La crítica del arte parece inseparable de los dictados del capitalismo y de la industria cultural. Todos los pretendidos o genuinos críticos de arte, que deberían buscar el debate y el fomento de la reflexión, se ven atados de pies y manos –a veces de manera más que voluntaria– a las exigencias del mercado si quieren mantener, e incluso promocionar, su estatus social y laboral. A la larga, no solo se desprestigia el arte y la propia crítica, sino que resulta imposible el fomento de la producción cultural y la formación o el disfrute del público. En esta coyuntura se presenta el dilema: ¿debería el crítico plegarse a las dinámicas económicas o convertirse en un kamikaze cultural condenado poco a poco al ostracismo?
Los años 1857-1858 fueron particularmente vibrantes y fecundos en la evolución intelectual de Marx. Fue en la década de 1850 –que arrancó, tras las revoluciones frustradas de 1848, con el exilio y la radicación definitiva de Marx en Londres y en la British Library– cuando profundizó en el estudio de la economía política y cimentó su trayectoria posterior, comenzando por la que a la postre sería su obra más influyente publicada en vida, el libro I de El Capital (1867).
Habiéndose gestado el feminismo norteamericano –como movimiento y teoría política– en el seno de las luchas abolicionistas y obreras de finales del siglo xix, ¿cómo es posible que la voz y las reivindicaciones de las mujeres negras hayan sido sistemáticamente invisibilizadas por el feminismo blanco liberal? A partir de esta pregunta, Angela Davis traza una nueva genealogía de los movimientos radicales de liberación norteamericanos en la que desvela las raíces comunes de las luchas antiesclavistas y de los movimientos de defensa de los derechos de las mujeres.
A lo largo de sus páginas, se muestra el contexto material y simbólico en el que se fueron plasmando las diversas luchas, la fuerza de la organización colectiva frente a las fuerzas de poder y explotación dominantes. Pero no se trata de un mero ajuste de cuentas con el pasado: también proyecta una mirada al futuro. Una reconstrucción como esta brinda un análisis esclarecedor no sólo para denunciar las situaciones de injusticia, sino para explicitar las estrategias de lucha y los problemas de composición de las diferencias que, hoy día, siguen desgarrando los movimientos políticos.
Diccionario provisional de pérdidas es sin duda el ensayo más ambicioso de Miguel Albero. Estamos ante un diccionario que se lee, no se consulta, como nos informa el autor en el prólogo, donde además nos propone una lectura no lineal del mismo o, como él lo llama, «marcarse un Rayuela», yendo de una en- trada a otra en función de su afinidad semántica.
Desde la primera entrada (A. Pérdida de cuanto sigue) a la última (UBICUIDAD. Pérdida de la localización), el lector asiste a un festival de pérdidas, de las más evidentes (AMNESIA. Pérdida de la memoria) a las más sutiles (CASI. Pérdida del todo), de las más tremendas (APOCALIPSIS. Pérdida del futuro) a las más surreales (PERDIDA. Pér- dida de la tilde de pérdida), de los inexistentes PARAÍSOS PERDI- DOS al maravilloso SALÓN DE LOS PASOS PERDIDOS. Piérdase pues el lector en este libro, no le defraudará.
Napoleón es ante todo el hijo de una época de transición, la del paso del viejo mundo feudal a una nueva sociedad burguesa. Encarna todas las contradicciones de esta época, su nombre está asociado a una ambición desmesurada y un poder despótico, a guerras crueles y sangrientas, evoca los horrores de Zaragoza, el saqueo de la Alemania avasallada, la invasión de Rusia. Pero también nos recuerda el coraje y la audacia manifestados en las campañas italianas, el talento que supo atreverse, el hombre de Estado que asestó golpes mortales a una Europa feudal ya decrépita. El historiador soviético Albert Manfred, genuino maestro en el arte de narrar la historia, comienza trazando un excelente retrato del joven Bonaparte, discípulo de Rousseau y de Raynal, jacobino y robespierrista, y defensor de los ideales republicanos de la Revolución, para ir desgranando su evolución gradual y su transformación en autócrata, en avasallador de Europa, en constructor de un Imperio a golpe de bayoneta. Considera que Bonaparte traicionó el gran secreto de sus rutilantes triunfos militares: el entusiasmo revolucionario del pueblo que empujaba a sus soldados, lo que le llevó a su fracaso final. Manfred consigue plasmar en estas páginas todos los matices de un hombre extraordinario, así como los excelentes retratos psicológicos de las numerosas personalidades históricas que le acompañaron, presentando un retrato verídico y fiel de Bonaparte y de la época que alumbró.
