División de poderes, rigidez constitucional, control judicial de la constitucionalidad de las leyes... todos estos conceptos en los que se basan las democracias y a los que acudimos para verificar la salud de nuestro sistema político, proceden de la primera Constitución escrita, la que, a finales del siglo XVIII representó, en palabras de James Madison, "el mayor esfuerzo de deliberación nacional que ha acontecido en el mundo". En el presente libro, el profesor Blanco Valdés traza la génesis de estas ideas, con especial atención a los escritos de "El Federalista" -los artículos que Alexander Hamilton, James Madison y John Jay publicaron entre 1787 y 1788 en defensa de la obra constituyente y con el fin de favorecer su posterior ratificación por los Estados-, y muestra cómo cruzaron el océano para, de formas diversas, ser adoptados por los europeos cuando estos se enfrentaron al desafío que los norteamericanos ya habían abordado en el siglo XVIII: cómo garantizar la libertad.
Bienvenido al lado tenebroso de la historia romana. Aquí le espera un mundo a veces estridente y a veces amenazador, pero siempre inquietantemente familiar. Es un mundo de consumo de drogas, pérfidos asesinatos, oscuros cultos, misteriosos asuntos de Estado, corrupción, brutales peleas entre bandas y extrañas obsesiones. Aquí no encontrarás senadores y matronas morales, sino políticos sin escrúpulos, prostitutas expertas en todas las artes, agentes secretos con nervios de acero, ingeniosos diseñadores de armas y envenenadores a sangre fría. Bienvenido a la Roma oscura.
¿Era drogadicto Marco Aurelio? Se dice que el emperador-filósofo consumía opio. ¿Construyó realmente Arquímedes, el ingenioso maestro constructor de Siracusa, una superarma? ¿Y llegó a reunirse una logia secreta en la basílica subterránea que los arqueólogos han descubierto en los bajos fondos de Roma? ¿Cómo podía uno mandar al otro barrio a los rivales?, ¿con veneno?, ¿con magia? Estos y otros muchos misterios aguardan a los lectores de Roma oscura, una fascinante historia del salvaje mundo romano.
Richard Overy examina en este absorbente libro la Segunda Guerra Mundial desde una perspectiva completamente nueva, analizando este devastador conflicto como una guerra entre imperios que puso un violento a casi un siglo de expansión imperial y que alcanzó su culminación con las ambiciones de tres potencias emergentes —Japón, Italia y Alemania— antes de convertirse en el enfrentamiento militar global y más costoso en vidas de la historia de la humanidad.
Con un absoluto dominio de la bibliografía y las fuentes históricas, Overy se desplaza por todos los escenarios bélicos, desde Europa hasta el sudeste asiático y el Pacífico, y narra el amargo precio que pagaron cuantos se vieron envueltos en la lucha, tanto en los frentes de batalla como en la retaguardia, así como la excepcional brutalidad de los crímenes y atrocidades que marcaron los combates y sus consecuencias. Pocos historiadores como Richard Overy tienen la capacidad de compendiar y narrar los datos y las innumerables historias de un conflicto que cambió definitivamente el orden mundial y nuestro presente.
La historia de cómo un siervo de Dios se convirtió en un ídolo para las élites que dominan el mundo. Túnicas negras, velas, sacrificios humanos, abusos a menores... Si por algo se caracteriza la historia del satanismo es por la acumulación de tópicos. Sin embargo, la realidad es muy distinta. La creencia en la existencia de una especie del dios del mal es hija del clima político que vivieron los judíos en el periodo que transcurre entre la redacción del Antiguo y el Nuevo Testamento, y que llega a su máximo apogeo con la aparición de una nueva religión fundada por un tal Jesús de Nazaret. Desde entonces y hasta hoy, serían los cristianos los verdaderos creyentes en el maligno, aunque algunos grupos han intentado reescribir su biografía y apropiárselo. La religión, la política, la literatura, la filosofía, la música o el true crime fueron moldeando la creencia del satanismo como la definición del mal, que consiguió volverse contra sus creadores y acabó alumbrando, en los años sesenta, la Iglesia de Satán.
En este estudio ya clásico, Anthony Pagden comparó por primera vez las teorías del imperio que surgieron alrededor de las grandes potencias coloniales: española, inglesa y francesa. Desde la apología de la evangelización y la gloria militar que impulsaron al imperio español de ultramar o los argumentos económicos que esgrimieron ingleses y británicos para justificar la colonización hasta el moderno ideal cosmopolita que auguraba el fin del imperio y su remplazo por federaciones de estados iguales e independientes, Pagden hilvana magistralmente una historia de las ideas que aún hoy determinan la política y las distintas maneras en que cristaliza la identidad nacional en todo el mundo.
