A orillas del Danubio, un memorial escultórico con una hilera de zapatos abandonados conmemora a las víctimas de la masacre perpetrada por los nazis en Budapest, hacia finales de la Segunda Guerra Mundial. Les obligaron a descalzarse para aprovechar el cuero antes de dispararles frente al río. La historia (casi) nunca se ha quitado los zapatos: desde la sandalia neolítica hasta el tacón de cuña de Salvatore Ferragamo o el actual barefoot, hace más de diez mil años que el ser humano lleva calzado. Los zapatos han pasado de tener un significado meramente utilitario y un simbolismo religioso a convertirse en símbolo de poder y estatus; nos hablan de un modo de vivir y de pensar y revelan los usos sociales, los criterios estéticos, los modelos de producción y también las tragedias de cada época. Este libro muestra la evolución de las figuras más representativas del mundo del calzado a lo largo de la historia. Artesanos zapateros, fabricantes industriales, diseñadores de lujo y marcas deportivas, junto con sus clientes más ilustres, han ejercido siempre una enorme influencia cultural, inspirando los modelos de zapato que encontramos en la pintura, la literatura y el cine, y dictando el calzado que usarán generaciones enteras.
La presente «Historia del cristianismo» es un renovador y ambicioso proyecto que, en cuatro volúmenes, reconstruye y documenta el devenir histórico del cristianismo, desde sus orígenes hasta el mundo contemporáneo. Se trata de una obra colectiva elaborada con una perspectiva ecuménica por especialistas en diversas materias: teólogos, filósofos, historiadores y filólogos.
Este esfuerzo conjunto busca servir tanto de obra de referencia rigurosa y práctica en la docencia e investigación universitarias, como de introducción científicamente fiable al conocimiento del cristianismo histórico por parte del lector culto, conjugando la sencillez narrativa con un contenido crítico y abundante en datos históricos. Se propone, así, romper con la inveterada tradición que durante siglos ha confinado la historia de la Iglesia y del cristianismo a las facultades eclesiásticas de teología, e intenta salvar el empobrecedor eurocentrismo que ha venido lastrando su tratamiento científico.
El Derecho romano toma nombre de una ciudad que en el curso de los siglos se ha erigido como Estado universal de la Antigüedad. Al Derecho alemán da nombre todo un pueblo que ha carecido siempre de una cohesión rígida, incluso en el tiempo que encontró unidad jurídica estatal en el marco del Sacro Romano Imperio. Ello implica, desde luego, un profundo contraste en la historia de ambos derechos. En Alemania mira a los supuestos previos de la formación del Derecho romano, concluida en forma artística y homogénea. El desarrollo del Derecho alemán carece de un punto de cristalización como el encontrado por el Derecho romano en la urbs. Está abandonado por completo a sus fuerzas. Un soberano alemán nunca ha tenido un influjo tan duradero en la producción del derecho como el ejercido por el Papa, en cuanto cabeza de una jerarquía de firme estructura, mediante sus Decretales, en la formación del Derecho canónico.