El presente ensayo, complemento de la traducción que el propio Valls hiciera de la Enciclopedia hegeliana (publicada en edición bilingüe en Abada Editores), se ofrece como una herramienta de iniciación a la lectura de tan magna obra, beneficiándose de la homogeneidad con los términos y conceptos utilizados en dicha traducción, así como con la perspectiva e interpretación globales desde la que su autor interroga a la filosofía de Hegel. La Enciclopedia de la Ciencias Filosóficas de G.W.F. Hegel, concebida por su autor como un compendio o manual general para los oyentes de sus cursos, es una obra única en la que se expone el trazado programático completo del sistema filosófico hegeliano. La presente obra, única en el panorama editorial español, nos acerca de manera didáctica y ejemplar al universo hegeliano para su total comprensión.
El presente volumen reproduce, de acuerdo con la edición alemana de Annemarie Gethmann-Siefert y Bernadette Collenberg-Plotnikov, uno de los juegos de apuntes correspondientes a las lecciones de Hegel sobre estética o filosofía del arte impartidas en el semestre de verano de 1826. Se trata de los apuntes, tomados al dictado en clase, de Friedrich Carl Hermann Victor von Kehler, actualmente en posesión de la Biblioteca de la Universidad de Jena y cuya autenticidad no admite dudas, que tiene la ventaja de ofrecer la mayor cercanía posible a la pa- labra hablada de Hegel.
Mientras que el texto conocido de la Estética, realizado por su discípulo Heinrich Gustav Hotho, conduce a numeroso problemas y divergencias de interpretación, esta Filosofía del arte tiene la ventaja de ofrecer la reconstrucción de sus reflexiones originales sobre filosofía del arte en las lecciones de Berlín de 1826.
Cumplidos ciento veinte años del nacimiento de Nikolaus Pevsner (enero de 1902) y cuarenta de su desaparición (agosto de 1983), la editorial Abada publica bajo el título Sobre lo pintoresco seis artículos suyos dedicados a los autores más conspicuos de la teoría del jardín paisajista, y a la postre del paisaje, en la Inglaterra del siglo XVIII, aparecidos entre los años 1944 y 1949, en la inmediata posguerra; y una conferencia dictada el 25 de noviembre de 1947 en el Royal Institute of British Architects sobre su aplicación a la arquitectura moderna, que aporta las claves del valor otorgado a lo Pintoresco en ese preciso momento histórico. Todo ello precedido de un estudio introductorio de Miguel Ángel Aníbarro que sitúa en su contexto el acercamiento del autor al tema.
Pevsner actúa como un historiador no solamente atento a examinar uno de los fenómenos culturales más llamativos de la Ilustración, sino comprometido con su tiempo, que intuye en lo Pintoresco una de las raíces –y no la menos profunda– de la arquitectura del Movimiento Moderno, así como cierta capacidad para solventar algunos problemas urbanos actuales.
En Humano, demasiado humano se hallan las raíces de una psicología destructiva que busca despertarnos del sueño moderno. Nietzsche, el caminante que habla con su sombra, da los primeros pasos que conducirán a la genealogía de la moral y hacia el nuevo amanecer que supondrá la llegada de Zaratustra. Pocas veces, en la historia del pensamiento, ha reverberado tan intensamente un «temple espiritual» como el de Nietzsche en el presente libro que no solo soporta, orgulloso y feliz, todo el peso del pasado, sino que denuncia los síntomas de la «gran enfermedad» de Occidente.
Las lecturas convencionales de la Antigüedad enfrentan a Atenas con Jerusalén, donde Atenas representa la «razón» y Jerusalén la «fe». Sin embargo, como nos recuerda Susan Buck-Morss, los estudios más recientes han eliminado esta separación. Nombrar el primer siglo como un punto cero –«año uno»– que divide el tiempo en antes y después es igualmente arbitrario, nada más que una conveniencia que carece de sentido empírico. En Año 1, Buck-Morss libera el primer siglo para que pueda hablarnos de otra manera, reclamándolo como terreno común y no como origen de diferencias profundamente arraigadas.
Buck-Morss se propone derribar varias premisas conceptuales que han dado forma a la modernidad como episteme y nos han conducido a algunos impases posmodernos poco útiles. Se acerca al siglo I a través de los escritos de tres pensadores a menudo marginados en el discurso actual: Flavio Josefo, historiador de la Guerra de Judea; el filósofo neoplatónico Filón de Alejandría; y Juan de Patmos, autor del Apocalipsis, el último libro de la Biblia cristiana. También aparecen Antígona y John Coltrane, Platón y Bulwer-Lytton, al-Farabi y Jean Anouilh, Nicolás de Cusa y Zora Neale Hurston, por no hablar de Descartes, Kant, Hegel, Kristeva y Derrida.