Durante demasiados años los españoles hemos vivido sintiéndonos extranjeros en nuestra propia casa, en un cruel exiliointerior y sin la sensación de tener un país bajo nuestros pies. Últimamente hablar de España, de patria o de nación se asocia a ideas conservadoras, derechistas y retrógradas, pero no siempre fue así. Hubo una época en la que gritar «¡Viva España!» sirvió para derrocar reyes, expulsar ejércitos imperiales, redactar una de las primeras constituciones liberales de la historia y avanzar en derechos democráticos. Es hora de recuperar ese patriotismo decente y popular. Porque el verdadero patriotismo no se viste de banderas ni se practica odiando al diferente.
Patria digna es un recorrido didáctico y accesible por la historia popular de nuestro país y una invitación a construir entre todos y todas un orgullo nacional progresista que durante décadas se nos ha negado.
Es en la cima de una montaña de los Alpes donde una angustia inexplicable, casi irracional, se apodera de la respiración de Luiz Schwarcz, bloqueando su garganta en el momento en que más necesitaba el aire. En ese preciso instante nace la decisión de escribir este libro, El aire que me falta, que engloba el proyecto que el autor había alimentado durante años: escribir la historia de su padre, de su familia, que lo abandonó todo para escapar del terror nazi, y cuyo peso ha ido cargando Schwarcz toda su vida.
En estas memorias, armadas sobre una estructura en espiral, metáfora perfecta para representar las vueltas que damos alrededor de nuestros traumas, el autor alterna recuerdos para construir un sensible y detallado relato sobre cómo la depresión y los traumas, propios y heredados, pueden dejar sin aliento a cualquiera y seguir latentes en existencias marcadas aparentemente por el éxito. Cómo podemos quedarnos sin aire y volver a respirar.
El testimonio del último testigo del Proyecto Manhattan, el plan secreto que inauguró la era atómica y la Guerra Fría.
En 1943 Roy J. Glauber tenía 18 años. Estudiaba simultáneamente la carrera de Física y cursos de doctorado en Harvard. Un día, un emisario del gobierno pidió entrevistarlo. Poco después, siguiendo escuetas instrucciones, Roy envió sus pertenencias a una misteriosa dirección postal y tomó un tren sin saber a dónde. Así llegó a Los Álamos, un laboratorio aislado y secreto en el que las mentes más brillantes de la época trabajaban en el Proyecto Manhattan. De la noche a la mañana, el joven Roy se codeaba con los principales referentes científicos para crear un arma que cambiaría el panorama bélico y político del siglo xx.
La fama es inalcanzable para la mayoría de los humanos, y ese muchacho de entonces desconocía que después la tendría por partida doble. En 2005 obtuvo el premio Nobel de Física por sus trabajos sobre la coherencia cuántica de la luz. Pero, además, Roy fue testigo de los hechos, conoció y sobrevivió a prácticamente todos los científicos vinculados a la creación y lanzamiento de las bombas atómicas; vivió de cerca el antes, el durante y el después de ellas. Desde el punto de vista histórico, Roy ocupó un puesto privilegiado: nadie más lo detentará. Por eso, si la vida le pone a uno en contacto con un hombre tan excepcional como él, y en circunstancias tan especiales como las aquí relatadas, tiene la obligación de contarlo.
Este libro narra el inicio de la era atómica a través de un verdadero protagonista; uno independiente, comprometido con la verdad. Los hechos rememorados por Roy permanecerán en la historia quizá por milenios. «Yo solo fui un observador… aunque uno muy bueno», nos dijo. Aquí queda su voz. La última voz.