Este libro reúne un conjunto de reflexiones públicas y privadas de Alexéi Navalni, el político ruso fallecido el 16 de febrero de 2024 en las cárceles siberianas de Putin. Desde entrevistas concedidas a Der Spiegel, Time y The New York Times a intervenciones pronunciadas en las salas de tribunales durante innumerables juicios; desde cartas escritas en la cárcel a publicaciones en diversas redes sociales, estos escritos dan cuenta de la maduración política y espiritual de Navalni. Una trayectoria que abarca el nacionalismo inicial del que surgió a la lucha por la democracia liberal y contra la corrupción, y desemboca en los últimos y dramáticos años de prisión, donde emerge la figura de un disidente de una profundidad sorprendente: un hombre dispuesto a morir por sus convicciones, por lo que cree, a favor de la libertad, la verdad y la belleza futura de Rusia. Un camino de conciencia libre, contra el miedo y el odio materializados en los regímenes totalitarios.
¿En qué grado necesitamos la política? El autor de este libro lo tiene claro: nunca demasiada. Quizá estamos acostumbrados a achacar a la política la elaboración de discursos interesados, llenos de promesas incumplidas. Debemos, en cambio, reconocerle la facultad de dar sentido preciso a las palabras. La política es un arte complejo que da forma al discurso y lo impregna todo: vivimos políticamente, amamos políticamente, nos vinculamos con los demás políticamente, calculamos nuestra forma de gozar políticamente. Por lo tanto, también tiene una relación directa con el poder. La política es el sostén del discurso del amo; por ello debe recurrir a su reverso, aunque sin saberlo. Entre el anverso del poder y su reverso, el psicoanálisis, el inconsciente se constituye como la banda de Moebius que los separa y los une a la vez.
Los primeros en atribuir una figura a Noé a partir de las sobrias palabras del Génesis lo imaginaron envejecido, barbudo y tan fiero con sus congéneres como sumiso con la divinidad. Pero también fue descrito y pintado borracho y desnudo, aunque, antes de exhibirlo, la Biblia lo muestra en doce escenas simbólicas: de rodillas, obedeciendo a su creador; armando un recipiente que podría evitarle la muerte; construyendo un edificio para salvar a ciertas criaturas elegidas; posando con su familia; embarcando especies zoológicas en un artefacto; flotando a la deriva; navegando durante el diluvio universal; asomándose a una ventana a la espera de una paloma; desembarcando en la cima de una montaña oriental; sacrificando en el fuego a los animales que sobrevivieron a la inundación; embriagándose con el vino recién descubierto, y durmiendo la borrachera a la sombra de su guarida.
Ninguno de estos sucesos es extraño en el repertorio de las escenas míticas fundacionales. Lo que sí es verdaderamente sorprendente es que el Arca no parece una embarcación, sino un edificio: una Casa que los defiende del Diluvio y, desde entonces, los protege de las inclemencias y posterga la muerte. Por tanto, Noé fue un arquitecto, heredero de Caín y precursor de quien ideó la célebre Torre de Babel. No un armador, ni un navegante, ni siquiera un profeta, sino el primer arquitecto que proyectó una gran residencia en la Tierra. De este modo, el Arca, como evidencia Noé en imágenes y señala su subtítulo, es la más eficaz y necesaria arquitectura contra toda catástrofe.