Nadie mejor que François Dosse para asumir semejante reto: escribir una narrativa, panorámica y sistemática, de la aventura histórica y creativa de los intelectuales franceses en su momento de hegemonía mundial.
El primer volumen –de 1944 a 1968– abarca los años de Sartre y Beauvoir y sus refutaciones, las relaciones contrastadas con el comunismo, la conmoción de 1956, la Guerra de Argelia, los inicios del Tercermundismo, la irrupción del momento gaullista y su impugnación: una época dominada por la prueba de la historia, la influencia del comunismo y la desilusión gradual que le siguió. El segundo volumen –de 1968 a 1989– abarca desde el utopismo de izquierdas, Solzhenitsyn y la lucha contra el totalitarismo, hasta los «nuevos filósofos», el advenimiento de la conciencia ecológica y la desorientación de los años ochenta: una época marcada por la crisis del futuro y que vio afianzarse la hegemonía de las ciencias humanas. Estos son algunos de los hitos de esta saga, que abarca uno de los periodos más efervescentes y creativos de la historia intelectual francesa y global, de Sartre a Lévi-Strauss, de Foucault a Lacan.
¿Nos estamos convirtiendo en la madrastra de Blancanieves? En la era Instagram, nuestro espejo mágico es la pantalla y la belleza la dictaminan los likes. En La sala de los espejos, Liv Strömquist se pregunta hasta qué punto la dictadura de la imagen ha minado la relación con nuestros cuerpos.
Siempre ácida e irreverente, la autora nos lleva del mito bíblico de Jacob hasta los motivos del éxito de influencers como Kylie Jenner o Kim Kardashian, pasando por la última sesión de fotos de Marilyn Monroe, la obsesión de la princesa Sissi por el ejercicio físico o el robo del busto de Nefertiti.
Strömquist nos regala un libro profundamente documentado en el que nos acompañan su trazo inimitable y las teorías de Susan Sontag o Eva Illouz para desentrañar el canon que nos esclaviza e intentar encontrar algo real entre tanto filtro.
La estética de lo bello es un fenómeno genuinamente moderno. Lo pulido, lo liso, lo impecable, son la seña de identidad de nuestra época. Son lo que tienen en común las esculturas de Jeff Koons, los smartphones y la depilación. Estas cualidades ponen en evidencia el actual “exceso de positividad” del que habla Han en otros ensayos, pero que aquí enfoca y desarrolla en el campo del arte y de la estética.
¿Por qué hoy en día gusta tanto «lo pulido»? Porque no daña, no ofrece resistencia. Lo bello digital constituye el espacio de lo igual, que no tolera ninguna extrañeza, ninguna alteridad, ninguna negatividad. Lo bello natural se ha atrofiado en lo bello digital, convertido en objeto del «me gusta», algo arbitrario y placentero que se mide por su inmediatez y su valor de consumo. Pero sin la negatividad de lo otro, el acceso a lo bello natural queda obturado y se anula la distancia contemplativa. La belleza no es un brillo momentáneo ni se la encuentra en un contacto inmediato; alumbra en silencio, a través de rodeos; acontece como reencuentro y reconocimiento.