Napoleón es ante todo el hijo de una época de transición, la del paso del viejo mundo feudal a una nueva sociedad burguesa. Encarna todas las contradicciones de esta época, su nombre está asociado a una ambición desmesurada y un poder despótico, a guerras crueles y sangrientas, evoca los horrores de Zaragoza, el saqueo de la Alemania avasallada, la invasión de Rusia. Pero también nos recuerda el coraje y la audacia manifestados en las campañas italianas, el talento que supo atreverse, el hombre de Estado que asestó golpes mortales a una Europa feudal ya decrépita. El historiador soviético Albert Manfred, genuino maestro en el arte de narrar la historia, comienza trazando un excelente retrato del joven Bonaparte, discípulo de Rousseau y de Raynal, jacobino y robespierrista, y defensor de los ideales republicanos de la Revolución, para ir desgranando su evolución gradual y su transformación en autócrata, en avasallador de Europa, en constructor de un Imperio a golpe de bayoneta. Considera que Bonaparte traicionó el gran secreto de sus rutilantes triunfos militares: el entusiasmo revolucionario del pueblo que empujaba a sus soldados, lo que le llevó a su fracaso final. Manfred consigue plasmar en estas páginas todos los matices de un hombre extraordinario, así como los excelentes retratos psicológicos de las numerosas personalidades históricas que le acompañaron, presentando un retrato verídico y fiel de Bonaparte y de la época que alumbró.
Descubre al enfant terrible de la filosofía francófona. Cómo romper con las emociones inducidas y recuperar los sentimientos reales.
Antidepresivos, somníferos, cocaína, analgesicos. Nuestras vidas parecen farmacias. Ya no podemos funcionar sin la ayuda de sustancias químicas: una pastilla para despertar, otra para trabajar, la siguiente para salir de fiesta, otra para evitar la resaca y la última para dormir. Vivimos en la era de la anestesia, somos una sociedad narcotizada al gusto del capital: un cuerpo social apático, reclutado y dopado para mantener el ritmo de producción alto y el orden establecido intacto.
¿Que tienen en común la invención de la anestesia a mediados del siglo XIX, el empleo que dieron los nazis a la cocaína y el desarrollo del Prozac? Son productos con una misma lógica: el control de las emociones y el abandono de la excitación. Hemos olvidado lo que es el entusiasmo porque la única excitación que conocemos está inducida por los fármacos. Este provocador ensayo indaga en la historia, el psicoanálisis, la filosofía y la economía para llamarnos a abandonar la estimulación narcótica y encontrar el camino de vuelta a la excitación política y colectiva: ese es el mayor miedo del narcocapitalis
El amor, fenómeno siempre difícil de encuadrar, es el auténtico protagonista de la reflexión de muchos autores de la Edad Media. Además de ser el punto de partida para conocer sin error, constituye el único medio para relacionarse de forma auténtica y segura con los otros y con el Otro.
Para Guillermo, la vivencia del amor desborda los límites de la razón común, que por sí sola no logra acceder a los misterios que fundan, sostienen y explican la realidad. Por esto, la insuficiencia de los sentidos corporales reclama esos otros que son interiores y espirituales, a través de los cuales se puede alcanzar la sabiduría, realizar la justicia y contemplar la belleza de todo lo que existe. La lógica humana no es, pues, la autosuficiencia, que enclaustra en uno mismo, sino el don que procede de fuera y que, al acogerlo, permite participar de Dios, amor derramado por el Espíritu en los corazones de los hombres según el modelo del Hijo.
El amor tiene así una profunda densidad antropológica, pero también epistemológica e incluso ontológica. El sensus amoris de la tradición monástica se revela como la vía decisiva para adentrarse en la íntima verdad del hombre, de Dios y de las cosas. De esta tradición nutre Guillermo su pensamiento y lo eleva hasta las más altas cumbres de la filosofía medieval.