Pasa, lectora, lector, estás en tu fiesta. Más que un libro, este objeto es un carnaval de cincuenta estaciones que desfila tras las bambalinas de la cultura mexicana. En él participan Tin Tan y Pita Amor, María Félix y Monsiváis,Piporro y Tongolele, Nahui Olin y Jorge Ibargüengoitia, los beats y Marilyn Monroe, Vitola y José Revueltas. Entre muchos, muchos otros. Mientras pasan, nos van contando de sus vicios, supersticiones, sus pleitos y apodos, los cuadrángulos amorosos que formaron y los cabarés que visitaron. Guiados por la insaciable curiosidad de Julia Santibáñez, nos enteramos de quiénes fueron huéspedes de Lecumberri y quiénes invitados a la casa de Carlos Fuentes; qué escritores la hicieron de actores y qué libros ypelículas gozaron de la mercadotecnia inversa de la censura y por qué. Encuentra aquí lo que los libros ceremoniosos nunca dirán sobre escritores, artistas e intelectuales.
Como sociedad, estamos olvidando que casi todos los sucesos extraordinarios que han tenido lugar en la historia los han llevado a cabo personas que creían en los valores judeocristianos y en el poder de la razón nacido en la Grecia clásica. Estas ideas pueden resumirse en dos nociones relacionadas. La primera, que todos los humanos están hechos a imagen de Dios y la segunda, que los humanos nacen con una capacidad de razonar que les permite explorar el mundo.
Esos valores, cuya historia relata de manera asombrosamente ágil y profunda este libro, permitieron el nacimiento de la ciencia, el sueño del progreso, los derechos humanos, la prosperidad, la paz y la belleza artística. Construyeron Occidente, derrotaron al nazismo y el comunismo, sacaron a miles de millones de personas de la pobreza y les proporcionaron un objetivo moral.
Sin embargo, hoy en día el sectarismo, el hedonismo, el progresismo, los gobiernos autoritarios de izquierdas, el feminismo y el materialismo científico están a punto de echar a perder los logros conseguidos.
No debemos permitirlo. El lado correcto de la historia es, al mismo tiempo, una explicación de los valores judeocristianos y la ley natural griega responsables de la grandeza de Occidente y la mejor defensa que se puede hacer de ellos.
Cada periodo histórico y cultural crea sus propios monstruos, dependiendo de los temores y valores que la sociedad va estableciendo y proclamando. La época victoriana, pródiga en seres monstruosos, constituye un momento en el que el sueño de la razón, impulsado por un avance tecnológico y científico sin precedentes, y sustentado por un vasto imperio de ultramar, produjo toda suerte de aprensiones, inquietudes, obsesiones y ansiedades que se plasmaron en la literatura y en el entorno circundante mediante monstruos ficticios e imaginarios... y tristemente reales, como es el caso de Jack el Destripador, producto de aquel tiempo y aquel momento. El primer asesino en serie «moderno» de la historia personifica y culmina de manera espeluznantemente real la monstruosidad que, de manera imaginaria, se venía forjando en las páginas de numerosos autores victorianos.