Javier de Hoz (1940-2019) ofrece una síntesis de la literatura griega en sus fases arcaica y clásica enraizada en la historia cultural, que permite comprender no sólo el desarrollo de la literatura en su tiempo, sino la forma en que la hemos recibido y transformado en canon a lo largo de los siglos. Los géneros y los autores aparecen aquí en el marco de la pólis desde su origen, atendiendo a los distintos grupos sociales, las circunstancias que marcan cada momento de la historia de Grecia y las vicisitudes de la composición literaria según la etapa: desde las obras impulsadas por el propio gobierno de la pólis para ser disfrutadas por toda la comunidad, como el drama, hasta las que se representaban para un selecto auditorio, como buena parte de la lírica.
¿En qué momento el pensamiento fundacional entró en las filas de los anarquismos? ¿Qué peligros inadvertidos encierra este oxímoron? ¿Cómo volver al origen sin reivindicar un origen estable? Si todo arché, todo principio fundacional, conlleva el riesgo del totalitarismo, el anarquismo debe problematizar y combatir el regreso a cualquier fundamento que se pretenda sólido, atemporal y dogmático. Sin embargo, el mal contra el que se lucha existe también, a menudo, en la propia trinchera.
Se sabe que Gertrude Stein era una mujer atrevida en sus opiniones y con un sentido del humor peculiar; pues bien, el título mismo de este libro demuestra su talento y la voluntad de ir más allá de lo establecido en cuanto a géneros literarios: aparentemente estamos leyendo un texto autobiográfico y quien lo firma es Alice B. Toklas, la secretaria y compañera sentimental de la gran autora, pero quien está detrás de estas páginas es la misma Gertrude Stein.
Así, al hilo de la voz de Alice, entramos en la casa que las dos mujeres compartieron en París entre 1903 y 1933, y por donde desfilaban las figuras que definieron lo que sería la cultura de principios del siglo XX. Comiendo con Picasso, cenando con Hemingway o hablando de sombreros con Marcelle Braque, se fue hilando una tradición intelectual que hoy ya es clásica y a Gertrude Stein debemos el gran favor de haber abierto las puertas de este salón donde las anécdotas, divertidas o trágicas, acabaron convirtiéndose en Historia con mayúsculas.