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EL LABERINTO SENTIMENTAL (CM)

«A la gente le gusta sentir. Sea lo que sea», escribió Virginia Woolf. ¿Cómo vamos a desear sentir en abstracto, cuando sabemos que algunos sentimientos son terribles, crueles, perversos o insoportables? Pues así es. Nos morimos de amor, nos morimos de pena, nos morimos de miedo, nos morimos de aburrimiento, y, a pesar de la eficacia letal de nuestros afectos, la anestesia afectiva nos da pavor. Somos inteligencias emocionales. Nada nos interesa más que los sentimientos, porque en ellos consiste la felicidad o la desdicha. Actuamos para mantener un estado de ánimo, para cambiarlo, para conseguirlo. Son lo más íntimo a nosotros y lo más ajeno. No sentimos lo que querríamos sentir. Somos depresivos cuando quisiéramos ser alegres. Nos reconcomen las envidias, los miedos, los celos, la desesperanza. Desearíamos ser generosos, valientes, tener sentido del humor, vivir amores intensos, librarnos del aburrimiento, pero nos zarandean emociones imprevistas o indeseadas. Incluso un sentimiento tan tranquilo como la calma, nos «invade». Podría leerse la historia de nuestra cultura como el intento de contestar a una sola pregunta: ¿Qué hacemos con nuestros sentimientos? El autor cree que, ante todo, conocerlos.
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JERUSALEN, SANTA Y CAUTIVA

Desde el corazón de Jerusalén, Ayestaran se adentra en su cultura para descubrir la compleja identidad de la Ciudad Santa En la Ciudad Vieja de Jerusalén siete de las ocho puertas que dan acceso al interior de la muralla son los puntos de reunión. La octava, la Puerta Dorada, situada en la parte oriental de la Explanada de las Mezquitas, también es un punto de reunión clave, pero permanece sellada a la espera de que vuelva el Mesías. Cuando este regrese, se abrirá y por ella entrará el redentor seguido de los miles de judíos y musulmanes enterrados en los cementerios situados allí de forma estratégica, con la esperanza de ser los primeros en seguirle. Hasta que vuelva el salvador, mejor quedar en alguna de las otras siete. Esta es una crónica de Jerusalén—ciudad en la que reside Mikel Ayestaran con su familia desde hace años—escrita en primera persona a partir de las historias de vecinos de los cuatro barrios (musulmán, judío, armenio y cristiano) de la Ciudad Vieja. A través de ellas, el autor habla de cómo es la vida en una ciudad cautiva de su santidad, ansiada por judíos, musulmanes y cristianos, una Tierra Santa en la que inevitablemente el pasado se come al futuro.
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MANIFIESTO INCIERTO (3). MUERTE DE WALTE

En 1939, como todos los ciudadanos alemanes residentes en París, Walter Benjamin fue internado en un campo de «trabajadores voluntarios» en Nevers. Liberado después de dos meses y medio gracias a la intervención de varios amigos, regresó a París hasta que llegaron las tropas de la Wehrmacht. Entonces huyó y comenzó a vagar por el sur, primero Lourdes, luego Marsella, desde donde intentó en vano embarcarse hacia Estados Unidos. Su viaje continuó por los Pirineos, hasta el puesto fronterizo español en Portbou, donde, amenazado con ser entregado a la Gestapo, se suicidó. Esta historia se entrelaza con una evocación del poeta estadounidense Ezra Pound, exiliado en Rapallo, en la Italia fascista, cuyas opiniones comparte ciegamente. En Roma, el poeta se encuentra con Mussolini para ponerse a su servicio, pero éste rechaza la propuesta, convencido de tratar con un espíritu perturbado. Detenido en 1944 por los estadounidenses y condenado por traición, fue encerrado en Pisa en una jaula al aire libre, antes de ser internado durante trece años en su país.
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