Los textos que aquí ofrecemos, publicados por primera vez traducidos del latín al español, constituyen el primer debate en la historia sobre el derecho a la libertad religiosa. Sus protagonistas son dos ilustres exponentes, uno cristiano y otro pagano, de las dos religiones que luchaban por el control religioso y político en la época final del Imperio Romano: el famoso y culto senador romano Símaco (+397) y el obispo San Ambrosio de Milán (+402). Este debate del año 382 sobre la retirada o permanencia en la Curia, sede del Senado de Roma, del denominado Altar de la Victoria, es el más antiguo y más famoso sobre un tema que sigue siendo objeto de discusiones enfrentadas en el mundo actual, la tolerancia religiosa. Ambos interlocutores manipulan los argumentos para ponerlos al servicio de sus respectivos intereses como si de una disputa entre partidos políticos se tratase. El debate sobre la tolerancia religiosa, de incuestionable actualidad, es inseparable de la pregunta por la forma de alcanzar la verdad, si es que tal cosa es posible.
Las masas se han vuelto locas. Basta con seguir las redes sociales o los medios de comunicación para ser testigos de la histeria colectiva en la que se ha convertido el debate político. Cada día alguien nuevo clama que algo le ha ofendido: un cartel que cosifica, una conferencia que debe ser censurada, una palabra que degrada.
Vivimos en la tiranía de la corrección política, en un mundo sin género, ni razas ni sexo y en el que proliferan las personas que se confiesan víctimas de algo (el heteropatriarcado, la bifobia o el racismo). Ser víctima es ya una aspiración, una etiqueta que nos eleva moralmente y que nos ahorra tener que argumentar nada.
Con un estilo provocador y una estructura argumentativa sin fisuras, el autor trata de introducir algo de sentido común en el debate público, al tiempo que aboga con vehemencia por valores como la libertad de expresión y la serenidad actuales.
La impostura moral define nuestra época. No pasa un segundo sin que veamos en nuestras pantallas a alguien (un político, un periodista, un influencer, un ser anónimo) exhibiendo sus cualidades personales o criticando las de otros. Y para ello vale cualquier artimaña: su propio cuerpo, su alimentación, sus causas benéficas, sus mascotas, sus hijos o sus mayores.
La máscara moral. Por qué la impostura se ha convertido en un valor de mercado trata de explicar cómo el neoliberalismo y la masificación de las nuevas tecnologías han redefinido nuestra forma de relacionarnos basándose en el control moral del otro, han esterilizado nuestra cultura y han trastocado la función evolutiva de la moral: desde la cohesión grupal hasta la actual exhibición individualista e hipócrita en un teatro con miles de máscaras donde todos los personajes quieren ser el protagonista.