¿«Nada es seguro en esta vida salvo la muerte»? Veremos. Los transhumanistas han llegado muy lejos y pretenden hacernos inmortales.
Nostalgia de futuro aborda los orígenes, fundamentos y peligros de la pretensión de alcanzar una naturaleza humana «mejorada» de manera acrítica y amoral a través de la tecnología. «El transhumanismo, aunque se presente como promotor de lo humano, es un pensamiento contrario al hombre. Lo es porque no asume la realidad esencialmente vulnerable y frágil del ser humano con la intención de paliarla o sanarla, sino que más bien pretende una superación de ella».
Desde la concesión en 2018 de la ciudadanía en Arabia Saudí al robot Sophia, que goza de más «derechos» que las mujeres en ese país, pasando por FM-2030, un hombre que asumió una identidad «futurista» porque aseguraba ser «una persona del siglo XXI arrojada accidentalmente al siglo XX», hasta la existencia de un partido político transhumanista, el americano Transhumanist Party, Roberto Esteban Duque aporta un recorrido exhaustivo y escalofriante de todas las «mejoras» realizadas en los últimos años, dejando claras las comprometidas intenciones de los transhumanistas: «crear en el sentido que se quiera la propia condición humana».
La concepción de la literatura como “palimpsesto” y los principios teóricos del psicoanálisis acerca de un sujeto atravesado por la falta constitutiva que es la falta en el lenguaje, son los hilos guiadores de la lectura de los textos borgeanos que llevan adelante Liliana Bellone y Antonio Ramón Gutiérrez. La cuestión del “otro”, el semejante, la dimensión imaginaria o especular, en articulación con el “Otro” de la cultura, el “Otro” simbólico, aparece como constitutiva en la ficción y la poesía de Jorge Luis Borges. Escritura realizada sobre la red de los textos universales, la escritura del maestro argentino propone distintas aristas que permiten un itinerario posible en su obra: la novela, lo femenino y la relación con la política.
Durante más de dos décadas, Wolfang Kaleck ha viajado por el mundo para luchar junto a quienes sufren la injusticia a manos de jugadores poderosos, personas que, antes de la llegada de Kaleck y sus colegas, a menudo disfrutaban de la impunidad.
El trabajo de Kaleck lo ha llevado a Buenos Aires, a apoyar a las madres de los jóvenes 'desaparecidos' bajo la dictadura militar argentina; a las comunidades sirias exiliadas, donde instrumentó el caso contra la tortura ordenada por los altos mandos del gobierno de Assad; a Centroamérica, donde colaboró con quienes persiguen a los militares guatemaltecos por sus masacres de indígenas; a Nueva York, para asociarse con el Centro de Derechos Constitucionales para emprender acciones contra Donald Rumsfeld por las "técnicas de interrogatorio mejoradas" que autorizó después del 11 de septiembre; y a Moscú, donde representa a Edward Snowden.
Al relatar su participación en tales casos, Kaleck le da plena voz a aquellos a quienes representa, enfatizando el coraje y la persistencia que aportan a la búsqueda global de justicia. El resultado es un libro repleto de historias convincentes y vívidas que subrayan la idea de que, si bien el mundo suele ser un lugar terrible, las normas universales de derechos humanos pueden prevalecer cuando las personas están dispuestas a luchar por ellas.