En el prólogo de la primera edición de sus Máximas, La Rochefoucauld advierte al lector que su propósito es retratar el corazón del hombre. Y efectivamente, aunque no trata exclusivamente de ello, en sus reflexiones plasma con gran perspicacia los mecanismos y motivaciones que subyacen a los comportamientos humanos, con una clarividente exposición de lo que las apariencias esconden. Con este propósito, este noble, guerrero, conspirador y filósofo hizo de su obra, llena de ironía, humor y despego, notable cinismo y prodigiosa lucidez, la más profunda reflexión moral que nos ha legado el racionalismo y, a la vez, una obra maestra del estilo, de la inteligencia y de la literatura.
Dios tiene un plan y un propósito para cada uno de nosotros y puede convertir las cosas en buenas independientemente de la situación que enfrentamos. Estos dos principios clave, arraigados en las Escrituras y evidenciados en las vidas de los cristianos a través de las épocas, deberían colorear los lentes a través de los cuales todos los seguidores de Cristo ven la adversidad. En Cómo avanzar en la adversidad, el doctor Charles Stanley proporciona una nueva perspectiva sobre las pruebas que enfrentamos, revelando qué preguntas hacer y qué lecciones podemos aprender de estos tiempos. Entender el papel de Dios y fortalecer nuestra valentía pueden ayudarnos a avanzar a través de la adversidad en lugar de ser vencidos por ella.
Carmen Martín Gaite es una de las escritoras más importantes del siglo XX, que, más allá de sus novelas, aplicó su personal mirada sobre las cosas y su límpida y ágil prosa para producir algunos de los mejores artículos y ensayos de su tiempo. Reunimos dos ejemplos dedicados a dos hombres que marcaron su vida de distinto modo, su íntimo amigo Ignacio Aldecoa, figura clave de la generación del cincuenta, como la propia Martín Gaite, muerto prematuramente en 1969, y su querido Melchor Rafael de Macanaz, destacado político y escritor de finales del siglo XVII y comienzos del XVIII, víctima de la Inquisición y de las intrigas palaciegas, a quien dedicó seis años de estudio que desembocaron en una maravillosa monografía: Macanaz. Historia de un empapelamiento.