaban ese gran estudio de las semillas: «Frutos silvestres», «Hierbas y pastos» y «Árboles forestales».
Este libro cuenta, además, con un prólogo de Gary Paul Nabhan, una introducción de Robert D. Richardson, jr., unas magníficas ilustraciones de Abigail Rorer y un epílogo de Marc Badal.
Desde hace mucho tiempo, la historia de la literatura se asienta sobre dos graves supersticiones: la de la autoría y la de la materialidad de la obra. El desafío borgiano a estos prejuicios nos permite descubriruna genuina obra subterránea perdida en sus propios textos: la Eneida.Sin temor a exagerar, este texto oculto va más allá de la mera lectura o del vago recuerdo, pues explicay justifica la poética borgiana. Se trata de la obra que Borges quiso volver a escribir, como si él mismofuera el Menard de su ficción.
Se ha afirmado que estamos en la era posmoderna. Estallido de lo social, disolución de lo político: el individuo es el rey y maneja su existencia a la carta... Este libro ausculta esta mutación esencial e investiga los rasgos significativos de los tiempos actuales, tan alejados de la rebelión y el disentimiento característicos de los años de expansión. Nuevas actitudes: apatía, indiferencia, deserción, el principio de seducción sustituyendo al principio de convicción, generalización de la actitud humorística. Nueva organización de la personalidad: narcisismo, nuevas modalidades de la relación social, marcadas en particular por la reducción de la violencia y la transformación última de sus manifestaciones. Nuevo estado de la cultura: agotamiento y derrumbe de lo que ha significado la vanguardia durante el siglo XX.
El autor atribuye el conjunto de estos fenómenos a un mismo factor: el individualismo es el nuevo estado histórico propio de las sociedades democráticas avanzadas, que definiría precisamente la era posmoderna.
«En la serie de textos publicados recientemente sobre el tema del individualismo, el libro de Lipovetsky es, sin duda, el más importante: el que llega más lejos en las descripciones, el que profundiza mejor las explicaciones. Un lenguaje preciso y galopante: el movimiento de las zapatillas de tenis que recorren los fast food y los grandes almacenes. Un lenguaje, además, abundante que se adhiere a los objetos apilados en los grandes supermercados o a los gestos acelerados de los vídeos de música pop» (C. Vigarello).
«Con La era del vacío y El imperio de lo efímero, Gilles Lipovetsky se ha convertido en una estrella de los analistas de la contemporaneidad» (Vicente Verdú).
Reunimos aquí los escritos de Simone Weil sobre la guerra civil española, en la que la autora participó tras cruzar la frontera en agosto de 1936 y unirse a la Columna Durruti en el Frente de Aragón. Se trata de una antología que pone de relieve el inquebrantable compromiso de Weil con los oprimidos, con la libertad y la dignidad humana, un compromiso que le lleva a denunciar no solo los excesos del bando contrario, sino los del propio, la traición a los ideales por los que se afirma luchar.