Desde su publicación en 1945, American-Spanish Syntax ha suscitado un profundo interés no solo en el ámbito de los estudios sobre la variación del español en América, sino también entre la crítica de la notable producción literaria hispanoamericana. El propósito de Charles E. Kany al concebir esta obra fue, como él mismo declaró, reunir las tendencias más destacadas de la sintaxis en esta variedad, con especial referencia a los usos populares, que explica y describe en cuanto a su delimitación social y geográfica. Para su elaboración, extrajo ejemplos de autores relevantes del siglo XX, de materiales, literatura regional y obras lexicográficas, cuyos datos contrastó personalmente, tanto en sus viajes a distintos países americanos como mediante el cotejo con informantes orales. Es la primera obra de este tipo, e iluminó el trabajo de investigadores, estudiantes y profesores de español, en una época en la que los estudios sobre el español americano estaban aún en ciernes. La excelente acogida de este trabajo llevó a su autor a realizar una segunda edición corregida y aumentada, para la que contó con nuevos corresponsales de la talla del chileno Luis Cifuentes García, el paraguayo Marcos A. Morínigo, el boliviano Antonio Díaz Villamil o el insigne Ángel Rosenbalt (Argentina y Venezuela).
Las arpías. Medusa. Las esfinges. Circe. La mitología de todas las civilizaciones está llena de monstruos representados bajo forma femenina: son mujeres que no respetan los límites, enfadadas, codiciosas, abiertamente sexuales. Fueron concebidas como engendros deformes, horripilantes, para con el paso del tiempo atribuirles una belleza e inteligencia sibilinas. Su pecado es poner en jaque el valor y la fortaleza masculinas, desafiar a los grandes héroes, amenazar la historia. En este ensayo que combina la crítica histórica y literaria con el manifiesto político y las memorias, Jess Zimmerman nos ofrece un repaso lúcido y combativo por esas grandes fealdades atribuidas a las mujeres desde el inicio de los tiempos, representadas en once monstruos legendarios. Porque, tal vez, aquello que nos hace peligrosas, o poco deseables, es en realidad nuestra mayor fortaleza.
Con extraordinaria lucidez, la autora percibe de inmediato las afinidades entre el nazismo y el bolchevismo, y complementa sus reflexiones sobre la Alemania nazi y la URSS con un análisis de los orígenes del totalitarismo. No en vano, muy pocos pensadores han abordado el horror político y la complejidad ética del siglo XX con la perspicacia y la integridad intelectual de Simone Weil. Sus palabras, marcadas por el compromiso con la justicia, los derechos y las obligaciones del ser humano, la convierten en una referencia ineludible en nuestro presente.
Desde que los primeros grupos de homínidos empezaron a fabricar toscas herramientas de piedra hasta el desarrollo de la inteligencia artificial, el ser humano ha vivido en una constante evolución tecnológica. Y la tecnología siempre ha ido de la mano del poder, no solo porque la construcción de armas más letales y sofisticadas otorga supremacía sobre las sociedades menos avanzadas, sino porque quien dedica un espacio al progreso científico puede superar cualquier obstáculo.
Sobre el nacionalismo se escribe mucho: a favor, los que aspiran a tener un Estado propio; en contra, los que ya lo tienen. De nacionalismo habla este libro, pero en otro sentido, porque cuestiona toda forma de pertenencia, llámese esta Estado, Patria o Nación. El libro arranca con una mención de la torre de Babel. Aquella gente quiso construir una ciudad monolítica que fracasó porque no se pudo impedir que se hablara y pensara por su cuenta. Se insinúan ahí dos modelos de convivencia: el de la ciudad cerrada, apegada a la tierra, o el de la dispersión que siguió tras el fracasado experimento. La humanidad no aprendió la lección. Pensó, con Aristóteles, que solo es humano el que pertenece a una polis e inhumano el apátrida. «Tierra de Babel» desmonta ese equívoco originario siguiendo la pista de la minoría que sí supo leer lo ocurrido convirtiendo la diáspora en forma de existencia. En un momento como el actual donde el Estado da signos de agotamiento, porque hay emigración y porque hubo Auschwitz, la diáspora se presenta como la alternativa posnacional al nacionalismo.